Traducir crónica es, sobre todo y sin desmerecer aspectos específicos del pasaje entre dos lenguas o desafíos del género en particular, un gesto que promueve la circulación en sentido amplio. Es probable que el gesto traductivo ocurra entre dos tradiciones cronísticas diferentes, que pocas veces se conocen entre sí o que no han sido exploradas de forma comparada. Se podría argumentar que la traducción es siempre tender un vínculo entre dos tradiciones, lo cual es cierto. Sin embargo, en el caso de la crónica no podemos olvidar sus condiciones materiales primeras, la ligación a la hoja del diario, que potencia la divulgación del texto entre los lectores contemporáneos, pero que circunscribe las posibilidades de relectura en la posteridad. La crónica está plasmada en aquella hoja que sirve para forrar el piso de la cocina, como sugería en un guiño sobre su duración el crítico brasilero Antonio Candido (1992). Pero Candido también reconocía la durabilidad que el libro le otorgaba en algunas ocasiones. En ese sentido, la digitalización actual de grandes corpus de diarios o el surgimiento de revistas digitales como Pontis son fenómenos que, incluso en una escala reducida, pueden darle nueva e impensada circulación a la crónica en general y, en particular, a la crónica entre Brasil y el Río de la Plata.
La dimensión que las tecnologías digitales le abren a este género hoy en día permite repensar afirmaciones como la de Olavo Bilac, poeta pero también prolífico cronista del Rio de Janeiro a finales del siglo XIX y principios del XX. Al discurrir sobre la escritura cronística, Bilac sentenciaba, queriendo anticipar:
Estos comentarios leves, que duran aún menos que las gastadísimas rosas de Malherbe, no derrumban las instituciones, no asientan en la tierra el imperio de la justicia, no suben ni bajan el cambio, no depravan ni regeneran a los hombres: se escriben, se leen, se olvidan, después de servir para llenar cinco minutos de la monótona existencia de todos los días. Pero, quién sabe, tal vez muy tarde, un investigador curioso, removiendo este polvo tenue de la historia, venga a encontrar dentro de ella algo…2 (DIMAS, 2006: 227).
Notas
1 Estas reflexiones surgen de la investigación realizada en mi tesis doctoral, titulada «Crónica brasileña del siglo XIX y principios del siglo XX en castellano: una antología en traducción comentada» y disponible en <http://tede.ufsc.br/teses/PGET0294-T.pdf>.
2 «Estes comentários leves, que duram menos ainda do que as estafadíssimas rosas de Malherbe, não deitam abaixo as instituições, não fundam na terra o império da justiça, não levantam nem abaixam o câmbio, não depravam nem regeneram os homens: escrevem-se, lêem-se, esquecem-se, tendo apenas servido para encher cinco minutos da monótona existência de todos os dias.
¿Cuáles son los puntos que evidencia Bilac en este fragmento? Por una parte, es fácil detectar una cierta «retórica de la crónica» en su texto, es decir, levedad en el estilo, ironía en la mirada o pretendida conciencia de la caducidad de lo escrito. Pero esa retórica no invalida el hecho de que la crónica, tal como surge a partir del modelo francés del feuilleton, vive en y desde el diario. Y nada más caduco que una hoja de prensa escrita, si de hábitat hablamos. Bilac lo sabía y lo aprovechaba, tal como lo hizo otro cronista contemporáneo suyo, João do Rio, seudónimo de Paulo Barreto, que tan temprano como en 1904 publicó la primera antología de series periodísticas de su autoría, As Religiões do Rio. Poco a poco, tanto en Brasil como en Hispanoamérica, la edición de crónicas en formato libro, antología indefectiblemente, se consolida como una práctica editorial frecuente, no así los flujos de traducción de estos volúmenes.
Así y todo, y sin pretensiones de exhaustividad en este relevamiento, en el mercado rioplatense están las crónicas de Clarice Lispector publicadas por la editorial Adriana Hidalgo, tituladas Descubrimientos (2010) y Revelación de un mundo (2004). Clarice viene un poco después de la generación que consolida
las bases de la crónica brasilera según Candido: Carlos Drummond de Andrade, Rubem Braga, Mário de Andrade y Manuel Bandeira (el texto de Candido es el prólogo de una antología de textos de los cuatro). Incluso antes, entre los cronistas que heredaban el oficio de Machado de Assis, de José de Alencar o del propio Bilac, pero que lo hacían salir a la calle, está la antología de João do Rio que el profesor Pablo Rocca organizó y tradujo, titulada Las mariposas del lujo y otras crónicas (2013). Podríamos extender el relevamiento hacia México y España, donde la editorial Sexto Piso publicó Crónicas escogidas, de Machado de Assis (2008), lo que ojalá sea un primer paso en la traducción de sus crónicas al español.
Tal es la importancia de la dimensión mediática de la crónica que la traducción de este género entre una lengua y otra motiva desafíos similares a los de la instancia de edición. Esto se debe, entre otras cosas, al cambio de soporte que implica la mediación de antologación y traducción. Como vimos, la crónica, escrita para la cotidianeidad de un medio de comunicación con un rol clave como el del periódico, o la revista, cuando editada o traducida, nos lleva a pensar acerca de las adecuaciones para funcionar en una actualidad diferente a la que la vio nacer. Desconocer la dimensión histórica de las
Notas
Mas, quem sabe, talvez muito tarde, um investigador curioso, remexendo esta poeira tênue da história, venha achar dentro dela alguma coisa…».
crónicas, o su profunda imbricación con las circunstancias materiales en que surgieron, es tan riesgoso como excluir el valor estético. Esto no es una afirmación en detrimento de la especificidad de la traducción, sino al contrario. El pasaje entre lenguas es una radicalización del proceso de edición, ya que aquí entran en juego las transformaciones interlingüísticas3, además de las culturales, estéticas, históricas y políticas que el proyecto de traducción involucra. ¿Se mantienen las fechas de publicación original? ¿Y el medio de prensa donde surgió? ¿Hay actualización ortográfica en el caso de crónicas no contemporáneas? ¿Será una edición anotada? En caso afirmativo, ¿cuál es el límite de las notas a pie de página? Todas estas preguntas ejemplifican el gesto crítico que supone antologizar, editar y traducir crónica, o «reescribir» en palabras de André Lefevere (1992).
En otro orden de cosas, al hacer circular estos textos, es lógico que ocurran ajustes entre los géneros que se ponen en contacto. En la tradición rioplatense, la crónica no posee la misma univocidad terminológica que en Brasil, donde goza de amplia aceptación crítica. En el contexto de Hispanoamérica, la crónica hoy en día puede ser lo que escribía José Martí a fines del siglo XIX desde New York, o, más probablemente, aquel
texto extenso, que da cuenta de una problemática social o política, en la línea de trabajo de Martín Caparrós, Leila Guerriero o Juan Villoro, heredera en cierta forma de aquella de Carlos Monsiváis o Elena Poniatowska. Esta «crónica latinoamericana», o periodismo narrativo, circula en revistas como Gatopardo, Etiqueta Negra, o El Malpensante, entre otras. Ahí no está ausente la dimensión poética, el trabajo sobre la lengua, pero en general no es el factor determinante, como sí lo es en una parte importante de la crónica brasileira.
De todos modos, la denominación «crónica», y su consolidación editorial en libros de circulación continental, es un fenómeno reciente, de los años 90, como señala Leila Guerriero en un artículo para El País. Hablamos, en este caso, de «historias de no ficción que requieren largos trabajos de campo y que se narran utilizando recursos formales de la literatura de ficción» (GUERRIERO, 2012: s/n). Es más, es posible advertir que relacionada a esta crónica hispanoamericana está aquella escrita en la revista brasileña Piauí, caracterizada por extensos reportajes en donde el «cronista» no deja de marcar su lugar y su visión de las realidades dispares que retrata, y no la de un cronista de estilo más leve y desenfadado, como, por ejemplo, Mário Prata o Luis Fernando Verissimo.
Notas
3 Para no afirmar que el fenómeno de traducción es el único que atañe a lo lingüístico, recordemos los cambios ortográficos, intralingüísticos, en la edición de crónicas decimonónicas.
En otras palabras, los desafíos son múltiples y revelan el gesto crítico que implica traducir. La reconfiguración material que supone el pasaje de la crónica del diario a la edición en revista bilingüe digital o el vínculo entre géneros que supone traer a Alcântara Machado al español del Río de la Plata son dos aspectos que resultan de poner en circulación textos en una nueva contemporaneidad y en otra lengua.
CANDIDO, Antonio. «A Vida ao Rés-do-Chão». En: CANDIDO, Antonio et al. A Crônica. O gênero, sua fixação e suas transformações no Brasil. Campinas: Editora Unicamp; Rio de Janeiro: Fundação Casa de Rui Barbosa, 1992, pp. 13-22.
DIMAS, Antonio. Bilac, o Jornalista. Crônicas - Vol. 2. São Paulo: EDUSP/Editora Unicamp/Imprensa Oficial, 2006.
GUERRIERO, Leila. «La verdad y el estilo». En: El País. 18 de febrero, 2012. Disponible en <http://cultura.elpais.com/cultura/2012/02/15/actualidad/1329307919_560267.html> [consultado el 11/07/2015].
LEFEVERE, André. Translation, Rewriting, and the Manipulation of Literary Fame. London/New York: Routledge, 1992.
Rosario Lázaro Igoa es traductora literaria, escritora y periodista free lance. Es doctora y magíster en Estudios de la Traducción por la Universidade Federal de Santa Catarina, posee un Diploma de Especialización en Traducción Literaria de Idioma Inglés por la Universidad de la República y es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la misma universidad.