O caminho da escola até casa era feito com Pearlman, que todos chamavam abençoado, pois tinha muita sorte com o jogo...
O caminho da escola até casa era feito com Pearlman, que todos chamavam abençoado, pois tinha muita sorte com o jogo dos botões.
Caminhavam lado a lado e eram amigos inseparáveis. Pearlman era muito alto para a idade, cabelo encaracolado, desengonçado, extrovertido, excelente gancho de direita. Isaac Dresner, apesar de mais pequeno, de ter pernas curtas, era mais rápido. Isso era evidente no modo como as suas respetivas personalidades se manifestavam, Pearlman preferia o confronto físico, Isaac preferia fugir.
Pearlman, o Abençoado, defendia Dresner em todas as lutas, punha o seu corpo à frente do amigo, comandava exércitos de hebreus, como chamava aos seus músculos de criança, e erguia os braços, os punhos fechados em frente aos olhos, enquanto ondulava o torso como uma serpente, e saltitava num baile que apressados chamariam jogo de pés, mas era melhor do que uma valsa executada por um bailarino de fama mundial. E quando era atacado, revidava com rapidez, o lábio rebentado, os olhos inchados, o sangue no nariz, na boca, na roupa, nada o detinha, nada parava o exército dos hebreus, por maior que fosse a multidão que o cercasse. E atrás, estava Isaac Dresner, agachado, não de medo, mas porque não queria atrapalhar, apenas semicerrava os olhos porque queria decorar todos os movimentos daquele gancho de direita que fazia de Pearlman a criança mais temida da escola.
El camino de la escuela hasta casa lo hacía con Pearlman, a quien todos llamaban bendecido, pues tenía mucha suerte con el fútbol de botones.
Caminaban lado a lado y eran amigos inseparables. Pearlman era muy alto para su edad, pelo enrulado, desgarbado, extrovertido, excelente gancho de derecha. Isaac Dresner, a pesar de ser más chico, de tener piernas cortas, era más rápido. Eso era evidente en la forma en que sus respectivas personalidades se manifestaban, Pearlman prefería el enfrentamiento físico, Isaac prefería huir.
Pearlman, el Bendecido, defendía a Dresner en todas las peleas, ponía su cuerpo delante del de su amigo, comandaba ejércitos de hebreos, como llamaba a sus músculos de niño, y erguía los brazos, los puños cerrados a la altura de sus ojos, mientras ondulaba el torso como una serpiente, y daba saltitos en una danza que los apurados llamarían juego de pies, pero era mejor que un vals ejecutado por un bailarín de fama mundial. Y cuando era atacado, retrucaba con rapidez, el labio reventado, los ojos hinchados, la sangre en la nariz, en la boca, en la ropa, nada lo detenía, nada paraba al ejército de los hebreos, por más grande que fuese la multitud que lo rodease. Y atrás estaba Isaac Dresner, agachado, no por miedo, sino porque no quería estorbar, simplemente entrecerraba los ojos porque quería memorizar todos los movimientos de aquel gancho de derecha que hacía de Pearlman el niño más temido de la escuela.
Quando acabava a batalha, Pearlman caía no chão e dizia, foi uma grande guerra, Dresner, uma grande guerra, mas o exército hebraico, com a ajuda do Eterno, não pode sair derrotado. Era isso que ele sentia, pensava Dresner, não podia perder uma refrega, para que Adonai não saísse envergonhado. E olhando para os olhos cinzentos e ferozes e meigos do seu melhor amigo, para o sorriso torto cheio de sangue seco, abraçava-o, e choravam e riam. Pearlman puxava a manga, dobrava o braço, apalpava e exibia o bíceps direito: é contra isto que eles têm de lutar, Dresner.
Pearlman, o Abençoado, teve de lutar um dia com o Montanha-de-Terra, um rapaz gordo, grande, rotundo, louro, olhos azuis. Foi a tarde mais difícil para o exército hebreu, que viu a derrota como uma possibilidade iminente. Vamos perder, dizia Dresner, baixinho, é a derrocada. Mas a derrota, no entanto, não seria ali, mas mais tarde. A tragédia estaria noutra batalha, pois nesta, quando tudo parecia perdido e o Montanha-de-Terra agarrava o Abençoado pelo pescoço e o levantava do chão como se o exército hebraico fosse uma folha de papel, o gancho de direita arrancou pela lateral, silencioso a cortar o ar, poderoso e brilhante, na direcção da cara do Montanha-de-Terra, fazendo estragos tão incríveis que saltaram dentes, sangue, muco, e de repente aquele aglomerado de carne com cabelo louro, tão seguro e firme, vacilou, tremeu — terremoto, pensou
Cuando terminaba la batalla, Pearlman caía al piso y decía «fue una gran guerra, Dresner, una gran guerra, pero el ejército hebraico, con la ayuda del Eterno, no puede salir derrotado». Era eso lo que él sentía, pensaba Dresner, no podía perder un combate, para que Adonai no terminara avergonzado. Y mirando a los ojos grisáceos y feroces y tiernos de su mejor amigo, a la sonrisa torcida llena de sangre seca, lo abrazaba, y lloraban y reían. Pearlman se remangaba, doblaba el brazo, se tocaba y exhibía el bíceps derecho: es contra esto que tienen que luchar, Dresner.
Pearlman, el Bendecido, tuvo que pelear un día contra el Montaña de Tierra, un muchacho gordo, grande, rotundo, rubio, ojos azules. Fue la tarde más difícil para el ejército hebreo, que vio la derrota como una posibilidad inminente. Vamos a perder, decía Dresner, bajito, es la ruina. Pero la derrota, sin embargo, no sería allí, sino más tarde. La tragedia estaría en otra batalla, pues en esta, cuando todo parecía perdido y el Montaña de Tierra agarraba al Bendecido por el cuello y lo levantaba del suelo como si el ejército hebraico fuese una hoja de papel, el gancho de derecha arrancó por el lateral, silencioso, cortando el aire, poderoso y brillante, en dirección a la cara del Montaña de Tierra, causando estragos tan increíbles que saltaron dientes, sangre, mocos, y de repente aquel conglomerado de carne con pelo rubio, tan seguro y firme, vaciló, tembló —terremoto, pensó
Dresner —, e caiu lentamente no chão, primeiro dobrando os joelhos, depois a barriga abateu-se no solo, os braços ao longo do corpo com as palmas das mãos viradas para cima, e por fim o queixo, que embateu no asfalto, erguendo-se novamente como uma bola de basquete para voltar a cair inerte esmagado pelo exército de Adonai. Dresner, que tinha fechado os olhos, voltou a abri-los lentamente, um silêncio profundo passeava na rua, o Abençoado respirou fundo e olhou para o amigo, depois para o Montanha-de-Terra, depois para Dresner outra vez, estalou a língua, arregaçou a manga direita, apalpou o bíceps. Voltou a estalar a língua. Nunca morrerei, Dresner, estarei sempre aqui, como o Eterno, porque somos amigos e a amizade dura mais do que o universo.
Dois anos depois, o Abençoado foi baleado na cabeça por um ss. O gancho de direita nunca chegou a partir do flanco e a pele macia de uma criança abençoada deixou escapar a alma que prendia como um saco, um saco agora roto. E a cabeça que comandava aquele exército de doze anos caiu no chão e rebolou para cima do sapato de Isaac Dresner e este nunca mais conseguiu pousar o pé. Coxeou pelo resto da vida, até morrer, porque estas feridas duram para sempre, duram mais do que o universo.
Dresner—, y cayó lentamente al suelo, primero doblando las rodillas, después la barriga se abatió en el piso, los brazos a lo largo del cuerpo con las palmas de las manos vueltas hacia arriba, y finalmente el mentón, que golpeó el asfalto, irguiéndose nuevamente como una pelota de básquetbol para volver a caer inerte, aplastado por el ejército de Adonai. Dresner, que había cerrado los ojos, volvió a abrirlos lentamente, un silencio profundo paseaba por la calle, el Bendecido respiró hondo y miró a su amigo, después al Montaña de Tierra, después a Dresner otra vez, chasqueó la lengua, se recogió la manga derecha, se tocó el bíceps. Volvió a chasquear la lengua. Nunca moriré, Dresner, estaré siempre aquí, como el Eterno, porque somos amigos y la amistad dura más que el universo.
Dos años después, el Bendecido fue baleado en la cabeza por un SS. El gancho de derecha nunca llegó a salir desde el flanco y la piel suave de un niño bendecido dejó escapar el alma que prendía como una bolsa, una bolsa ahora rota. Y la cabeza que comandaba aquel ejército de doce años cayó al suelo y rodó hasta el zapato de Isaac Dresner y este nunca más logró apoyar el pie. Rengueó por el resto de su vida, hasta morir, porque estas heridas duran para siempre, duran más que el universo.
Traducción de Verónica Machado.