Entrevista a Hugo Burel en Pontis 4

«Mientras la novela gana por puntos, el cuento lo hace por knock out»

Entrevista a Hugo Burel publicada en Pontis 4

burelJosé Hugo Burel Guerra nació el 23 de marzo de 1951 en la ciudad de Montevideo. Criado en el barrio Goes, desde temprana edad mostró interés por el dibujo y las artes plásticas. Cursó estudios universitarios de abogacía e incursionó en el mundo de la música, específicamente del rock. Es escritor, diseñador gráfico, periodista, creativo publicitario y licenciado en Letras, y su principal medio de vida fue, por muchos años, la publicidad.

Entre cuentos y novelas, lleva publicados más de veinte libros. Es también dramaturgo, y una de sus novelas, El corredor nocturno, fue llevada al cine en 2009. Entre los diferentes premios nacionales e internacionales que ha recibido a lo largo de su carrera se destacan: Premio Juan Rulfo de Radio Francia Internacional (París, 1995), Premio Lengua de Trapo de Novela (Madrid, 2001), Premio de Inéditos del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) (1995), Premio Bartolomé Hidalgo (2004, por la novela Los inmortales), Premio Nacional de Literatura, categoría narrativa, del MEC (2007 y 2009, por El corredor nocturno y El desfile salvaje, respectivamente). En 2002, con su novela El guerrero del crepúsculo, fue finalista del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos. En 2008 obtuvo el Premio Florencio al mejor texto de autor nacional por La memoria de Borges, obra teatral interpretada por Roberto Jones.

Su obra (y en particular las novelas El corredor nocturno, El guerrero del crepúsculo y Tijeras de plata) fue objeto de la tesis doctoral del italiano Giuseppe Gatti, para la Universidad de Salamanca, galardonada con el Premio Extraordinario de Doctorado por dicha universidad en diciembre de 2011.

En 2014 publicó la novela El caso Bonapelch (Alfaguara), que fue distinguida con El Libro de Oro de la Cámara Uruguaya del Libro por ser la obra de ficción nacional más vendida. Su última novela, Montevideo noir, fue publicada en 2015 y lo consagró como exponente del género novela negra. En el mismo año, además, fue nombrado para integrar la Academia Nacional de Letras del Uruguay.

Hugo Burel amablemente conversó con Pontis acerca de su obra y sus influencias.

Periodista, publicitario, diseñador gráfico, licenciado en Letras; has comentado en diferentes entrevistas que el libro El hacedor, de Jorge Luis Borges, sirvió de impulso para tu carrera como escritor. ¿Sentís que siempre tuviste la vocación de escribir o se despertó con los años, gracias a la lectura de grandes referentes de la literatura, como Borges?

La lectura de El hacedor fue decisiva para que descubriese mi vocación por la escritura, y la lectura de Borges y de otros grandes maestros contribuyó a que esa vocación se desarrollase, pero si no hubiera tenido algo que decir a través de la escritura —en el sentido de necesidad no canalizable de otra manera—, no hubiera pasado aquello de un impulso. Desde que me puse a escribir no he parado de hacerlo y, con dificultades, dudas, fracasos y grandes esfuerzos, en algún momento encontré mis temas, mi manera de contarlos, mi mundo a través de la escritura. Noventa por ciento esfuerzo, diez por ciento de lo otro, que no puedo definir todavía.

En entrevista para Café Literario de Televisión Nacional Uruguay (TNU), comentás que cada historia tiene infinitas posibilidades de interpretación según los lectores que acceden a ella. Teniendo esto en vista, ¿qué significa que tu obra sea traducida?

Toda traducción amplía el horizonte de una obra, permite que esa obra llegue a más lectores, coteja esa obra con las de otra cultura a la que esa lengua de la traducción representa. Eso significa que la obra se dispara en otra dirección y con otros lectores.

Son más de veinte los libros de narrativa que has publicado, entre cuentos y novelas. Para nuestra revista elegimos cuatro cuentos de tu autoría para traducir. ¿En qué rol de autor te sentís más cómodo: en el de novelista o en el de cuentista?

Como dijo Cortázar, empleando una metáfora pugilística, mientras la novela gana por puntos, el cuento lo hace por knock out. Esa es la diferencia en la escritura. Un cuento, por lo general, se escribe de un tirón o en un tiempo breve, mientras que la novela insume más tiempo y permite utilizar otros recursos narrativos. Por eso hay temas de cuento y otros de novela. El escritor sabe a qué género pertenece una idea que quiere escribir. Me siento cómodo en los dos.

Si tuvieras que clasificar tus cuentos dentro de una corriente o escuela literaria, ¿cuál sería?

Creo que integran el género fantástico algunos. Otros son más realistas o también simbólicos. No me preocupa demasiado a qué género pertenecen, sino la capacidad que tienen de transmitir algo que no deje al lector igual a como era antes de leerlos. El cuento siempre tiene que conmoverte o asombrarte, dejarte inquieto o pensando.

¿Creés que la escritura es un hábito que cualquier persona puede cultivar o es necesaria una dosis de talento natural o vocación?

No lo sé. Creo que la escritura, en el sentido de novelar, contar cuentos, inventar y relatar argumentos imaginarios, sentirse en la necesidad de escribirlos, es algo misterioso que todavía no he logrado descifrar.

Tu novela El corredor nocturno fue llevada a la pantalla grande en el año 2009, bajo la dirección de Gerardo Herrero. ¿Cómo fue esta experiencia? ¿Qué sensaciones se despiertan al ver cómo cobran vida personajes y situaciones que salieron de tu pluma?

Como experiencia fue muy enriquecedora desde todo punto de vista. Participé del rodaje, conocí a los actores, estuve involucrado en el proceso creativo, pese a que no escribí el guion. Sin duda lo más removedor fue escuchar los diálogos de mi novela dichos por los actores, ver cómo ellos encarnaban a los personajes que yo había creado. Para alguien que creció viendo cine es una experiencia muy fuerte.

Cuando escribís una obra para teatro, como en el caso de La memoria de Borges, por ejemplo, ¿el proceso de escritura es diferente? ¿Tenés en cuenta otros elementos que no considerás al escribir cuentos o novelas?

La escritura siempre es la misma, un proceso misterioso e interior que te va llevando y por un tiempo te compromete y te invade sin que puedas evitarlo. La dramaturgia, a diferencia de la escritura de cuentos o novelas, implica, además, un proceso colectivo que involucra director, actores, escenógrafos, etc. Esa es la diferencia sustancial. En eso se parece a la escritura de un guion cinematográfico.

Montevideo Noir, tu última novela, es un thriller ambientado en la Montevideo de los años 60 que reafirma tu nombre entre los representantes del género novela negra. Contanos un poco de qué se trata este género y qué tiene de atractivo para vos como escritor.

Es un género con leyes muy específicas que necesita, además, de lectores cómplices. Es un género que funciona como un formato en el que podés incluir, en lo temático, ciertas dosis de comentario social, de reflexión sobre muchos temas que implican una mirada que no es complaciente con la realidad. Pero además se necesitan argumentos que funcionen y pretexten una trama que interese al lector y lo involucre en el suspenso, en el misterio y en la resolución de esa trama que, necesariamente, debe atrapar.

Sabemos que sos aficionado a la música y fanático de los Beatles. ¿Considerás que la música que escuchás ha tenido alguna influencia o ha servido de inspiración para tu obra en algún punto?

La música forma parte de la realidad. En una trama novelesca puede incluirse, y, de hecho, habitualmente lo hago, pero no me inspira un argumento, solo lo completa.

¿Estás trabajando en alguna novela o algún otro tipo de obra literaria en este momento?

Siempre estoy trabajando en algo, pero nunca lo menciono hasta que no está terminado. Es algo en proceso que ni siquiera tiene título.

Te agradecemos mucho por la entrevista, ha sido un placer.


 

“Enquanto o romance ganha por pontos, o conto ganha por nocaute”

José Hugo Burel Guerra nasceu no dia 23 de março de 1951, na cidade de Montevidéu. Criado no bairro Goes, desde cedo demonstrou interesse pelo desenho e pelas artes plásticas. Fez estudos universitários de Direito e incursionou no mundo da música, especificamente do rock. É escritor, designer gráfico, jornalista, publicitário da área de criação e bacharel em Letras, e seu principal meio de vida foi, por muitos anos, a publicidade.

Entre contos e romances, publicou mais de vinte livros. É também dramaturgo, e um dos seu romances, El corredor nocturno, foi levado ao cinema no 2009. Entre os diferentes prêmios nacionais e internacionais recebidos na sua carreira se destacam: Premio Juan Rulfo de Radio Francia Internacional (Paris, 1995), Premio Lengua de Trapo de Novela (Madri, 2001), Premio de Inéditos do Ministério de Educação e Cultura (MEC) (1995), Premio Bartolomé Hidalgo (2004, pelo romance Los inmortales), Premio Nacional de Literatura, categoria narrativa, do MEC (2007 e 2009, por El corredor nocturno e El desfile salvaje, respectivamente). Em 2002, com seu romance El guerrero del crepúsculo, foi finalista do Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos. Em 2008 obteve o Premio Florencio ao melhor texto de autor nacional por La memoria de Borges, peça teatral interpretada por Roberto Jones.

Sua obra  (particularmente os romances El corredor nocturno, El guerrero del crepúsculo e Tijeras de plata) foi objeto da tese doutoral do italiano Giuseppe Gatti, para a Universidade de Salamanca; o mencionado estudo recebeu o Premio Extraordinario de Doctorado por essa universidade em dezembro de 2011.

Em 2014 publicou o romance El caso Bonapelch (Alfaguara), que foi distinguido com o Libro de Oro da Câmara Uruguaia do Livro por ser a obra de ficção nacional mais vendida. Seu último romance, Montevideo noir, foi publicado em 2015 e o consagrou como expoente do gênero romance noir. Nesse mesmo ano, foi também nomeado para fazer parte da Academia Nacional de Letras do Uruguai.

Hugo Burel amavelmente conversou com Pontis a respeito de sua obra e de suas influências.

Jornalista, publicitário, designer, bacharel em Letras; em diferentes entrevistas você vem comentando que o livro El Hacedor, de Jorge Luis Borges, foi um impulso para sua carreira de escritor. Você sente que sempre teve a vocação de escrever ou ela foi despertada com o passar dos anos, graças à leitura de grandes referentes da literatura, como Borges?   

A leitura de El hacedor foi decisiva para que eu descobrisse minha vocação pela escrita; e a leitura de Borges e outros grandes mestres contribuiu para que essa vocação evoluísse, mas se eu não tivesse algo para dizer através da escrita — no sentido de uma necessidade não canalizável de outro modo — aquilo não teria passado de um impulso. Desde que eu comecei a escrever, não parei e, com dificuldades, dúvidas, fracassos e grandes esforços, em algum momento encontrei meus temas, minha maneira de contá-los, meu mundo através da escrita. Noventa por cento esforço, dez por cento do outro que ainda não consigo definir.

Em uma entrevista para Café Literario da Televisión Nacional Uruguay (TNU), você comenta que cada história tem infinitas possibilidades de interpretação para os infinitos leitores que têm acesso a elas. Tendo isso em vista, o que significa que sua obra seja traduzida?

Toda tradução amplia o horizonte de uma obra, permite que essa obra chegue a mais leitores, coteja essa obra com as de outra cultura representada pela língua da tradução. Isso significa que a obra se dispara em outra direção e com outros leitores.

São mais de 20 os livros de narrativa que você vem publicando, entre contos e romances. Para nossa revista, escolhemos quatro contos da sua autoria para traduzir. Em que papel de autor você se acha mais confortável: no de romancista ou no de contista?

Como disse Cortázar, usando uma metáfora do pugilismo, enquanto o romance ganha por pontos, o conto ganha por nocaute. Essa é a diferença na escrita. Um conto, geralmente, é escrito de uma vez ou em um tempo breve, enquanto o romance leva mais tempo e permite utilizar outros recursos narrativos. Por isso, há temas de contos e outros de romances. O escritor sabe a que gênero pertence uma ideia que quer escrever. Eu me sinto confortável nos dois.

Se você tivesse que classificar seus contos dentro de uma corrente ou escola literária, qual seria?

Eu acho que integram o gênero fantástico, alguns. Outros são mais realistas ou também simbólicos.  Não me preocupo muito com o gênero ao que pertencem, mas com a capacidade que eles têm de transmitir algo que não deixe o leitor igual a como era antes de lê-los. O conto sempre tem que comover ou espantar, deixar o leitor inquieto ou pensando.

Você acha que a escrita é um hábito que qualquer pessoa pode cultivar ou é necessária uma dose de talento natural ou vocação?

Eu não sei. Acho que a escrita, no sentido de romancear, contar contos, inventar e relatar argumentos imaginários e sentir a necessidade de escrevê-los, é algo misterioso que ainda não consigo decifrar.

Seu romance El corredor nocturno foi levado às telas em 2009, sob a direção de Gerardo Herrero. Como foi essa experiência? Quais sentimentos afloram ao ver como os personagens e situações que saíram de sua pena tomam vida?

Como experiência, foi muito enriquecedora sob todo ponto de vista. Participei da rodagem, conheci os atores, estive envolvido no processo criativo, embora não tenha escrito o roteiro. Sem dúvida, o mais mobilizador foi escutar os diálogos do meu romance falados pelos atores, ver a maneira pela qual eles encarnavam os personagens que eu tinha criado. Para alguém que cresceu assistindo filmes, é uma experiência muito forte.

Quando você escreve uma peça para teatro, como no caso de La memoria de Borges, por exemplo, o processo de escrita é diferente? Você leva em conta outros elementos que não considera ao escrever contos ou romances?

A escrita é sempre a mesma, um processo misterioso e interior que vai nos levando e que, por algum tempo, nos compromete e invade sem que possamos evitá-lo. A dramaturgia, ao contrário da escrita de contos ou romances, implica, também, um processo coletivo que envolve o diretor, os atores, os cenógrafos, etc. Essa é a diferença substancial. Nisso é parecido com a escrita de um roteiro de cinema.

Montevideo noir, seu último romance, é um thriller ambientado na Montevidéu dos anos 60 que reafirma seu nome entre os representantes do gênero romance noir. Conte-nos um pouco do que se trata este gênero e qual o  atrativo para você como escritor.


É um gênero com leis muito específicas que precisa, também, de leitores cúmplices. É um gênero que funciona como um formato no qual você pode incluir, no ponto temático, certas doses de comentário social, de reflexão sobre muitos temas que implicam um olhar que não é complacente com a realidade. Mas, além disso, são necessários argumentos que funcionem e deem respaldo a um enredo que interesse ao leitor, que o envolvam no suspense, no mistério e na resolução dessa trama, a qual, necessariamente, deve capturar.

Sabemos que você é amante da música e fanático dos Beatles. Considera que a música que escuta teve alguma influência ou vem servindo de inspiração para sua obra em algum sentido?


A música faz parte da realidade. Em um enredo de um romance, é possível incluir (e, de fato, eu usualmente o faço), mas não inspira um argumento, apenas o completa.

Você está trabalhando em algum romance ou outro tipo de obra literária neste momento?


Sempre estou trabalhando em algo, mas nunca menciono até que não esteja finalizado. É algo em processo que nem sequer tem título.

Agradecemos a entrevista, foi um prazer.

Entrevista con Rafael Bán Jacobsen

«Hay una crucial diferencia entre escribir libros y ser escritor»

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Rafael Bán Jacobsen nació en Porto Alegre en 1981. Este joven y talentoso escritor brasileño es además pianista, docente y físico, y se desempeña como investigador en las áreas de cosmología y física nuclear y de partículas en la Universidade Federal do Rio Grande do Sul.

Ha publicado más de 80 trabajos literarios en periódicos y más de 50 artículos en revistas, y ha participado en más de 40 antologías. Comenzó a escribir desde temprano, a sus 13 años, y muy joven publicó Tempos & costumes (Ed. Alcance, 1997), obra con la que ganó el Prêmio Açorianos de Literatura en la categoría narrativa, galardón que obtuvo en más oportunidades, entre otras premiaciones.

Este profuso escritor, que confiesa seguir la rigurosidad de la física en su proceso de escritura y realizar «la prueba del oído» para asegurar la cadencia de sus líneas, relata cómo trabaja las ideas de una forma más libre: «Las ideas surgen en gran cantidad, por eso las dejo flotar libres por mi cabeza, en medio de todos los demás pensamientos, durante días, semanas, hasta meses, sin anotar nada. Si la idea es buena, sobrevivirá». Aunque divide su vida entre múltiples actividades, Jacobsen es consciente del importante lugar que en ella ocupa la literatura: «Aun cuando estoy ocupándome de otras cosas, sigo escribiendo íntimamente, elaborando todo aquello que será materia de ficción». En esta entrevista el autor nos cuenta, entre otros temas, sobre su estilo narrativo, el papel de la física y la música en su proceso de escritura y su opinión sobre la posibilidad de ser traducido.

¿Cómo describirías el estilo de tu narrativa? ¿Seguís los pasos de algún maestro? ¿Cuáles son tus influencias?

Como siempre digo, soy un escritor que se preocupa más por el lenguaje que por la trama. Después del lenguaje, en segundo lugar, busco dedicarme al análisis psicológico de los personajes. Otro aspecto que juzgo importante en mis textos es que, casi siempre, haya una dimensión mítica detrás de ellos, y eso muchas veces se traduce en una intertextualidad explícita con narrativas de diferentes mitologías (con cierta predominancia de la judeocristiana). A pesar de reconocer huellas de textos de muchos escritores queridos en mis trabajos, no sigo deliberadamente los pasos de ningún autor en especial y tampoco me dejo afligir por la búsqueda de «una voz propia, original», porque no creo que aún haya espacio para la originalidad después de lo tanto que se ha escrito y de lo tanto que ya se ha experimentado en literatura. De todas maneras, puedo destacar algunos escritores que leo mucho y con los que siempre dialogo: Clarice Lispector, Samuel Rawet, Marcel Proust, Virginia Woolf, Yukio Mishima, Raduan Nassar, Isaac Bashevis Singer y Vladimir Nabokov. Además, la lectura de poesía es una influencia constante: Shakespeare, Rimbaud, Baudelaire, Verlaine, Florbela Espanca, Carlos Drummond de Andrade, Augusto dos Anjos, Konstantinos Kaváfis, Sophia de Mello Andresen…

¿Considerás que, en alguna medida, la física y la música influyeron en tus creaciones literarias? ¿De qué manera?

No creo en una influencia directa en la elección de temáticas o en la construcción de tramas, por ejemplo. Sin embargo, pienso que termino empleando el rigor y el método de la física en el proceso de creación de mis textos, es decir, solo puedo escribir si sé exactamente a dónde quiero llegar y si, antes de entregarme al texto propiamente dicho, tengo un esquema de la narración, paso a paso, como si fuese un algoritmo. Pero es verdad que las personas acostumbran reclamarme un libro en el que la física sea tema central y en el cual yo, de cierto modo, me apropie de los conceptos científicos para hacer literatura. Puede ser una buena idea para el futuro, quién sabe. En cuanto a la música, pienso que su estudio temprano me hizo desarrollar el oído, lo que ayuda mucho en esa cuestión de trabajar el lenguaje. Me gusta leer mis textos en voz alta varias veces, sin preocuparme por el significado, poniendo toda la atención en el ritmo de las frases, en la alternancia de sonidos abiertos y cerrados de las sílabas, en la melodía que las palabras encadenadas van construyendo. Este procedimiento (que puede ser bastante largo) es una etapa de revisión del texto decisiva para mí. Cierta vez, un crítico escribió que la gran mayoría de los nuevos autores brasileros no pasaba «la prueba del oído» y que la lectura de sus textos en voz alta recordaba a un niño aprendiendo a tocar el violín. Sea verdad o no, hago todo el esfuerzo posible para escapar de eso.

¿Cómo se da tu proceso de escritura?

Las ideas surgen aleatoriamente: puede ser una frase leída u oída, una imagen vista en vivo y en directo o en alguna ilustración. El paseo errante por entradas de enciclopedia o por versículos bíblicos también suele ser inspirador. Generalmente, la idea inicial ya surge envuelta en una pequeña narración, pero no acostumbro anotar las ideas en seguida que surgen. Las ideas surgen en gran cantidad, por eso las dejo flotar libres por mi cabeza, en medio de todos los demás pensamientos, durante días, semanas, hasta meses, sin anotar nada. Si la idea es buena, sobrevivirá. Ocurre, así, una especie de «selección natural». Cuando una idea sobrevive, hago alguna anotación, me pongo la idea en el bolsillo y salgo por el mundo con ella. Ahí se da una de las partes que, para mí, es de las más interesantes en el proceso de creación: como si fuese un imán, la idea empieza a atraer una gran cantidad de elementos que se suman a ella; son nuevas imágenes, nuevos textos con los cuales dialoga, también canciones. En otras palabras, la idea va reordenando el mundo a su manera, y yo termino tropezándome, en los lugares más insólitos, como por arte de magia, con muchas cosas que tienen mucho que ver con esa idea-imán inicial. Cuando ya hay un volumen significativo de información, empiezo el proceso de escritura propiamente dicho. Soy un escritor metódico y solo puedo poner en el papel la primera frase de una historia si sé antes cuál será la última. Por eso, antes de ponerme manos a la obra, hago resúmenes, esquemas, diagramas. Después de eso, es solo seguir el plan hasta el final, o sea, realizar el trabajo manual, que es siempre la parte más larga, tediosa e ingrata. Como no tengo rutina para escribir —la vida insiste en atropellarme con obligaciones insignificantes y terrenales—, esa fase demora mucho. De hecho, no me gusta escribir: me gusta haber escrito.

Varios de tus cuentos tratan temas vinculados con la cultura judía. ¿También hay elementos autobiográficos?

Realmente hay una fuerte presencia de la temática judía en mis escritos, pero no siempre fue así. Hasta mis veinticinco años de edad, evitaba escribir cualquier cosa sobre el tema, pues consideraba casi un lugar común que el autor judío escribiese sobre judaísmo. En verdad, es lo que las personas esperan: si el escritor es judío, tiene que haber algo de judío en sus textos, es como si hubiese una obligación. Por eso, siempre huí del asunto; no obstante, todo cambió cuando surgió la idea para mi novela Uma leve simetria, que trata del amor entre dos niños judíos. Acepté hacer una concesión y resolví que ese sería mi único trabajo de temática judía. Lo que yo no esperaba era que esa «concesión» le abriera las compuertas a un incontrolable torrente de narrativas sobre el mismo tema. Ya que no tenía cómo contenerme, decidí asumir el judaísmo como uno de los motivos fundamentales de mi literatura. Por otro lado, no hay elementos autobiográficos en mis textos. Siempre noté que, en sus primeros trabajos, muchos escritores tienden a aferrarse a la propia biografía, y siempre vi en esa tendencia un síntoma de amateurismo. Puede ser un prejuicio mío, incluso porque hay varias obras primas de la literatura que tienen abiertamente ese cuño autobiográfico, pero esa impresión me mantuvo alejado de la tentación de hacer ficción calcada de mi propia vida. Claro que mis textos son autobiográficos, pero solo en la medida en que todo texto es autobiográfico, pues un escritor no puede escribir sobre otras cosas sino sobre la propia experiencia. Aun hablando de realidades distantes y de eventos que nunca presencié, estoy, en el fondo, hablando de mí, aunque , la mayoría de las veces, ni siquiera yo sea capaz de relacionar directamente determinada escena o cierto personaje con los elementos de la realidad que los generaron.

¿Qué lugar ocupa la literatura en tu vida?

Yo trabajo como físico en la universidad, ocupo cargos en diversas asociaciones culturales, desempeño actividades en varios frentes de la comunidad judía y además soy del tipo de persona que cocina su propia comida, limpia su propia casa y cuida su propia ropa; así, puede parecer extraño que diga que la literatura ocupa el lugar de mayor importancia en mi vida. De hecho, entre tantos quehaceres, el tiempo que dedico exclusivamente a la literatura es escaso; sin embargo, ella está siempre presente. Aun cuando estoy ocupándome de otras cosas, sigo escribiendo íntimamente, elaborando todo aquello que será materia de ficción. Hay una crucial diferencia entre escribir libros y ser escritor. Escribir y publicar libros es un acontecimiento; ser escritor es mucho más una forma de relacionarse con los propios sentimientos, con las palabras, con los símbolos. Siempre estoy a la caza de símbolos a desvendar y creando mis propios símbolos internos, y hago eso anhelando la palabra escrita. En ese sentido, la literatura está siempre en mí. Y lo único que importa es esto: el símbolo.

¿Qué significa ser escritor en el mundo globalizado actual, dominado por la tecnología y las redes sociales?

Se espera hoy que un autor domine las más diversas plataformas de comunicación y esté presente en las redes sociales, dialogando continuamente con sus lectores, buscando «fidelizarlos», y con toda la sociedad, actuando como un verdadero «formador de opinión». Además, se espera que el autor analice los pequeños eventos del día a día de su comunidad y también los grandes acontecimientos de su tiempo. Finalmente, se afirma la tendencia de que, en las redes sociales, el autor sea un personaje más de sí mismo. Francamente, yo no tengo paciencia ni ganas de hacer ninguna de esas cosas. Me parece que, en el fondo, todo eso se resume a una creciente necesidad de invertir en marketing personal, en un escenario abarrotado de personas que escriben libros y vacío de personas dispuestas a leerlos. En medio de todo eso, muchas veces, infelizmente, lo que menos importa es la literatura.

¿Cuál es tu punto de vista sobre la traducción literaria?

La traducción, antes que nada, es la captura y la cristalización de una lectura en particular: la lectura del traductor, hecha en un cierto lugar, en un determinado momento, y bajo circunstancias específicas. Heráclito ya nos decía que nadie es capaz de bañarse dos veces en el mismo río. Si utilizamos esa imagen para pensar en el proceso de traducción y consideramos, en esa metáfora, el río como un texto, la traducción es nada más que el registro de una zambullida en ese río. Nunca será el río en sí, está claro, y, en el fondo, es solo una posibilidad de registro entre tantas otras que el propio traductor podría concebir en momentos diferentes. Es por todo esto que ser traducido, en el fondo, es ser traicionado, pero deliciosamente traicionado. Porque siempre es mágico para un escritor encarar su propio texto reconstruido en una nueva lengua, por medio de las palabras de otra persona. Y esto es porque mirando de nuevo el texto bajo otra lente, el escritor, ahora en la traducción, puede vislumbrar muestras de las múltiples, de las varias interpretaciones que su texto puede tener, de las varias interpretaciones que puede despertar.

¿Qué implica para un escritor que su obra sea traducida a otros idiomas?

Para un escritor como yo, que se preocupa, sobre todo, con la plasticidad del lenguaje, y no tanto con la construcción de tramas y personajes, la traducción de algo que escribí es siempre la oportunidad de poner a prueba la fuerza del léxico, de las imágenes, de las frases construidas. En caso de que mucho de eso termine perdiéndose en la transposición de una lengua a otra, probablemente significa que fallé en la construcción del vigor que siempre me propuse darle a mi prosa. De lo contrario, si aún logro reconocerme en ese texto reconstruido, si aún logro observar allí lo esencial de aquello que deseé transmitir, probablemente, tendré motivos para celebrar.

¿Por qué aceptaste ser uno de los autores seleccionados para ser traducido por Pontis?

Acepté la propuesta de la revista Pontis justamente para tener una nueva oportunidad de esa naturaleza, de enfrentar mi propio texto revisto por los filtros de otra persona y de verificar si el texto sobrevive a ese proceso de filtrado que es la traducción. Acepté la propuesta de la revista Pontis, también, para tener la oportunidad de ser más leído en Uruguay, ese país tan hermanado a mi estado de origen aquí en Brasil, Rio Grande do Sul. Además, Uruguay es cuna de algunos de los escritores que desde hace mucho frecuentan mis estantes, como Horacio Quiroga, Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti y Mario Arregui.


Há uma crucial diferença entre escrever livros e ser escritor. Entrevista com Rafael Bán Jacobsen

retrato_presentacion_del_autorRafael Bán Jacobsen nasceu em Porto Alegre, em 1981. Este jovem e talentoso escritor brasileiro é, também, pianista, docente e físico; atua como pesquisador nas áreas de cosmologia e física nuclear e de partículas na Universidade Federal do Rio Grande do Sul.

Publicou mais de 80 trabalhos literários em jornais, mais de 50 artigos em revistas e participou de mais de 40 antologias. Começou a escrever desde cedo, aos 13 anos, e muito jovem publicou Tempos & costumes (Ed. Alcance, 1997), obra com a qual venceu o Prêmio Açorianos de Literatura na categoria narrativa, prêmio esse que recebeu em mais oportunidades, entre outras premiações.

Este profuso escritor, que confessa seguir o rigor da física em seu processo de escrita e fazer “o teste do ouvido” para garantir a cadência de suas linhas, relata como trabalha as ideias de uma forma mais livre: “As ideias surgem em grande quantidade, por isso eu as deixo flutuarem livres pela cabeça, em meio a todos os outros pensamentos, por dias, semanas, até meses, sem anotar nada. Se a ideia for boa, ela sobreviverá”. Embora divida sua vida entre numerosas atividades, Jacobsen é consciente da importância do lugar que nela ocupa a literatura: “Mesmo quando estou tratando de outras coisas, sigo escrevendo intimamente, elaborando tudo aquilo que será matéria de ficção”. Nesta entrevista, o autor nos conta sobre seu estilo narrativo, o papel da física e da música em seu processo de escrita, sua opinião sobre a possibilidade de ser traduzido, entre outros assuntos.

Como você descreveria o estilo de suas narrativas? Você segue os passos de algum mestre? Quais são suas influências?

De fato, como sempre digo, sou um escritor que se preocupa mais com a linguagem do que com o enredo. Depois da linguagem, em segundo lugar, busco investir na análise psicológica das personagens. Outro aspecto que julgo importante nos meus textos é que, quase sempre, há uma dimensão mítica por trás deles, e isso muitas vezes se traduz em uma intertextualidade explícita com narrativas de diferentes mitologias (com certa predominância da judaico-cristã). Apesar de eu reconhecer estilhaços dos textos de muitos escritores queridos nos meus trabalhos, eu não sigo deliberadamente os passos de nenhum autor em especial, e tampouco me deixo afligir na busca por “uma voz própria, original”, até porque não acredito que ainda haja espaço para originalidade depois do tanto que já se escreveu e do tanto que já foi experimentado em literatura. Seja como for, posso destacar alguns escritores que leio muito e com quem sempre dialogo: Clarice Lispector, Samuel Rawet, Marcel Proust, Virginia Woolf, Yukio Mishima, Raduan Nassar, Isaac Bashevis Singer e Vladimir Nabokov. Além disso, a leitura de poesia é uma influência constante: Shakespeare, Rimbaud, Baudelaire, Verlaine, Florbela Espanca, Carlos Drummond de Andrade, Augusto dos Anjos, Konstantinos Kaváfis, Sophia de Mello Andresen…

Você considera que, em alguma medida, a física e a música influenciaram suas criações literárias? De que maneira?

Não creio em uma influência direta, na escolha de temáticas ou construção de enredos, por exemplo. Contudo, penso que eu acabo empregando o rigor e o método da física no processo de criação dos meus textos, isto é, só consigo escrever se souber exatamente onde quero chegar e se, antes de me entregar ao texto propriamente dito, eu tiver um plano da narrativa, passo a passo, como se fosse um algoritmo. Mas é verdade que as pessoas costumam me cobrar um livro em que a física seja tema central e no qual eu, de certo modo, me aproprie dos conceitos científicos para fazer literatura. Pode ser uma boa ideia para o futuro, quem sabe. Quanto à música, penso que seu estudo desde cedo me fez desenvolver o ouvido, o que ajuda muito nessa questão de trabalhar a linguagem. Gosto de ler meus textos em voz alta várias vezes, sem me preocupar com o significado, colocando toda a atenção no ritmo das frases, na alternância de sons abertos e fechados das sílabas, na melodia que as palavras encadeadas vão construindo. Esse procedimento (que pode ser bastante longo) é uma etapa decisiva de revisão do texto para mim. Certa vez, um crítico escreveu que a grande maioria dos novos autores brasileiros não passavam pelo “teste do ouvido” e que a leitura de seus textos em voz alta lembrava uma criança aprendendo a tocar violino. Seja verdade ou não, faço todo esforço possível para escapar disso.

Como ocorre seu processo de escrita?

As ideias surgem aleatoriamente: podem ser uma frase lida ou ouvida, uma imagem vista ao vivo ou em alguma ilustração. O passeio errático por verbetes de enciclopédia ou por versículos bíblicos também costuma ser inspirador. Geralmente, a ideia inicial já surge envolta numa pequena narrativa, mas não costumo anotar as ideias logo que surgem. As ideias surgem em grande quantidade, por isso eu as deixo flutuarem livres pela cabeça, em meio a todos os outros pensamentos, por dias, semanas, até meses, sem anotar nada. Se a ideia for boa, ela sobreviverá. Acontece, assim, uma espécie de “seleção natural”. Quando uma ideia sobrevive, eu faço alguma anotação, coloco a ideia no bolso e saio pelo mundo com ela. Aí acontece uma das partes que, para mim, é das mais interessantes no processo de criação: como se fosse um ímã, a ideia começa a atrair uma grande quantidade de elementos que vem se somar a ela – são novas imagens, novos textos com os quais dialoga, também músicas. Em outras palavras, a ideia vai reordenando o mundo ao seu jeito, e eu acabo esbarrando, nos lugares mais improváveis, como se fosse mágica, em muitas coisas que têm tudo a ver com essa ideia-ímã inicial. Quando já há um volume significativo de informações, começo o processo de escrita propriamente dito. Sou um escritor metódico e só consigo colocar no papel a primeira frase de uma narrativa se eu souber antes qual será a última. Por isso, antes do pôr as mãos à obra, faço resumos, esquemas, diagramas. Depois disso, é seguir o plano até o fim, ou seja, realizar o trabalho braçal, que é sempre a parte mais longa, tediosa e ingrata. Como não tenho rotina para escrever – a vida insiste em me atropelar com obrigações miúdas e terrenas –, essa fase demora muito. De fato, eu não gosto de escrever: gosto de ter escrito.

Vários de seus contos tocam questões vinculadas à cultura judaica. Há também elementos autobiográficos?

Realmente há uma forte presença da temática judaica nos meus escritos, mas nem sempre foi assim. Até os meus vinte e cinco anos de idade, eu evitava escrever qualquer coisa sobre esse assunto, pois eu achava quase um lugar-comum que um autor judeu escrevesse sobre judaísmo. Na verdade, é o que as pessoas esperam: se o escritor é judeu, tem de haver algo de judaico nos seus textos, é como se houvesse uma obrigação. Por isso, sempre fugi do assunto; porém, tudo mudou quando surgiu a ideia para o meu romance “Uma leve simetria”, que trata do amor entre dois meninos judeus. Aceitei fazer uma concessão e resolvi que esse seria meu único trabalho com temática judaica. O que eu não esperava é que essa “concessão” abriria as comportas para uma incontrolável enxurrada de narrativas com mesmo tema. Já que não havia como segurar, decidi assumir o judaísmo como um dos motivos fundamentais da minha literatura. Por outro lado, não há elementos autobiográficos nos meus textos. Eu sempre percebi que, em seus primeiros trabalhos, muitos escritores tendem a se agarrar na própria biografia, e eu sempre vi nessa tendência um sintoma de amadorismo. Pode ser um preconceito meu, até porque há várias obras-primas da literatura que têm abertamente esse cunho autobiográfico, mas essa impressão me manteve afastado da tentação de fazer ficção calcada na minha própria vida. Claro que meus textos são autobiográficos apenas na medida em que todo texto é autobiográfico, pois um escritor não pode escrever sobre outras coisas senão sobre a própria experiência. Mesmo falando de realidades distantes e de eventos que nunca presenciei, estou, no fundo, falando de mim, ainda que, na maioria das vezes, nem mesmo eu seja capaz de relacionar diretamente determinada cena ou certo personagem com os elementos da realidade que os geraram.

Qual é o lugar que a literatura ocupa em sua vida?

Eu trabalho como físico na universidade, ocupo cargos em diversas associações culturais, desempenho atividades em várias frentes da comunidade judaica e ainda sou o tipo de pessoa que cozinha a própria comida, limpa a própria casa e cuida das próprias roupas; assim, pode parecer estranho eu dizer que a literatura ocupa o lugar de maior importância na minha vida. De fato, entre tantos afazeres, o tempo que dedico exclusivamente à literatura é escasso; porém, ela está sempre presente. Mesmo quando estou tratando de outras coisas, sigo escrevendo intimamente, elaborando tudo aquilo que será matéria de ficção. Há uma crucial diferença entre escrever livros e ser escritor. Escrever e publicar livros é um acontecimento; ser escritor é muito mais uma forma de se relacionar com os próprios sentimentos, com as palavras, com os símbolos. Estou sempre à caça de símbolos para desvendar e criando meus próprios símbolos internos, e faço isso almejando a palavra escrita. Nesse sentido, a literatura está sempre em mim. E a única coisa que importa é isto, o símbolo.

O que significa ser escritor no mundo globalizado atual, dominado pela tecnologia e redes sociais?

Espera-se hoje que um autor domine as mais diferentes plataformas de comunicação e esteja presente nas redes sociais, dialogando continuamente com seus leitores, buscando “fidelizá-los”, e, com a sociedade toda, agindo como um verdadeiro “formador de opinião”. Além disso, espera-se que o autor analise os pequenos eventos do cotidiano de sua comunidade e também os grandes acontecimentos do seu tempo. Por fim, afirma-se a tendência de que, nas redes sociais, o autor seja mais um personagem de si mesmo. Francamente, eu não tenho paciência e nem vontade para fazer qualquer uma dessas coisas. Parece-me que, no fundo, tudo isso se resume a uma crescente necessidade de investir em marketing pessoal em um cenário abarrotado de pessoas que escrevem livros e esvaziado de pessoas dispostas a lê-los. Em meio a tudo isso, muitas vezes, infelizmente, o que menos importa é a literatura. 

Qual é seu ponto de vista sobre a tradução literária?

A tradução, antes de mais nada, é a captura e a cristalização de uma leitura em particular: a leitura do tradutor, feita em um certo lugar, em um determinado momento, sob circunstâncias específicas.

Heráclito já nos dizia que ninguém é capaz de mergulhar duas vezes no mesmo rio. Se nós usarmos essa imagem para pensar no processo de tradução e considerarmos, nessa metáfora, o rio como sendo um texto, a tradução nada mais é do que o registro de um mergulho nesse rio. Nunca será o rio em si, é claro, e, no fundo, é apenas uma possibilidade de registro entre tantas outras que o próprio tradutor poderia conceber em momentos diferentes.

É por tudo isso que ser traduzido, no fundo, é ser traído, mas deliciosamente traído. Porque é sempre mágico para um escritor encarar o seu próprio texto reconstruído numa nova língua, por meio das palavras de uma outra pessoa. Isso porque, olhando de novo o texto sob novas lentes, o escritor, agora na tradução, pode vislumbrar amostras das múltiplas, das várias interpretações que seu texto pode ter, das várias interpretações que ele pode despertar.

O que implica para um escritor que sua obra seja traduzida a outros idiomas?

Para um escritor como eu, que se preocupa, sobretudo, com a plasticidade da linguagem, e nem tanto com a construção de enredos e personagens, a tradução de algo que eu escrevi é sempre a oportunidade de pôr à prova a força do léxico, das imagens, das frases construídas. Caso muito disso acabe se perdendo na transposição de uma língua para a outra, provavelmente significa que eu falhei na construção do vigor que eu sempre propus dar a minha prosa. Do contrário, se eu ainda conseguir me reconhecer neste texto reconstruído, se eu ainda conseguir enxergar ali o essencial daquilo que eu desejei transmitir, provavelmente, eu terei motivos para comemorar.

Por que você aceitou ser um dos autores selecionados para ser traduzido por Pontis?

Aceitei a proposta da revista Pontis justamente para ter uma nova oportunidade dessa natureza, de enfrentar o meu próprio texto revisto pelos filtros de uma outra pessoa e verificar se o texto sobrevive a esse processo de filtragem, que é a tradução. Aceitei a proposta da revista Pontis, também, para ter a oportunidade de ser mais lido no Uruguai, esse país tão irmanado ao meu estado de origem aqui no Brasil, Rio Grande do Sul. Além disso, o Uruguai é berço de alguns dos escritores que há muito frequentam as minhas estantes, como Horacio Quiroga, Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti e Mario Arregui.

 

Entrevista a la traductora Amalia Sato

Amalia Sato es argentina y la traductora del libro “Eles e elas”, de Júlia Lopes de Almeida, obra abordada en la edición n° 1 de la revista Pontis – Prácticas de traducción. Compartimos aquí la entrevista que amablemente Sato le concedió a Pontis sobre su experiencia de traducción de esta obra.

¿Cómo ocurrió su primer contacto con la obra de Júlia Lopes de Almeida, escritora cuya producción en el siglo XIX alcanzó alto prestigio en un ambiente predominantemente masculino, pero que, actualmente, no tiene el protagonismo en la constitución del canon literario, como sería lo esperado?

En 2010 participé del Congreso BRASA, organizado por la Universidade de Vanderbilt en Brasília, con una ponencia sobre portunhol (alimentada por mi práctica como docente de español para brasileños en la Fundación Centro de Estudos Brasileiros, institución señera que lamentablemente ya no existe). Allí conocí en la mesa de inscripciones, por esas casualidades-causalidades de la vida, a la profesora Nadilza Martins de Barros Moreira de la Universidade de Paraíba, con quien establecimos una amistad instantánea. Fue ella quien me hizo conocer la obra de Júlia y su pasión por la figura de esta feminista pionera. Cuando, tiempo más tarde, la editorial Leviatán de Buenos Aires, para la cual ya había traducido dos autores brasileños, me preguntó si tenía algo para sugerir, no dudé en proponer las crónicas de Ellos y ellas, las cuales se editaron en 2012, con prólogo de Nadilza y traducción a mi cargo. El libro mereció una nota en el suplemento «Las 12» del diario Página 12 de Buenos Aires.

 

¿Por qué la elección de Eles e elas? ¿Es una obra con características especiales en relación a las demás producciones de la autora?

Las crónicas tienen una actualidad increíble, las estrategias que la autora hila para dar cuenta de la situación de opresión de las mujeres de su época son habilísimas: siempre mantener un frívolo buen tono, asumir con humor voces de varón críticas o irónicas respecto de las mujeres, tocar temas candentes salpicando el texto con palabras en francés que blindan de cultura y savoir faire las críticas astutamente armadas.

Dan ganas de seguir traduciendo la producción de Júlia, por ejemplo, sus cuentos para niños, que fueron material de lectura por décadas en la enseñanza oficial.

 

¿Cómo fue el proceso de traducción? ¿Qué aspectos referentes a la traducción de los cuentos le llamaron más la atención?

La lengua y el estilo de Júlia son modernos, no hay un hiato dificultoso al leerla, por lo tanto, tampoco la traducción generaba problemas, salvo el compromiso de mantener su «tono», frívolo, ligero, afrancesado, de párrafos extensos, con digresiones a modo de monólogos interiores.

 

¿Cuáles fueron las mayores dificultades encontradas en el proceso de traducción de los cuentos? ¿Qué técnicas o medios utilizó para sortear esas dificultades?

Encontrar un vocabulario que diera el matiz de época para traducir todo lo que era vestimenta, costumbres, usos en la mesa, tratamiento hacia el personal de servicio, en fin, el lenguaje de clase acomodada que permitía la crítica aguda que insinuaba sin caer en confrontaciones, con un tono de salón autorizado ante oyentes atentos.

 

¿Cuáles serían los consejos que daría a traductores que inician en el ámbito literario?

No consejos, sino las certezas que me dio la práctica. Que toda traducción es lectura de época, como decía el gran y admirado Haroldo de Campos. Que no se traduce a un autor —lo cual podría inhibirnos mucho—, sino textos a los que hay que encontrarles soluciones, las mejores de ser posible, sin derecho a nota a pie de página. Y, sobre todo, que si nos encomiendan una traducción literaria, no hay que mecanizar —lo contrario de la traducción técnica o legal—, sino ver cada texto como algo único; sobre todo recordar que el efecto de esa traducción tiene que ser literario, es decir, provocar esa emoción que surge de un amasado de sonidos, ritmo, silencios, conceptos sin explicación y sin recuerdo —la amnesia es un buen dato de que se ha trabajado con entrega—, y que trabajar ese conglomerado de recursos que se van estableciendo y borrando es el andamiaje secreto de cada traductor. Un traductor literario tiene que ser ante todo un lector apasionado, amoroso, un subrayador de textos, un viajero curioso en el universo de la literatura.


 

Tradução ao português

Como ocorreu seu primeiro contato com a obra de Júlia Lopes de Almeida, escritora cuja produção alcançou alto prestígio no século XIX em um ambiente predominantemente masculino, mas que, atualmente, não tem o protagonismo na constituição do cânone literário, como seria esperado?

Em 2010 participei do Congresso BRASA, organizado pela Universidade de Vanderbilt em Brasília, com uma apresentação sobre Portunhol (alimentada com minha prática como professora de espanhol para brasileiros na Fundação Centro de Estudos Brasileiros instituição única que infelizmente já não existe). Ali conheci na mesa de inscrições, por essas casualidades-causalidades da vida, a Professora Nadilza Martins de Barros Moreira da Universidade da Paraíba, com quem estabeleci uma amizade instantânea. Foi ela quem me fez conhecer a obra de Júlia e sua paixão pela figura dessa feminista pioneira. Quando, tempo mais tarde, a editora Leviatán de Buenos Aires, para a qual já tinha traduzido dois autores brasileiros, me perguntou se tinha algo para sugerir, não hesitei em propor as crônicas de Eles e elas, que foram editadas em 2012, com prólogo de Nadilza e tradução a meu cargo. O livro mereceu uma nota no suplemento “Las 12” do jornal Página 12 de Buenos Aires.

 

Por que a escolha de Eles e elas? É uma obra de características especiais em relação às demais produções da autora?

As crônicas têm uma atualidade incrível, as estratégias que a autora tece para dar conta da situação de opressão das mulheres de sua época são habilíssimas: sempre manter um frívolo bom-tom, assumir com humor vozes de homem críticas ou irônicas em relação às mulheres, tocar assuntos candentes salpicando o texto com palavras em francês que blindam de cultura e savoir-faire as críticas astutamente armadas.

Dá vontade de continuar traduzindo a produção de Júlia, por exemplo: os contos para crianças que foram material de leitura por décadas no ensino oficial.

 

Como foi seu processo de tradução? Quais aspectos referentes à tradução dos contos chamaram mais a sua atenção?

A língua e o estilo de Júlia são modernos, não há um hiato dificultoso ao ler sua obra; portanto, a tradução também não gerava problemas, além do compromisso de manter seu “tom”, frívolo, ligeiro, afrancesado, de parágrafos extensos, com digressões no modo de monólogos interiores.

 

Quais foram as maiores dificuldades encontradas no processo de tradução dos contos? Que técnicas ou meios utilizou para resolver essas dificuldades?

Encontrar um vocabulário que desse o matiz de época para traduzir tudo o que era vestimenta, costumes, usos na mesa, tratamento ao pessoal de serviço, enfim, a linguagem de classe acomodada que permitia a crítica aguda que insinuava sem cair em confrontações, com um tom de salão autorizado diante de ouvintes atentos.

 

Quais seriam os conselhos que daria para os tradutores iniciantes no âmbito literário?

Não conselhos, mas sim as certezas que me foram dadas pela prática. Que toda tradução é leitura de época, como dizia o grande e admirado Haroldo de Campos. Que não se traduz um autor o que poderia nos inibir muito , mas textos para os quais é preciso encontrar soluções, as melhores, se possível, sem direito à nota de rodapé. E fundamentalmente que, se nos encomendam uma tradução literária, não devemos mecanizar caso contrário ao da tradução técnica ou juramentada, mas ver cada texto como algo único: lembrar, sobretudo, que seu efeito tem de ser literário, isto é, provocar essa emoção que surge de sons, ritmo, silêncios, conceitos sem explicação e sem lembrança a amnésia é um bom dado de que se trabalhou com dedicação ,  e que trabalhar esse conglomerado de recursos que vão se estabelecendo e apagando é a andaimaria secreta de cada tradutor. Um tradutor literário tem de ser antes de tudo um leitor apaixonado, amoroso, um marcador de textos, um viajante curioso no universo da literatura.