Caña, yerba, rapadura, y un royo e’ naco nomás… Los pobres contrabandeamos a gatas pa’ remediar. (Osiris Rodríguez Cast...
Caña, yerba, rapadura,
y un royo e’ naco nomás…
Los pobres contrabandeamos
a gatas pa’ remediar.
(Osiris Rodríguez Castillos, «Camino de los quileros».)
Hay que hacerlo esta noche, todo está arreglado y tenemos que aprovechar la noche cerrada, sin luna. La cosa es que el Mario no va a poder, tiene la pierna a la miseria, el tobillo es un bollo rojo y, de la infección, le dan chuchos de frío.
Por eso mismo hay que apurar la cosa, si el negocio se jode, la veo fea para el Mario.
Ya fue dos veces al hospital y no mejora, hay que mandarlo a Salto y no tiene seguro de paro. Dónde se vio contrabandista con seguro…
Todo está pronto y tenemos que ser cuatro como siempre: Mario adelante —es el más viejo y baquiano— con las radios y las cajas de pilas, es liviano, pero es lo que más da.
Atrás nosotros tres con lo demás: las botellas de caña, el café, las sardinas. Ananá no sé si habrán puesto en esta carga.
…Caña, yerba, rapadura,
y un royo e’ naco nomás…
Los pobres contrabandeamos
a gatas pa’ remediar.
(Osiris Rodríguez Castillos, “Camino de los quileros”.)*
Tem que ser feito nesta noite, tudo está combinado e temos que aproveitar a noite fechada, sem lua. A coisa é que o Mário não vai poder, sua perna está um horror, o tornozelo feito uma bola vermelha, e, por causa da infecção, ele tem calafrios.
Por isso mesmo é que temos que apressar a coisa, se o negócio der merda, a situação vai ficar feia para o Mário.
Ele já foi duas vezes pro hospital e não está melhorando, tem que mandar ele pra Salto, mas não tem seguro-desemprego. Onde já se viu, um contrabandista com seguro…
Tudo está pronto e temos que ser quatro como sempre: Mário na frente — ele é o mais velho e vaqueano — com os rádios e as caixas de pilhas, é leve, mas é o que mais dá.
Atrás, nós três com o resto: as garrafas de cachaça, o café, as sardinhas. Abacaxi não sei se terão colocado nesta carga.
Fuimos a lo del Mario a ver qué se hacía, y nos salió con que el gurí ya puede ir haciendo algo por la vida. Nito y yo nos miramos; el gurí del Mario andará por los trece y nunca anduvo en esto. Y no es broma cruzar el puente de hierro con el río crecido y el carguero en los hombros, en la oscuridad casi total.
Uno va por los rieles que están afirmados en los durmientes, a setenta centímetros uno de otro; cada veinte durmientes, un espacio más largo, casi metro veinte, creo: los escapes de agua. Uno ya está práctico. Veinte pasos medidos, uno largo. Veinte pasos, uno largo. No mirar abajo ni a los costados. Frenar la ojeada en el hierro, el tiempo justo para entreverlo o adivinarlo en la oscuridad, y no dejar por nada del mundo que se resbale el ojo hasta abajo, hasta el lomo erizado del río. Mirar adelante, a la costa, veinte pasos, uno largo. El carguero bien afirmado en los hombros. Arriba el cielo negro, sin luna. A la derecha —no mirar—, la luz de la aduana donde vigilan los guardas en el puente nuevo de cemento. Abajo el río, crecido, mugiendo, no mirar nunca abajo, veinte pasos, uno largo. No hay piso, solo los rieles sobre las columnas. El barandal de los lados no sujeta un hombre en caso de un resbalón, están demasiado lejos; es ancho como para dar paso al tren que ya no viene. Setecientos metros de puente de hierro sobre el vacío.
Fomos até a casa do Mário pra ver o que fazer, e ele saiu com uma que o guri já pode ir fazendo alguma coisa da vida. Nito e eu nos olhamos; o guri do Mário deve ter uns treze anos e nunca andou nisso. E não é brincadeira cruzar a ponte de ferro com o rio cheio e a carga nos ombros, na escuridão quase total.
A gente vai pelos trilhos que estão afixados nos dormentes, a setenta centímetros um do outro; a cada vinte dormentes, um espaço maior, quase um metro e vinte, eu acho: os escapes de água. A gente já é experiente. Vinte passos medidos, um longo. Vinte passos, um longo. Não olhar pra baixo nem pros lados. Frear o olhar no ferro, o tempo suficiente para entrever ou adivinhar na escuridão, e não deixar por nada desse mundo que o olho escorregue para baixo, até o lombo arrepiado do rio. Olhar pra diante, pra costa, vinte passos, um longo. A carga bem apoiada nos ombros. Em cima o céu preto, sem lua. À direita — não olhar — a luz da alfândega onde os guardas vigiam na nova ponte de cimento. Abaixo o rio, cheio, mugindo, não olhar nunca para baixo, vinte passos, um longo. Não tem chão, somente os trilhos sobre as colunas. A balaustrada dos lados não segura um homem em caso de escorregão, está longe demais; é largo como para dar passagem ao trem que já não vem. Setecentos metros de ponte de ferro sobre o vazio.
No puede ser cualquier noche, la carga tiene que estar pronta, no debe haber luna, ni mucho viento tampoco porque el viento allá arriba, y con el carguero encima, puede tirarte.
Con el Mario ya lo hicimos muchas veces, después se nos juntaron Nito y el Ronco, hace años que somos reconocidos como bagayeros guapos y responsables. Y prácticos, veinte pasos, uno largo, uno sabe, el cuerpo aprende de memoria el movimiento.
Cuando pasamos por el barraco, Mario parecía estar peor que a la tardecita, con los ojos hundidos —o sería la luz—. Se terminó el gas del farol y hay solo una curuya prendida.
Si Dios quiere, para mañana le traemos lo que haga falta, la carga ya está colocada, es solo traer y cobrar.
El gurí estaba sentado en un banquito bajo, al lado del brasero. Parecía tranquilo, pero los dedos no dejaban de retorcer la lana del pelego que cubría el banco. Mientras Nito tomaba un trago con el Mario, me le arrimé:
—¿Está pronto para la patriada, mi amigo?
Não pode ser qualquer noite, a carga tem que estar pronta, não pode ter lua e muito vento também não, porque o vento lá em cima, e com a carga nos ombros, pode empurrar a gente.
Com o Mário já fizemos isso muitas vezes, depois se juntaram a nós o Nito e o Ronco, faz tempo que a gente é reconhecido como bagayeros corajosos e responsáveis. Também experientes, vinte passos, um longo, a gente sabe, o corpo aprende o movimento de cor.
Quando passamos pelo barraco, o Mário parecia estar pior do que no final da tarde, com os olhos fundos — ou seria por causa da luz. Acabou-se o gás da lanterna e apenas uma curuya fica acesa.
Se Deus quiser, amanhã a gente traz o que faltar, a carga já foi colocada, é só trazer e cobrar.
O guri estava sentado num banquinho baixo, do lado do braseiro. Parecia tranquilo, mas os dedos não deixavam de retorcer a lã do pelego que cobria o banco. Enquanto Nito tomava uma com o Mário, eu cheguei perto do guri:
— Estás pronto pra façanha, meu amigo?
Él me vichó de reojo y se sonrió, sin contestar. Era un gurí lindo, pelo chuzo como el Mario, ojos grandes, parecía un coaticito. Pensé en darle un ticholo que traía en la campera, pero se me ocurrió que lo iba a tratar como a un cachorro justo el día que tenía que hacerse hombre. En vez del ticholo le di una palmada en el hombro.
Mario levantó la cabeza del catre y me miró con ojos como brasas. Sería la fiebre, o la caña. Sin dejar de mirarme a mí, le habló al hijo:
—¿Se puso el buzo grueso?
El muchacho manoteó un buzo oscuro
—Pongo en el camino.
Mario me seguía mirando con ojos de fiebre, pero no llegó a hablarme nada. Para desatar el nudo que me estaba molestando al tragar, jorobé al gurí:
—La vida es una cebolla, mi amigo…
Me miró y me dedicó otra de aquellas sonrisas furtivas.
—…y hay que pelarla llorando…
Él se rio sin sonido, solo con el gesto. Nos encaminamos al puerto; enganchamos al Ronco en el camino.
Ele me olhou de esguelha e sorriu pra mim, sem responder. Era um guri bonito, cabelo duro que nem o do Mário, olhos grandes, parecia um quatizinho. Pensei em lhe dar um ticholo que eu trazia no casaco, mas achei que seria tratar o piá como um filhote logo no dia que teria que se tornar um homem. Em lugar do ticholo, dei a ele um tapinha no ombro.
Mário levantou a cabeça do catre e olhou pra mim com os olhos em brasas. Seria por causa da febre ou da cachaça. Sem deixar de olhar pra mim, ele disse pro filho:
— Colocou o casaco grosso?
O moleque pegou um casaco escuro.
— Ponho no caminho.
O Mário continuava a me olhar com olhos de febre, mas não conseguiu falar nada. Para desatar o nó que estava me incomodando quando engolia, brinquei com o guri:
— A vida é uma cebola, meu amigo…
Ele olhou pra mim e me dedicou outro daqueles sorrisos furtivos.
— …e tem que descascar chorando…
Ele riu sem som, apenas com um gesto. Nos encaminhamos pro porto; pegamos o Ronco no caminho.
El gurí estaba resultando machazo, como criado en el trabajo. A la ida por el puente de cemento, como si nos fuéramos de paseo, ni mosqueó al pasar por los guardias.
El milico más viejo embromó:
—Traen compañero nuevo…
El Nito siguió la joda:
—Lo vamos a sacar bueno, lo llevamos a conocer la cara de Dios en el rancho de la María das Graças…
—Muy nuevo el pia… ¿Será que aguanta? —dijo el viejo acariciando el fusil que tenía sobre las rodillas, y todos, el gurí también, nos dimos cuenta de la doble intención, pero él ni pestañeó, firmes las manos metidas en los bolsillos.
En el depósito se portó como un veterano; arregló las cargas, tomó sin chistar la que le dieron, aceptó que yo lo ayudara a colocar el carguero en los hombros. No sé qué me dio, hombros de gurisito todavía. Pero la expresión de la cara era dura, no habló para nada. Guapo, el piacito. Bueno, hijo de tigre…
A la vuelta, el Nito tomó la delantera. El gurí al medio, yo detrás, el Ronco cerrando la marcha. Avanzamos. Veinte pasos, uno largo. El agua mugiendo abajo.
O guri estava se mostrando muito macho, como se criado nesse trabalho. No caminho de ida, pela ponte de cimento, como se a gente estivesse saindo de passeio, ele nem se agitou ao passar pelos guardas.
O milico mais velho zombou:
— Trazem companheiro novo…
O Nito seguiu com a piada:
— Esse aí vai sair bom, estamos levando ele pra descobrir os prazeres da vida no rancho da Maria das Graças…
— É muito novo o piá… será que ele aguenta? — disse o velho passando a mão pelo fuzil que tinha sobre os joelhos, e todos nós, o guri também, nos demos conta da dupla intenção, mas ele nem piscou, as mãos firmes enfiadas nos bolsos.
No armazém se comportou como um veterano; arrumou as cargas, pegou a que lhe deram sem dizer um ai, aceitou que eu ajudasse a colocar a carga nos ombros. Não sei o que me deu, ombros de gurizinho, ainda. Mas a expressão do rosto era dura, ele não falou nada. Corajoso, o piazinho. Bom, filho de peixe…
Na volta, o Nito tomou a dianteira. O guri no meio, eu atrás, o Ronco fechando a marcha. Avançamos. Vinte passos, um longo. A água mugindo abaixo.
Yo sentía en mis piernas las piernas del gurí, ahora le erra, se cae, no va a poder.
Pero él, como si estuviera acostumbrado. Veinte pasos, uno largo. Setecientos metros. Siempre es largo, pero hoy creí que no terminaban. Terminó. El Nito saltó, bajó el carguero. El gurí saltó también, y no sé, habrá sido el peso desacostumbrado de la carga, la humedad resbalosa del barro de la orilla o el susto comprimido todo ese rato, que reventó justo al final. Un grito de criatura que casi no se oyó en el mugido del agua, apenas un chapoteo, y después nada.
El susurro urgente del Ronco me movilizó sin que yo quisiera —¡saltá, seguí, movete!—.
El Nito me ayudó con el carguero, no sé cómo pasé, el Ronco está a mi lado.
Nos sentamos los tres, pero hay que irse. Hay que llevar la carga.
Y hay —Dios nos ayude— que decirle alguna cosa al Mario, cuando nos pregunte cómo se portó el gurí.
Eu sentia nas minhas pernas as pernas do guri, agora ele erra, cai, não vai conseguir.
Mas ele, como se estivesse acostumado. Vinte passos, um longo. Setecentos metros. Sempre é longo, mas hoje senti que não ia acabar. Acabou. O Nito pulou, soltou a carga no chão. O guri pulou também e, sei lá se foi o peso desacostumado da carga, a umidade escorregadia da lama da margem ou o susto comprimido esse tempo todo que arrebentou logo no final. Um grito de criança que quase nem se ouviu no mugido d’água, apenas um chape e, depois, nada.
O sussurro urgente do Ronco me mobilizou sem que eu quisesse, — pula, continua, te mexe!
O Nito me ajudou com a carga, não sei como foi que passei, o Ronco está do meu lado.
Nós três nos sentamos, mas temos que ir embora. Temos que levar a carga.
E temos — Deus nos ajude — que dizer alguma coisa pro Mário quando ele perguntar como o guri se comportou.
Traduzido por Carla Rapetti e María Noel Melgar