Entrevista con Afonso Cruz
Afonso Cruz, además de escritor, es ilustrador y músico. Fue también realizador de películas de animación. Aunque quería hacer la carrera de Filosofía, estudió Bellas Artes y Artes Plásticas gracias al tesón de sus padres, porque, como declara, «mis padres querían que yo fuera un artista», y la pulsión por la filosofía se alimenta con la lectura y la escritura. Vivió más de una década siendo nómade ―es un viajante contumaz― y cuando ponía el dedo para elegir un punto en el globo terráqueo se aseguraba de que el destino elegido no fuera objeto de la folletería turística. En todas las idas y vueltas se enamoró de algunos rincones, dice haber aprendido mucho de esa época de trotamundos; es portugués, pero se autodenomina «ciudadano del mundo». Eligió vivir en una zona rural en Portugal junto con su familia, sin embargo, el espíritu (o vicio) viajero no ha muerto y hoy continúa transitando distintas latitudes, ya no solo como viajante, sino, desde hace algunos años, también como escritor.
Pese a que no hace tanto que se siente escritor, su obra es muy vasta. A su primer libro publicado, A Carne de Deus - Aventuras de Conrado Fortes e Lola Benites (Bertrand, 2008), le sucedió más de una veintena y esto lo ha convertido en uno de los escritores portugueses
contemporáneos más prolíficos. No ha parado de recibir aplausos y reconocimientos. En 2009 publicó la Enciclopédia da Estória Universal (Quetzal Editores), galardonada con el Grande Prémio de Conto Camilo Castelo Branco, y desde ese momento procura enviar a la imprenta un volumen por año. En 2010 aparecieron Os Livros que Devoraram o Meu Pai (Caminho), ganadora del Prémio Literário Maria Rosa Colaço, y A Contradição Humana (Caminho), que fue distinguida con el Prémio Autores de la Sociedade Portuguesa de Autores (SPA) y Rádio e Televisão de Portugal (RTP). Dos años más tarde, con el libro A Boneca de Kokoschka (Quetzal Editores, 2010), obtuvo el Premio de Literatura de la Unión Europea y ese mismo año publicó la novela Jesus Cristo Bebia Cerveja (Alfaguara, 2012), a la que la revista Time Out Lisboa premió como Livro do Ano y los lectores del periódico Público seleccionaron como el mejor libro del año. En 2014, Para Onde Vão os Guardachuvas (Alfaguara, 2013) mereció el reconocimiento Prémio Autores en la categoría Mejor Libro de Ficción Narrativa, entregado por la SPA. En 2016, con la novela Flores (Companhia das Letras, 2015) obtuvo el Prémio Literário Fernando Namora. Finalmente, en 2017, la Fundação Nacional do Livro Infantil e Juvenil de Brasil premió en la categoría Literatura en Lengua Portuguesa O Pintor Debaixo do Lava-Loiças (Caminho, 2011).
Este año Afonso Cruz visitó Uruguay y en esa oportunidad aprovechamos su compañía para realizar una presentación con avances de la edición de Pontis que publicamos ahora. Compartimos aquí la entrevista realizada el pasado 11 de setiembre.
Afonso, elegiste vivir en el Alentejo, contanos cómo es esa zona del país.
El Alentejo ocupa una tercera parte de Portugal, es una región muy grande y muy pobre. Dedicada a la agricultura, ahora es un poco desértica. Es un lugar duro para vivir porque es muy caliente durante el verano, la temperatura llega a más de cuarenta grados, y en invierno es muy frío, puede llegar a haber menos de cinco grados de temperatura.
Hay mucho aislamiento. Antes era una especie de sistema feudal, los dueños de las tierras empleaban a personas que allí vivían y las cosas funcionaban más o menos. Pero ahora esas tierras están divididas y hay personas muy ancianas que están aisladas de todo, porque no hay transporte público y porque sus hijos se fueron a trabajar a la ciudad. Por eso el aislamiento, que, a su vez, ha sido la causa de muchos suicidios, que suceden siempre de manera muy violenta: lo hacen delante de los hijos o nietos, de niños pequeños. Sin embargo, es un lugar fascinante de Portugal que también tiene muchas cosas buenas, la gastronomía, por ejemplo. Es un lugar muy tranquilo, tiene grandes plantaciones de olivos y el aceite de oliva es muy bueno, mejor que el
español [risas]. Es una región que también tiene plantaciones de alcornoque, aunque cada vez hay menos, se produce mucho corcho, creo que es una de las cosas que más produce Portugal: corchos y malos políticos [risas]. También vino, el vino alentejano es muy bueno.
Afonso, quien no te conozca tal vez presuma que sos un hombre quieto porque elegiste vivir en el interior, te fuiste al Alentejo, sin embargo, viajaste y viajás mucho. Por ahí dicen que conocés más de sesenta países.
Setenta.
¡Setenta! ¿Alguna vez escribiste diarios de viaje? ¿Te interesa explorar ese tipo de escritura para publicar?
Más o menos. Nunca antes había pensado que iba a ser escritor. Cuando empecé a trabajar con películas de animación pasé un poco más de una década viajando, y ese trabajo solo servía para poder viajar, no me dedicaba a eso, por eso no tengo películas que me enorgullezcan [risas]. Viajaba muchísimo, pasaba de tres a seis meses por año viajando, viajando solo. Cuando empecé a viajar, tenía una idea muy romántica sobre los viajes que imaginaba, una cosa del estilo del siglo XIX. No quería llevar una cámara porque es más peligroso, llamas más la atención, es más fácil parecer un turista, y yo también pensaba que era un viajante, no un turista [risas]. Aunque, claro, siempre somos
turistas. Cuando estaba en países muy pobres, era una billetera andante, yo no quería creer eso, y decía «no, estoy viviendo como ellos», viajaba en transporte público, dormía en la calle… Claro, porque podía, no era por necesidad.
Esa es una diferencia fundamental, una cosa es vivir en libertad y elegir hacerlo, y otra muy diferente es estar obligado a hacerlo. Tampoco llevaba cámara porque pensaba que era más importante lo que se quedara dentro de mí que las imágenes de la cámara, era más importante lo que quedara en mi corazón, esa era la parte más poética y romántica de mis viajes. Cuando llegaba a un lugar que me fascinaba o cuando conocía a una persona, no tenía una cámara, pero sí tenía unos pequeños blocs de apuntes. Entonces, si veía un paisaje muy lindo, tenía que escribirlo para no olvidarlo luego. Y así tuve algunos textos de viajes, literatura de viaje, aunque no pensaba en la literatura cuando lo hacía. Pasados los años, cuando empecé a escribir, utilicé muchos de esos textos en un periódico, con el que aún colaboro, y ahí comencé escribiendo crónicas de viaje, cosas que me acordaba. Pero había pasado mucho tiempo, por lo que a esos textos los titulé «Paralaxe» [paralaje]. El paralaje es un error que sucede en muchas cosas, también con las cámaras fotográficas. Antes las cámaras no tenían espejos y mirábamos por un orificio que estaba a un costado y no veíamos exactamente lo mismo que la cámara estaba captando, veíamos un poquito hacia un lado, a eso se le llama «error de paralaje». Llamé así esas crónicas porque son cosas que me acuerdo, no eran sobre lo que
estaba viendo, entonces, con seguridad tienen un grado importante de error de paralaje.
¿Leíste literatura uruguaya?
Sí, a Galeano. Y estuve preguntando qué otros autores podría leer y me recomendaron a Onetti y a Benedetti.
¿Lo leíste en español o traducido?
En español y en portugués. A lo largo de estos años me obligué a comprar libros en español y a leer en español para mejorar mi portuñol [risas]. Siempre que viajo compro libros de escritores locales para conocer, para saber un poco, y pretendo hacer lo mismo ahora que estoy en Uruguay.
¿Estás leyendo algo en este momento?
Sí, pero no estoy leyendo ficción, porque estoy terminando un libro de no ficción, que es muy largo, quizás tenga ochocientas o novecientas páginas, y como es un libro de no ficción, siempre estoy leyendo, estudiando. Y me gusta muchísimo, siempre me encantó leer filosofía. Cuando tenía quince años quise cambiarme de carrera, pasar de Artes a Filosofía, pero mis padres no me dejaron, querían que yo fuera pintor ―no sé por qué los padres siempre se preocupan por los hijos―, mis padres querían que yo fuera un artista, para que muriera de hambre
probablemente [risas]. Ellos me dijeron que cuando tuviera dieciocho años, si yo quería, podía cambiarme, pero para eso debía volver a cursar tres años, entonces finalmente decidí no hacerlo y luego cursé la Facultad de Bellas Artes.
En mi vida tuve una buena relación con el dibujo, la ilustración, pero también tuve momentos en los que sentía que era casi una maldición, pensaba que no podía hacer nada más que eso, cuando no tenía ganas de hacerlo, dibujar era como un castigo.
Pero ahora ilustrás tus propias obras, ¿cómo es ese trabajo?
Ahora estoy en paz con la ilustración [risas]. La relación mejoró cuando empecé a ilustrar para niños, durante dos años ilustré treinta libros para otros escritores y me sentí muy bien haciéndolo.
¿Cómo es el proceso con los dibujos y tus textos, primero tenés el texto y luego viene la ilustración?
Es siempre lo mismo, yo tengo una idea para dibujar y necesito una idea para escribir, lo que surge es una idea, que a veces se cristaliza en un dibujo y a veces en palabras.
Ya has sido traducido, ¿qué sentiste al leerte en otro idioma?
Saramago decía que un escritor es nacional cuando escribe y es internacional cuando es traducido, se es un escritor internacional gracias a los traductores, esa es una gran deuda. Cuando empecé a escribir me enteré de que muchas de las traducciones que lograba, o sea, las publicaciones en el extranjero, se las debía a los traductores, a iniciativas de ellos más que de los agentes. Es más fácil para un editor publicar por la iniciativa de un traductor que por la de un agente, porque, en general, al traductor el libro le gusta muchísimo, lo traduce por placer, puede conversar más fácilmente con el editor, habla su lengua, eso hace que el proceso sea más sencillo; en cambio, el agente está vendiendo un libro, no es posible para un editor saber si el agente está siendo sincero o si está siendo un vendedor, y además los agentes tienen un archivo con diez, veinte, treinta autores que están intentando vender, y un traductor solo tiene un autor, por eso su tarea es muy importante.
Yo tengo un problema de justicia con las traducciones, por ejemplo, al español, porque puedo leerlas y puedo criticarlas. Hace poco me encontré con una traducción al español que no estaba bien lograda. El texto trataba de un niño que no hablaba muy bien, tenía errores al hablar, y la traductora no comprendió eso y corrigió todo, entonces no tenía sentido.
Sin embargo, cuando soy traducido al húngaro, por ejemplo, ya no puedo criticar y eso es una injusticia, porque critico a los traductores de español y los de húngaro zafan muy bien, pueden hacer lo que quieran y no diré nada [risas].
Afonso, en este número 9 invitamos al traductor colombiano Nicolás Barboza para que escriba en la sección «El quehacer del traductor». Él, que tradujo varios de tus libros, discurre sobre su trabajo en relación con los desafíos, en parte estéticos, que tus textos le presentaron, ¿qué opinás sobre lo que él dice?
Creo que me hace ver más inteligente de lo que soy [risas]. Nicolás Barboza es uno de mis traductores en Colombia, dos editoriales publicaron libros míos, él trabajó para Tragaluz y la edición es bellísima, con tapas muy bonitas. Respecto a lo que dice sobre mi escritura, pasa que muchas veces tengo expresiones inventadas, por ejemplo, en mi libro Flores hay un personaje que dice «não me molha a pantufa», ¿cómo sería en español?
Una traducción literal sería «no me moja la pantufla», pero nadie la entendería.
Allá tampoco, me preguntan «¿qué quiere decir?» [risas], porque es inventada, después por el contexto se le puede otorgar algún sentido.
Otra cosa que tienen mis textos es la utilización de palabras que no son muy comunes en ciertos contextos, a veces es solamente un uso poético, pero también los contenidos son muy importantes para mí: no escribiría si no fuera por el contenido, no escribo solamente por la estética, o por la literatura, porque la literatura es un fenómeno estético. Una noticia de un periódico no es literatura, porque no tiene el componente estético, cuando lo tiene sí es literatura, y aunque el contenido no hace que un texto sea literario, para mí es fundamental.
Respecto al ejemplo que acabás de dar, hemos visto en algunos textos un componente de humor. Tal vez a veces más solapado, a veces más irónico, pero el humor está presente.
Sí, en algunos títulos está presente, como en Vamos a comprar un poeta [risas]. Este texto tiene ese componente de comedia más evidente porque trata sobre una familia en una sociedad distópica, un poco como la nuestra, en la que todo se puede comprar, en la que solamente las cosas que generan lucro son importantes. Y en esa sociedad se pueden comprar poetas y artistas para tener en casa, al igual que se tienen perros. Se trata de una niña que quiere tener un poeta y pide a sus padres que compren uno. Su padre estaba un poco indeciso entre un poeta o un artista plástico, pero su madre dice «no, los artistas plásticos ensucian mucho la casa con sus pinturas y todo eso, los poetas son más limpios, así que vamos a comprar un poeta». Y van a una tienda que
tiene varios tipos de poetas: unos más jorobados, otros con gafas, otros sin, claro que con gafas son más caros, porque se parecen más a un poeta, a un intelectual [risas]. Entonces compran un poeta para tener en su casa. Algo así como tener una mascota.
Para esta edición de Pontis, traduciremos un fragmento de ese libro que nos contaste…
Sí, lo que van a traducir de la compra del poeta es «La elección del poeta» y «De qué tamaño», que es la parte en que van a comprar un poeta y eligen entre las distintas opciones: uno más pequeño, uno más grande… [risas].
Y de los otros textos que estarán en esta edición, ¿nos podés contar un poquito sobre ellos?
Uno es «O Abençoado», que en español es «El Bendecido». Este tiene que ver con la niñez de un personaje que me gusta muchísimo y es, tal vez, el personaje que siento más cerca de mí, casi como un ser vivo. Este personaje se llama Isaac Dresner, es un judío que un día, durante la Segunda Guerra Mundial, estaba con su amigo, el Bendecido, que fue asesinado por un soldado nazi, y cuando este cayó al suelo, la cabeza quedó encima del zapato del pie de Isaac. Por eso Isaac nunca más pudo apoyar su pie, se quedó rengo para siempre. No tiene nada, no tiene una enfermedad, no tiene su pie o su pierna dañados,
simplemente es una memoria, y cuando apoya su pie le duele muchísimo. Pasó su vida entera rengueando por devoción a su amigo, eso es como un símbolo de la amistad, y es un personaje que me encanta. Es editor, también le gustan los libros y muy especialmente los autores ignorados, los autores olvidados, los que están desaparecidos por un motivo u otro. Y él se siente un poco como Dios, resucitando autores, escritores olvidados. Es un hombre obsesionado con la muerte, siempre está recuperando algo que siente que está muriendo.
A Queda de um Anjo no lo puedo contar porque voy a estropear el final. Es muy importante el final de este cuento porque da una dimensión completamente diferente a toda la lectura. Es una mujer que está en el paraíso. La premisa es que está en el paraíso porque era buena, pero su marido no era una persona tan buena y estaba en el infierno. Ella amaba a su marido muchísimo; aunque él fuera una persona mala, ella lo amaba, así como nosotros amamos a nuestros hijos aunque sean personas terribles. Y lo que a ella le pasaba es que estaba en el paraíso sin la persona que amaba y eso no tiene sentido, eso no es el paraíso. Entonces decide huir e irse al infierno, donde estaba la persona que amaba, imaginando así estar en una especie de paraíso más legítimo que un paraíso donde las personas que amamos no están con nosotros.
Da Burocracia e outros Demônios es una crónica sobre la burocracia que, por coincidencia, la hice cuando estaba empezando a escribir, a
dedicarme a la escritura. Escribí este texto para un concurso de crónicas en Brasil, organizado por la Cámara de Diputados de Brasilia. Era un concurso muy extraño, porque participaban desde escritores hasta aspirantes a escritores y en cada etapa iban siendo eliminados. Nos daban un tema y dos días después teníamos que entregar una crónica sobre ese tema. Las crónicas eran votadas por un jurado, los que tenían menos puntuación se quedaban por el camino y los otros pasaban a la semana siguiente. Al cabo de dieciséis semanas se decidía el vencedor. Solamente quedaban dos en la última semana y bueno, yo gané [risas]. Y esta fue la primera crónica. Después publiqué algunas de ellas en la Enciclopédia da Estória Universal, atribuidas a otro autor. No fui yo el que escribí, fue Agnese Guzman, que es un personaje también inventado. La enciclopedia tiene esa cosa muy loca.
¿Y qué podés contarnos de «Inês de Castro»?
Lo que van a traducir es un fragmento de mi libro Flores. A Inés de Castro la mataron y, después de muerta, el futuro rey don Pedro, que estaba enamorado de ella, mandó desenterrarla y coronarla, por lo que fue coronada reina después de muerta. También dicen que a los asesinos de Inés don Pedro les arrancó sus corazones por las espaldas con una cucharita.
Es una historia muy trágica, no sé si es verdadera, no sé si es una leyenda, pero aquí me interesaba más esta especie de resurrección, murió como una persona común y resucitó como reina. Un poco como Jesucristo, que se muere como hombre y resucita como Dios. En todo esto hay una simbología muy fuerte que también tiene que ver con la condición de las mujeres en la sociedad, porque estamos muy lejos de tener una igualdad, aunque se diga que sí hay igualdad de derechos sociales. Entonces, tiene que ver con eso, pero también con este otro personaje, que era una cantante muy famosa antes de la revolución y se quedó en el olvido, y con su vida amorosa, porque sufrió mucho en las manos de un hombre. Este es un libro sobre la memoria y sobre la identidad, porque nosotros tenemos la convicción ―muchas veces una convicción muy fuerte― de que somos nuestras memorias. Y sucede que incluso perdiendo nuestras memorias seguimos teniendo un yo y nos reconocemos cuando nos vemos al espejo. Podemos olvidar todo y seguimos sintiendo que somos yo, que es muy extraño, pero en la memoria no se puede decir que somos yo. Es más, podemos cambiar casi todo, uno puede cambiar toda su manera de ser, pero hay algunas cosas que no podemos cambiar. Podemos olvidar, pero no podemos cambiar. Por ejemplo, uno puede ser un arquitecto y dejar de ser un arquitecto, puede ser inteligente y dejar de ser inteligente, puede ser estúpido y dejar de ser estúpido. Pero Elie Wiesel, un escritor que fue sobreviviente de Auschwitz, decía algo muy curioso sobre la única cosa que no podemos dejar de ser, que es ser asesino. Al matar a un
hombre, podemos dejar de matar, pero no dejamos de ser asesinos. Es una cosa que no podemos quitarnos. Este es un libro sobre la memoria y sobre un hombre que se olvidó de todas sus memorias sentimentales. Sabe, por ejemplo, llegar a un cajero y sacar dinero, se acuerda del número, de las claves, de todo eso. Pero no se acuerda de su primer beso. Hay otro hombre en la historia de esta novela que ayuda al primero a recuperar todas sus memorias. Es un periodista que va entrevistando a las personas que lo conocían. Y las personas que lo conocían dicen cosas muy diferentes. Por ejemplo, las que lo amaban creían que él era un hombre espectacular, y las que lo odiaban, que era un hombre terrible. Y, a veces, lo evaluaban de manera muy diferente por lo mismo, por la misma actitud. Y claro, al final no tenemos una certeza sobre quién era este hombre, y él tampoco. Porque las personas de nuestro alrededor también tienen sus propias opiniones sobre nosotros. Entonces, estos son los elementos que hacen de Flores un libro sobre la identidad, sobre la memoria.
Afonso, comentanos un poco sobre la parte inicial de este fragmento que hemos traducido en Pontis: «Mi documento de identidad no tiene el nombre Inês de Castro, pero yo soy Inês de Castro. Seré levantada del suelo, pondrán una corona en mi cabeza. La vida eterna depende del amor de los demás, son ellos los que escarban la tierra con sus uñas, y nos salvan del lugar frío y amorfo al que todos fuimos condenados. Nuestros accidentes son diferentes, pero la esencia, el hueso de lo que somos es el mismo».
Yo uso muchas veces estos términos, accidentes y esencia, porque son de la escolástica de santo Tomás de Aquino. Accidentes son las
apariencias, lo que vemos, y lo que para santo Tomás de Aquino era sustancia es la esencia. Aquí se trata de la noción de amor como algo que nos salva y que nos desentierra. Porque lo sagrado tiene que ver con poner aparte, sacar algo de aquí y ponerlo en otro lugar. Y nosotros hacemos eso naturalmente cuando amamos. Por ejemplo, si yo estuviera viendo una masa de personas que no conozco, es como una masa gris que no significa nada. Pero si hay una persona que amo dentro de esa masa, lo que estoy haciendo es que ya no sea gris, es una persona que está aparte, que está separada de esa masa. Y lo que hago cuando amo es separar a esa persona y hacer como se hace en una religión, ponerla en un lugar especial, en un altar, lo que sea, porque es una persona adorable, que podemos adorar como adoramos a un dios. Y eso es lo que significa sagrado. Entonces, lo que estamos haciendo es quitar una persona de una masa anónima, como si fuera tierra, y desenterrarla porque la amamos. La quitamos de allá y la hacemos una reina. Esa es la simbología de esta cuestión de Inés de Castro.
Afonso, parece que afortunadamente seguirás regalándonos muchos libros más. Esperamos que disfrutes de las traducciones que hizo Pontis sobre tus textos. Ha sido un placer compartir esta entrevista, muchas gracias.
Muchas gracias a ustedes.
Obras premiadas
Enciclopédia da Estória Universal. Lisboa: Quetzal Editores, 2009. Grande Prémio de Conto Camilo Castelo Branco.
A Boneca de Kokoschka. Lisboa: Quetzal Editores, 2009. Premio de Literatura de la Unión Europea.
Os Livros que Devoraram o Meu Pai. Lisboa: Caminho, 2010. Prémio Literário Maria Rosa Colaço.
A Contradição Humana. Lisboa: Caminho, 2010. Prémio Autores de la Sociedade Portuguesa de Autores (SPA) y de Rádio e Televisão de Portugal.
O Pintor Debaixo do Lava-Loiças. Lisboa: Caminho, 2011. Prêmio Fundação Nacional do Livro Infantil e Juvenil (Brasil) - O Melhor para Criança, categoría Literatura en Lengua Portuguesa.
Para Onde Vão os Guardachuvas. Lisboa: Alfaguara, 2013. Prémio Autores, categoría Mejor Libro de Ficción Narrativa, de la SPA.
Flores. Lisboa: Companhia das Letras, 2015. Prémio Literário Fernando Namora.