Entrevista con Jorge Chagas
En una mañana soleada de otoño, caminando desde Palermo, barrio que vio crecer al jugador José Leandro Andrade, hacia las tierras de la diosa del candombe, Rosa Luna, hoy Barrio Sur, allí, por donde antes estaba el Mediomundo, nos encontramos con Jorge Chagas. El paso se hizo lento intentando imaginar el ambiente de estos personajes, que originaron dos de sus novelas. No pude evitar pensar que me gusta leer sobre aquello que conozco en parte y que la lectura termina siendo el desafío de redescubrir lugares y personajes que, una vez inmersos en el mundo literario, se disuelven entre ficción y realidad. «Es parte del juego», dice Chagas, porque «el escritor es como el mago».
Jorge Chagas es polifacético, además de escritor, es bancario, porque vivir de la escritura en Uruguay es difícil, como declara: «No todos somos Suárez o Cavani o, mejor, Galeano». Se licenció en Ciencia Política, es historiador y periodista. Y, por si fuera poco, la música, especialmente el candombe, también forma parte de su vida, pues domina el arte de tocar el tambor.
Ha trabajado en los semanarios AQUÍ y Alternativa, en el diario El Observador y en la revista Tres. Desde el año 1997 forma parte del Taller de Literatura Rubén D’Alba, que coordina el profesor Lauro Marauda. En 2002 participó de la antología colectiva El Cuento Uruguayo, junto con Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Mario Delgado Aparaín, Hugo Burel y otros destacados escritores uruguayos. Publicó obras de investigación histórica, en coautoría con Gustavo Trullen, y de ficción (novelas y cuentos). Varias de ellas han obtenido primeros y segundos lugares en el Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Educación y Cultura, entre otras distinciones.
La comparsa Yambo Kenia realizó una interpretación musical de su obra Gloria y tormento. La novela de José Leandro Andrade, presentación que en el año 2008 ganó el Primer Premio de Carnaval en su categoría. Esto, confiesa, le hizo darse cuenta de todas las posibilidades que había en el vínculo entre la literatura y la música. Por ello, en la actualidad se encuentra desarrollando proyectos que reúnan ambas artes.
Fue en esa mañana de otoño, entonces, cuando Chagas nos recibió amablemente en su casa para conversar sobre su escritura y la traducción.
¿Qué es lo que te motiva para escribir? ¿Escribís impulsado por la inspiración o tenés una rutina?
La escritura para mí es una pasión. Tengo un deseo casi irrefrenable por la creación. Es de los placeres que me hacen feliz en la vida. Hay una parte que es inspiración, ciertos temas que me generan interés. Por ejemplo, en el caso de Gloria y tormento. La novela de José Leandro Andrade, ese personaje me inspiró desde que yo era chico; especialmente en el seno familiar, yo escuchaba: «Sí, fue un gran jugador, pero…»; a mí siempre me intrigaba ese «pero». Había sido el primer ídolo negro a nivel mundial en el fútbol, mucho antes que Pelé y Eusebio. Siempre me intrigaba porque Andrade era cuestionado por la propia gente de raza negra; eso me motivó y me inspiró.
Y mi rutina de trabajo es muy simple: escribo mejor durante la mañana, no soy un hombre de escribir de noche. Generalmente trato de escribir dos o tres horas, muchas veces lo que escribo lo destruyo y lo reescribo. Es una tarea constante. La escritura es 99 % trabajo y 1 % inspiración; es oficio, trabajar y trabajar, pulir, pulir y mostrar. La novela histórica, una de las cosas que tiene es que uno corre el riesgo no de errarle en los datos históricos, pero sí cuando se escribe sobre la vida cotidiana: para poner un ejemplo de los años veinte, hay que tener muy claro cómo era la vida cotidiana en la época. Por ejemplo, yo no podía decir de ninguna manera que los jugadores usaban antisudoral, porque no existía; no podía decir que en las olimpíadas del 24 había tarjeta amarilla o roja, porque no existían; no existía la ley de offside. Entonces, el vocabulario, la vestimenta, todo tiene que estar muy bien estudiado, para no errarle.
¿Cómo hacés esa investigación?
Tengo muchos amigos historiadores, siempre les llevo mi trabajo para que lo lean, ellos me han corregido hasta las formas de hablar de los personajes. Me acuerdo de un caso muy particular, en la novela de Andrade [Gloria y tormento. La novela de José Leandro Andrade], en un momento un personaje dice: «Yo lo vi a José Leandro Andrade caminar muy petitero por la Ciudad Vieja», y me acuerdo de que uno de los historiadores me corrigió, me dijo: «No, el término petitero es de los años cincuenta, en los años veinte no se usaba este término», ese pequeño detalle arruinaba capaz el ambiente porque se estaba diciendo algo de una forma que no era propia de la época. Son esos detalles que parecen simples, pero con los que hay que tener mucho cuidado.
¿Cómo hacés la elección de temas?
Con respecto a La sombra. La novela de Ansina, a mí siempre me intrigó lo que se decía, incluso hoy se dice, sobre Ansina, que le cebaba mate a Artigas, que era un sirviente… sin embargo, me llamó mucho la atención una investigación que realizó Jorge Pelfort en el Archivo Artigas, en la que mostraba que Ansina en ningún momento dijo que era el sirviente, sino más bien el asistente; hay una carta que le envía Artigas a Rivera, allá por el 1816 o 1817, antes de la invasión portuguesa, en la que dice: «Mandé a Ansina a hacer tareas de espionaje a los buques portugueses». Yo no mando a un sirviente a hacer tareas de espionaje, tiene que ser una persona a quien le tenga mucha confianza; eso me hizo repensar la figura de Ansina y me inspiró a hacer La sombra. Allí lo muestro tal vez más cercano a la realidad, como un guerrero, un líder; replanteo históricamente, a través de la ficción, la figura de Ansina.
Nos contaste especialmente sobre algunas de tus novelas, en esta edición de Pontis publicamos fragmentos de algunas de ellas, pero también cuentos; ¿qué diferencia hay entre escribir cuentos y escribir novelas?
Tengo una gran suerte en la vida, la de ser integrante, desde sus inicios, del Taller de Literatura Rubén D’Alba, que coordina el profesor Lauro Marauda; allí agarré la práctica de escribir cuentos, que es algo maravilloso. El cuento es interesante porque tenés que condensar en pocas páginas una buena trama, un buen inicio, una buena peripecia y un buen final, eso es un desafío. Tengo planificado publicar un libro de cuentos, pero lleva tiempo.
¿Hay elementos autobiográficos en tu obra?
No. Por ahora, no.
¿Considerás que existe una literatura afrodescendiente o negra? ¿Y afrouruguaya? ¿Qué las caracteriza?
Sin lugar a dudas existe a nivel mundial una literatura, de muy alto nivel, que expresa el sentir profundo de las colectividades negras. Eso es innegable. En el caso particular de Uruguay se ha expresado principalmente a través de la poesía. Creo ser de los primeros que se han abocado a la narrativa propiamente dicha. Sobre los escritores negros en Uruguay se puede encontrar información en la Casa de la Cultura Afrouruguaya. Ellos tienen una recopilación de las poetisas y poetas negros, que son muchos más de los que se piensa y que plantean, a través de la poesía, los problemas de la comunidad negra.
Ya escribían en los años treinta y existen poetisas negras en la actualidad, el problema es que en aquellos tiempos escribían para un público pequeño: no tenían editoriales que los publicaran, no pasaban al gran público. Un estudioso del tema fue el profesor Ildefonso Pereda Valdés, quien hizo una gran recopilación. Mundo Afro también realizó una antología de poetas negros, lo que ayudó a ampliar la difusión.
¿Qué significa ser un escritor negro en Uruguay?
Esa es una buena pregunta. He reflexionado, más de una vez, sobre este tema. Honestamente, aún no tengo una respuesta cabal.
En algunos de los cuentos publicados en esta edición de Pontis aparecen varios términos que tienen origen africano y varias invenciones en el texto, ¿es parte de un juego? ¿Por qué te interesa introducir en el ambiente de los cuentos esa terminología?
Es parte del juego. El toque africano aporta a la narración. Mezclo mucho la ficción con la realidad, hasta creo mi propio universo de dioses y espíritus porque creo que es lo que un novelista debe hacer, crear su universo de ficción.
Eso requiere un lector atento…
Sí, pero el escritor es como el mago: cuando vamos a un espectáculo sabemos que la magia no existe; vamos a que nos engañen, de buena fe, en el buen sentido de la palabra, y nos maravillamos. Sería espantoso que el mago después dedicara una hora a explicarnos cómo hizo los trucos [risas]. Nos sentiríamos absolutamente desilusionados. La literatura es lo mismo, sabemos que es una ficción, y lo interesante es que el lector nunca sepa qué es ficción y qué es realidad, si el personaje es ficticio o es verdadero, porque muchas veces se mezclan y es en ese juego que funciona la ficción.
¿Cómo nace tu relación con la mitología africana? ¿Te la contaron? ¿Lo estudiaste?
Nace principalmente de las narraciones orales de mi familia. Mi padre era ateo, pero a mí siempre me llamó la atención que el candombe era muy ritual. El concepto que tenemos ahora de llamadas no tiene nada que ver con lo que era antes del 56: era una procesión en la que iban los reyes congos y no había vedettes, no había bailarines, el escobero no era un malabarista, sino el que iba abriendo paso, barriendo los malos espíritus. En el candombe había una ritualidad fuerte que apelaba a los espíritus y a los dioses africanos.
Son, en mi narrativa, un aporte muy importante, imprescindible. En mis novelas siempre está presente el elemento sobrenatural.
¿Por qué el interés de repetir eso en tus obras?
Por un lado, en ciertos casos, como por ejemplo en La sombra, hay toda una mitología. Es para reafirmar la cuestión afro; eso es fundamental para entender aquel mundo espiritual de los negros en ese momento histórico. En el caso de la novela de Andrade, lo mismo: las tres ancianas negras, la obra se inicia con tres ancianas negras que emiten un conjuro para involucrar a los protagonistas en un mundo que desde el principio va a ser sobrenatural, que juega en la misma trama, en la misma realidad y que muchas veces decide la suerte de los personajes. Sin embargo, ahora, acabo de terminar una novela en que la protagonista es una mujer que creía en Dios y en el diablo, era católica, no iba a la iglesia, pero le rezaba a Dios, es una mujer de raza negra muy famosa, y en mi novela aparece Dios y aparece el diablo, acá ya no puedo meter el legado africano por respeto a la figura histórica, pero también está el elemento sobrenatural, está la mitología cristiana, el concepto de pecado, cómo es Dios, que aparece personificado, y el diablo también.
¿Por qué es importante escribir sobre esta mujer?
Rosa Luna reúne muchos aspectos que son formidables para la novela, tal vez no haya sido la mejor bailarina, pero sí la más popular, tal vez la más querida. Nacida en el Mediomundo, fue una mujer que se abrió paso en la vida a partir de golpes, y además su propia vida tiene elementos de drama que son un material formidable para la ficción. No solo hice la novela, también hice un musical, que se llama igual: La diosa y la noche.
Esta sería la segunda vez que una obra tuya sube al escenario…
Sí, con una diferencia: para Gloria y tormento, que fue representada por [la comparsa] Yambo Kenia, no hice la letra del musical, incluso le cambiaron el final; para este musical [La diosa y la noche] hice todo, la letra, la música, si bien la están componiendo, fui quien decidió los géneros en cada parte.
¿Cómo fue la experiencia de construir el musical basado en tu novela?
¡Fue una experiencia maravillosa, la más linda! Cuando vi representada mi obra por Yambo Kenia, se me abrió la cabeza, me dije «acá hay una unión entre la literatura y la música que no había explorado». A partir de ese momento se me empezó a formar la idea en la cabeza. Armar un musical es una de las cosas más lindas, tuve la invalorable ayuda de Gabriela Perciante, con ella aprendí mucho de composición, como es compositora me ayudó enormemente. Quedé entusiasmado, tengo otros planes para el futuro.
¿Cuándo vamos a poder disfrutar de estas obras?
La novela la publicaré este año, en junio Rosa [Luna] hubiera cumplido ochenta años. Para el musical aún hay que esperar, va a ser posterior.
¿Estás escribiendo algo de ficción ahora?
En ficción estoy escribiendo una novela sobre una lancera negra de la época de Artigas.
En esta edición de Pontis publicamos y tradujimos un fragmento…
Sí, Soledad Cruz, una leyenda. Hay un grupo de mujeres de raza negra que se ha dedicado a una investigación muy intensa tratando de determinar si existió el personaje, esa famosa guerrera, porque es una leyenda oral. Al escritor no le importa si existió o no [risas], lo importante es que puedo crear una ficción basada en ella, que hace una breve aparición en La sombra como pareja de Ansina, pero acá es su punto de vista.
¿Por qué aceptaste ser traducido por Pontis?
Una de las causas principales es la posibilidad de que mi obra sea conocida por un público diferente al uruguayo. Es un desafío del cual espero salir airoso.
¿Cuál considerás que es el papel del traductor y el de la traducción de literatura en general?
El buen traductor le abre al escritor las puertas del mundo.
¿Ya han traducido algo de tu obra? ¿A qué lenguas? ¿Cómo fue la experiencia?
No. Mi obra, por ahora, está solamente en español. Solo tengo una experiencia colectiva, del taller Rubén D’Alba va a salir un libro bilingüe italiano y español, hay un cuento de mi autoría que fue seleccionado para traducir, «El capitán y su sombra»; allí tendré la oportunidad de verlo en italiano. No me animo a decir que es un logro del taller, sino de todos los talleres literarios uruguayos, el de conseguir que un editor extranjero se fije en escritores de nuestro país.
¿Leés literatura luso-brasileña en portugués o traducida? ¿Tenés algún autor u obra de referencia?
Sí, leo en portugués. Tengo a varios autores brasileños de referencia: Jorge Amado, Rubem Fonseca, Clarice Lispector o José Mauro de Vasconcelos, entre otros.
¿Qué esperás encontrar en las traducciones al portugués publicadas en esta edición de Pontis?
Yo siento una predilección especial por el idioma portugués. Debido a mis continuos viajes a Brasil, es un idioma que, en un momento, llegué a dominar muy bien, me es familiar. Así que cuando vea mis narraciones traducidas en ese idioma sentiré una profunda emoción.
Jorge, muchas gracias, esperamos que disfrutes de las traducciones de tus textos.
Obra completa
José D'Elía: los años turbulentos, 1965-1984, en coautoría con Gustavo Trullen. Montevideo: Ediciones Trilce, 1996.
La soledad del general. La novela de Artigas. Montevideo: Ediciones La Gotera, 2001.
«El vuelo de Alicia» en Marauda, L. y Morón, J. (ed.). El cuento uruguayo: 35 narradores uruguayos de hoy. Montevideo: Ediciones La Gotera, 2003.
Gloria y tormento. La novela de José Leandro Andrade. Montevideo: Ediciones La Gotera, 2003.
Primer Premio en el Concurso Anual de Literatura del MEC y Mención de Honor en el Premio Municipal de Literatura de 2003.
El provocador: una biografía de Rubén Castillo, en coautoría con Gustavo Trullen. Montevideo: Ediciones La Gotera, 2004.
Pacheco: la trama oculta del poder, en coautoría con Gustavo Trullen. Montevideo: Rumbo Editorial, 2005.
Agua roja. Montevideo: Rumbo Editorial, 2008.
Banco La Caja Obrera: una historia, 1905-2001, en coautoría con Gustavo Trullen. Montevideo: Perro Andaluz Ediciones, 2009. Primer Premio Nacional de Literatura del MEC en categoría ensayo histórico inédito.
Guillermo Chifflet. El combate de la pluma, en coautoría con Gustavo Trullen; Montevideo: Rumbo Editorial, 2011. Primer Premio Nacional de Literatura del MEC en categoría ensayo histórico inédito, en 2010.
La sombra. La novela de Ansina. Montevideo: Rumbo Editorial, 2013. Segundo Premio Anual de Literatura del MEC en categoría narrativa inédita.
El sable roto. La novela del coronel Lorenzo Latorre. Montevideo: Editorial Fin de Siglo, 2016. Segundo Premio Anual de Literatura del MEC en categoría narrativa inédita, en 2015.
La diosa y la noche. La novela de Rosa Luna. Montevideo: Editorial Fin de Siglo, 2017.
Obras premiadas
Gloria y tormento. La novela de José Leandro Andrade. Montevideo: Ediciones La Gotera, 2003.
Primer Premio en el Concurso Anual de Literatura del MEC y Mención de Honor en el Premio Municipal de Literatura de 2003.
Banco La Caja Obrera: una historia, 1905-2001, en coautoría con Gustavo Trullen. Montevideo: Perro Andaluz Ediciones, 2009.
Primer Premio Nacional de Literatura del MEC en categoría ensayo histórico inédito.
Guillermo Chifflet. El combate de la pluma, en coautoría con Gustavo Trullen; Montevideo: Rumbo Editorial, 2011.
Primer Premio Nacional de Literatura del MEC en categoría ensayo histórico inédito, en 2010.
La sombra. La novela de Ansina. Montevideo: Rumbo Editorial, 2013.
Segundo Premio Anual de Literatura del MEC en categoría narrativa inédita.
El sable roto. La novela del coronel Lorenzo Latorre. Montevideo: Editorial Fin de Siglo, 2016.
Segundo Premio Anual de Literatura del MEC en categoría narrativa inédita, en 2015.