Sobre el mango forrado, las lastimadas manos aguantaron el resto de la jornada. El segundo día, al rato de empezar, tiraron las botas. Habían ido...
Se vinieron entusiasmados.
Habían oído hablar del pueblo como fuente de trabajo abundante y bien pagado.
La propaganda fluía por todas partes: «Polo de desarrollo… ejemplo a seguir…».
Como jóvenes que eran, como pobres que eran, se agarraron a la esperanza dándola por hecha.
Como citadinos que también eran, junto con la esperanza empacaron entre sus cosas un cierto menosprecio por las dificultades que alguien les vaticinó:
—¡Si aquellos canarios pueden, no vamos a poder nosotros! Faltaba más. Gurises de diez y doce años —les habían dicho— hacían aquel trabajo. Y hasta mujeres, a veces… Imaginate.
No podían pensar de otra manera. Eran tipos piolas, criados en ciudad grande, informados, acostumbrados a todo. ¿No iban a poder con aquello si los canarios del norte, pobres, lo hacían?
Un nativo del lugar, radicado hacía mucho tiempo en Montevideo, trató de prevenirlos:
—Mire que no es bien así, compañero. Es trabajo bruto. Lo hice cuando muchacho y no lo quiero volver a hacer.
Vieram entusiasmados.
Tinham ouvido falar do povoado como fonte de trabalho abundante e bem pago.
A propaganda corria por toda parte: “Polo de desenvolvimento… exemplo a seguir…”.
Como jovens que eram, como pobres que eram, agarraram-se à esperança, dando-a como certa.
Como citadinos que também eram, junto com a esperança, guardaram entre suas coisas um certo menosprezo pelas dificuldades que alguém lhes vaticinou:
— Se aqueles caipiras podem, como a gente não vai poder? Só faltava essa. Guris de dez e doze anos — tinham lhe falado — faziam aquele trabalho. E até mulheres, às vezes… Imagina.
Não podiam pensar de outro jeito. Eram caras legais, criados em cidade grande, informados, acostumados a tudo. Como eles não iam poder com aquilo, se os caipiras do norte, pobres, conseguiam?
Um nativo do lugar, radicado fazia muito tempo em Montevidéu, tentou preveni-los:
— Olha que não é bem assim, companheiro. É trabalho bruto. Fiz quando jovem e não quero voltar a fazer.
Ellos miraron al hombrecillo. Menudo y ligero como un pájaro, las manos lisas —era ascensorista—, la piel clara de quien vive en edificios, ¿cañero, él?
No le creyeron mucho. Ni siquiera creyeron que el hombrecillo de manos lisas que manejaba ascensores hubiera hecho aquello alguna vez. Se vinieron. Embalados. Cantando en un horrible portugués sin acento la canción que solían oír mientras hacían planes, la que cantaban Larbanois-Carrero: «Você fala com ela, que ela vai, / mas se você não bate, ela não cai…».
Se vinieron a cortar caña.
Cuando les mostraron dónde iban a quedarse, no se asustaron. Los ranchos pobres y barrosos, los barrios míseros, no eran novedad. Ni el ir por agua a una única canilla distante.
Una adivinada sorna en los ojos del capataz que los fichó —aunque el hombre ni siquiera había sonreído— les azuzó el amor propio. Sentados junto al fuego donde se cocía la comida, tomaron la palabra y no la soltaron más.
Contaban los peligros de la ciudad, los barrios bajos, los asaltos.
—…y en los ómnibus repletos, ¡ojo con los pungas! Nosotros estamos acostumbrados, claro, ya no nos pasan.
Eles olharam para o homenzinho. Miúdo e leve como um pássaro, as mãos lisas — era ascensorista —, a pele clara de quem mora em prédios… Cortador de cana, ele?
Não acreditaram muito. Nem sequer acreditaram que o homenzinho de mãos lisas que controlava elevadores tivesse feito aquilo alguma vez. Vieram. Empolgados. Cantando em um horrível português sem sotaque a música que costumavam ouvir enquanto faziam planos, a que cantavam Larbanois-Carrerro: “Você fala com ela, que ela vai, / mas se você não bate, ela não cai…”.
Vieram cortar cana.
Quando lhes mostraram onde iam ficar, não se assustaram. Os ranchos pobres e lamacentos, os bairros míseros, não eram uma novidade. Nem conseguir água indo até uma única torneira distante.
Um sarcasmo adivinhado nos olhos do capataz que os registrou — embora o homem nem tivesse sorrido sequer — lhes atiçou o amor próprio. Sentados junto ao fogo onde se cozinhava a comida, tomaram a palavra e não a soltaram mais.
Contavam os perigos da cidade, os bairros pobres, os assaltos.
— …e nos ônibus lotados, te liga nos batedores de carteira! A gente está acostumado, claro, eles já não nos tapeiam.
Se reían de las mañas de sus conciudadanos para burlar la ignorancia de los canarios.
—…y si el tachero te ve cara de pajuerano, te pasea por todo Montevideo, para cobrarte más…
Los otros —cañeros viejos en su mayoría— escuchaban sin intervenir casi.
El madrugón del otro día, el frío de la helada, todavía no los achicó: también al frío y al poco sueño estaban acostumbrados.
La cosa se puso dura en el campo.
El tizne del cañaveral quemado los dejó irreconocibles en un rato. El olor penetrante de la melaza y el vaho que levantaba el sol de la tierra barrosa asfixiaban, abrasando los pulmones. La caña trabada, y con varios días de quemada, era particularmente dura y difícil. Los cortadores veteranos sudaban a chorros; los novatos, a la media tarde, ya no podían sujetar la cortadora. El roce del mango levantaba ampollas como huevos, que al reventar se convertían en heridas vivas y hacían intolerable el contacto con la herramienta.
—Ponga un «fiel» en el mango, cumpa1—ayudó uno.
—¿Un qué?
—Esto, mire: unas tiras de trapo fuerte, forre con ellas el mango y pase una lazada por la muñeca. Ayuda a afirmar.
________________________________________
1 Cumpa: ‘compadre’, ‘compañero’.
Eles riam das artimanhas dos seus concidadãos para driblar a ignorância dos caipiras:
— …e se o taxista vê que tem cara de jeca, dá voltas contigo por toda a cidade de Montevidéu, para te cobrar mais…
Os outros — cortadores velhos, na sua maioria — escutavam quase sem intervir.
A madrugada do outro dia, o frio da geada, ainda não os acanhou: também ao frio e ao pouco sono estavam acostumados.
A coisa ficou dura no campo.
A fuligem do canavial queimado os deixou irreconhecíveis em pouco tempo. O cheiro penetrante do melaço e o vapor que o sol levantava da terra lamacenta asfixiavam, abrasando os pulmões. A cana travada, e queimada dias atrás, era particularmente dura e difícil. Os cortadores veteranos suavam em bicas; os novatos, à meia tarde, já não podiam segurar a machada. O atrito do cabo levantava bolhas como ovos, que, ao estourarem, viravam feridas vivas e tornavam intolerável o contato com a ferramenta.
— Bota um “fiel” no cabo, cumpa1 — ajudou um deles.
— Um quê?
— Isto, olha: umas tiras de pano forte, forra com elas o cabo e passa uma laçada pelo pulso. Ajuda a firmar.
____________________________________
1 Cumpa: ‘compadre’, ‘parceiro’.
Sobre el mango forrado, las lastimadas manos aguantaron el resto de la jornada.
El segundo día, al rato de empezar, tiraron las botas. Habían ido de pantalón corto, el reborde de plástico duro les llagó dolorosamente las piernas con el roce. Cada paso era un martirio. Descalzos, se sintieron más libres… por un rato.
Los peludos viejos —tal vez intencionadamente, tal vez no— se prevenían unos a otros:
—Ta' mal quemao…
—No agarró fuego abajo.
—Debe haber bicho que da asco…
—¿Bichos? —se interesaron, a pesar del cansancio que los enmudecía.
—Bichos. Yara2. ¿Conoce? Cuando no está bien quemada la caña, quedan ciegas por el fuego, pero no se van… ahí que son peligrosas.
—¿Venenosas?
—¡Y tanto! Si le acierta una vena, no llega al hospital.
Volvieron a ponerse las botas.
______________________________________
2 Yara: ‘yararacusú’, serpiente venenosa común en los cañaverales.
Sobre o cabo forrado, as machucadas mãos aguentaram o resto da jornada.
No segundo dia, pouco depois de começar, tiraram as botas. Tinham ido de calça curta, o rebordo do plástico duro lhes feriu dolorosamente as pernas pelo atrito. Cada passo era um martírio. Descalços, sentiram-se mais livres… por um momento.
Os peludos mais velhos — talvez propositadamente, talvez não — preveniam uns aos outros:
— Tá mau queimadu…
— Não pegou fogo embaixo.
— Deve ter bicho pra caramba…
— Bicho? — interessaram-se, apesar do cansaço que os emudecia.
— Bicho. Yara2. Conhece? Quando a cana não está bem queimada, ficam cegas pelo fogo, mas não vão embora, aí sim são perigosas.
—Venenosas?
—Demais! Se pegar uma veia, não chega no hospital.
Voltaram a pôr as botas.
____________________________________
2 Yara: ‘yararacusú’, cobra venenosa comum nos canaviais.
Esa noche enmudecieron. Silenciosos estaban. Hablando cortado, con monosílabos. Aprendiendo en pocas horas el silencio habitual en los otros.
Resistieron exactamente tres días.
El golpe de gracia fue en la tardecita del miércoles.
En la punta de un surco, el más joven de los dos se agachó a juntar una brazada de caña. Un relámpago gris inidentificable se le escurrió por entre las piernas. El muchacho gritó con toda su alma. Los compañeros lo rodearon, pero no le había pasado nada. Un trabajador mató al bicho de cruce, de plano con el facón.
—¿Yara? —preguntó el sureño con voz temblorosa, sin querer mirar lo que el otro tenía en la mano.
—No. Aperiá —contestó el hombre levantando al pequeño roedor.
Los trabajadores se partían de risa. Los muchachos claudicaron. Hablaron con el capataz, pidieron arreglo de cuentas. No les daba ni para el pasaje.
Entonces los canarios mostraron la hilacha. Un cañero viejo juntó a los otros a deliberar.
—Los hombres están en la mala…
—Quieren volver a la ciudá.
Nessa noite emudeceram. Silenciosos estavam. Falando entrecortado, com monossílabos. Aprendendo em poucas horas o silêncio habitual nos outros.
Resistiram exatamente três dias.
O golpe de graça foi na tardinha da quarta-feira.
Na ponta de um sulco, o mais jovem dos dois se agachou para juntar um feixe de cana. Um relâmpago cinza inidentificável escorreu entre suas pernas. O rapaz gritou com toda sua alma. Os colegas o rodearam, mas não tinha lhe acontecido nada. Um trabalhador matou o bicho, ao passar, dando em cheio com o facão.
— Yara? — perguntou o montevideano com voz trêmula, sem querer olhar o que o outro tinha na mão.
— Não. Preá — respondeu o homem levantando o pequeno roedor.
Os trabalhadores rolavam de rir. Os meninos se renderam. Falaram com o capataz, pediram para acertar as contas. Não chegava nem para pagar a passagem.
Então, os caipiras mostraram as caras. Um velho cortador juntou os outros para deliberar.
— Os homens estão na pior…
— Querem vortá prá cidade.
—No les gustó la caña…
—¡Ni los aperiases!
Entre las ásperas carcajadas, asomó el sentir del aldeano, acostumbrado a mirar por su vecino, incapaz de la indiferencia a la que habitúa la ciudad grande.
Ahí los mozos se acordaron de la otra parte de la canción aquella: «Caña de azúcar, amarga / la vida que nos tocó. / No se asuste, compañero, / que uno más uno son dos».
Se juntaron varios, seis o siete. Cada uno terminó una «lucha»3. El viejo, líder tácito por viejo, dio el dinero a los muchachos.
—Con esto les da pa’ irse, y queda algo. Hasta que se arreglen.
Los sureños —buena gente al fin— tuvieron la hombría de tragarse el orgullo. Agradecieron de corazón. Abrazaron al viejo que había reunido a los otros. Dejaron direcciones, quedaron a las órdenes. No se dejaron estrechar las manos porque las tenían hechas llaga.
Caminando por la ruta rumbo a la parada de ómnibus, los alcanzó una llovizna de ceniza. De lejos se veía la humareda y las llamas.
________________________________________
3 Lucha: fracción determinada de caña que se paga por unidad.
— Não gostaram da cana…
— Nem das preás!
Entre as ásperas gargalhadas, surgiu o sentimento do aldeão, acostumado a olhar pelo próximo, incapaz da indiferença a que a grande cidade se habitua.
Aí os moços se lembraram do outro trecho daquela música: “caña de azúcar amarga / la vida que nos tocó. / No se asuste, compañero, / que uno más uno son dos”*.
Juntaram-se vários, seis ou sete. Cada um finalizou uma “lucha”3. O velho, o líder tácito por ser velho, deu o dinheiro para os rapazes.
— Cum istu dá pra ir imbora e sobra um pouco. Até qui si virem.
Os montevideanos — gente boa afinal de contas — tiveram a hombridade de engolir o orgulho. Agradeceram de coração. Abraçaram o velho que tinha reunido os outros. Deixaram seus endereços, ficaram às ordens. Não permitiram que apertassem suas mãos porque elas estavam em carne viva.
Caminhando pela estrada rumo ao ponto de ônibus, um chuvisco de cinza os atingiu. De longe, se enxergavam a fumaça e as chamas.
________________________________________
3 Lucha: porção determinada de cana, que se paga por unidade.
—Mirá, están quemando.
El otro ni se dio vuelta.
—Dejá esas cañas mugrientas, hermano. Vámonos a casa.
Y mirando de costado el cañal verde junto a la carretera, rabió rencorosamente:
—¡Que las corte el hijo de puta que las plantó!
El menudo ascensorista, vuelto del trabajo, mateaba solito a la puerta de su casa cuando los vio pasar de vuelta.
Una chispa de burla —o de nostalgia— le encendió los ojos.
—¿Ya terminó la zafra, cumpas? ¡Mal año…!
Lo miraron, nomás. Pasaron de largo sin contestarle.
— Olha, estão queimando.
O outro nem se virou.
— Deixa essas canas imundas, irmão. Vamos para casa.
E olhando de viés o canavial junto à estrada, gritou raivosamente:
— Que corte o filho da puta que plantou!
O miúdo ascensorista, depois de ter voltado do trabalho, tomava chimarrão sozinho na porta da sua casa quando os viu passar de volta.
Uma faísca de burla — ou nostalgia — acendeu-lhe os olhos.
— Já acabou a safra, cumpas? Mau ano…!
Olharam-no, apenas. Passaram direto sem responder.
Traduzido por Leticia Lorier e Mayte Gorrostorrazo