Rafael Bán Jacobsen nació en Porto Alegre en 1981. Este joven y talentoso escritor brasileño es además pianista, docente y físico, y se desempeña como investigador en las áreas de cosmología y física nuclear y de partículas en la Universidade Federal do Rio Grande do Sul.
Ha publicado más de 80 trabajos literarios en periódicos y más de 50 artículos en revistas, y ha participado en más de 40 antologías. Comenzó a escribir desde temprano, a sus 13 años, y muy joven publicó Tempos & costumes (Ed. Alcance, 1997), obra con la que ganó el Prêmio Açorianos de Literatura en la categoría narrativa, galardón que obtuvo en más oportunidades, entre otras premiaciones.
Este profuso escritor, que confiesa seguir la rigurosidad de la física en su proceso de escritura y realizar «la prueba del oído» para asegurar la cadencia de sus líneas, relata cómo trabaja las ideas de una forma más libre: «Las ideas surgen en gran cantidad, por eso las dejo flotar libres por mi cabeza, en medio de todos los demás pensamientos, durante días, semanas, hasta meses, sin anotar nada. Si la idea es buena, sobrevivirá». Aunque divide su vida entre múltiples actividades, Jacobsen es consciente del importante lugar que en ella ocupa la literatura: «Aun cuando estoy ocupándome de otras cosas, sigo escribiendo íntimamente, elaborando todo aquello que será materia de ficción».
En esta entrevista el autor nos cuenta, entre otros temas, sobre su estilo narrativo, el papel de la física y la música en su proceso de escritura y su opinión sobre la posibilidad de ser traducido.
¿Cómo describirías el estilo de tu narrativa? ¿Seguís los pasos de algún maestro? ¿Cuáles son tus influencias?
Como siempre digo, soy un escritor que se preocupa más por el lenguaje que por la trama. Después del lenguaje, en segundo lugar, busco dedicarme al análisis psicológico de los personajes. Otro aspecto que juzgo importante en mis textos es que, casi siempre, haya una dimensión mítica detrás de ellos, y eso muchas veces se traduce en una intertextualidad explícita con narrativas de diferentes mitologías (con cierta predominancia de la judeocristiana).
A pesar de reconocer huellas de textos de muchos escritores queridos en mis trabajos, no sigo deliberadamente los pasos de ningún autor en especial y tampoco me dejo afligir por la búsqueda de «una voz propia, original», porque no creo que aún haya espacio para la originalidad después de lo tanto que se ha escrito y de lo tanto que ya se ha experimentado en literatura. De todas maneras, puedo destacar algunos escritores que leo mucho y con los que siempre dialogo: Clarice Lispector, Samuel Rawet, Marcel Proust, Virginia Woolf, Yukio Mishima, Raduan Nassar, Isaac Bashevis Singer y Vladimir Nabokov. Además, la lectura de poesía es una influencia constante: Shakespeare, Rimbaud, Baudelaire, Verlaine, Florbela Espanca, Carlos Drummond de Andrade, Augusto dos Anjos, Konstantinos Kaváfis, Sophia de Mello Andresen…
¿Considerás que, en alguna medida, la física y la música influyeron en tus creaciones literarias? ¿De qué manera?
No creo en una influencia directa en la elección de temáticas o en la construcción de tramas, por ejemplo. Sin embargo, pienso que termino empleando el rigor y el método de la física en el proceso de creación de mis textos, es decir, solo puedo escribir si sé exactamente a dónde quiero llegar y si, antes de entregarme al texto propiamente dicho, tengo un esquema de la narración, paso a paso, como si fuese un algoritmo. Pero es verdad que las personas acostumbran reclamarme un libro en el que la física sea tema central y en el cual yo, de cierto modo, me apropie de los conceptos científicos para hacer literatura. Puede ser una buena idea para el futuro, quién sabe. En cuanto a la música, pienso que su estudio temprano me hizo desarrollar el oído, lo que ayuda mucho en esa cuestión de trabajar el lenguaje. Me gusta leer mis textos en voz alta varias veces, sin preocuparme por el significado, poniendo toda la atención en el ritmo de las frases, en la alternancia de sonidos abiertos y cerrados de las sílabas, en la melodía que las palabras encadenadas van construyendo. Este procedimiento (que puede ser bastante largo) es una etapa de revisión del texto decisiva para mí. Cierta vez, un crítico escribió que la gran mayoría de los nuevos autores brasileños no pasaba «la prueba del oído» y que la lectura de sus textos en voz alta recordaba a un niño aprendiendo a tocar el violín. Sea verdad o no, hago todo el esfuerzo posible para escapar de eso.
¿Cómo se da tu proceso de escritura?
Las ideas surgen aleatoriamente: puede ser una frase leída u oída, una imagen vista en vivo y en directo o en alguna ilustración. El paseo errante por entradas de enciclopedia o por versículos bíblicos también suele ser inspirador. Generalmente, la idea inicial ya surge envuelta en una pequeña narración, pero no acostumbro anotar las ideas en seguida que surgen. Las ideas surgen en gran cantidad, por eso las dejo flotar libres por mi cabeza, en medio de todos los demás pensamientos, durante días, semanas, hasta meses, sin anotar nada. Si la idea es buena, sobrevivirá. Ocurre, así, una especie de «selección natural». Cuando una idea sobrevive, hago alguna anotación, me pongo la idea en el bolsillo y salgo por el mundo con ella. Ahí se da una de las partes que, para mí, es de las más interesantes en el proceso de creación: como si fuese un imán, la idea empieza a atraer una gran cantidad de elementos que se suman a ella; son nuevas imágenes, nuevos textos con los cuales dialoga, también canciones. En otras palabras, la idea va reordenando el mundo a su manera, y yo termino tropezándome, en los lugares más insólitos, como por arte de magia, con muchas cosas que tienen mucho que ver con esa idea-imán inicial. Cuando ya hay un volumen significativo de información, empiezo el proceso de escritura propiamente dicho. Soy un escritor metódico y solo puedo poner en el papel la primera frase de una historia si sé antes cuál será la última. Por eso, antes de ponerme manos a la obra, hago resúmenes, esquemas, diagramas. Después de eso, es solo seguir el plan hasta el final, o sea, realizar el trabajo manual, que es siempre la parte más larga, tediosa e ingrata. Como no tengo rutina para escribir —la vida insiste en atropellarme con obligaciones insignificantes y terrenales—, esa fase demora mucho. De hecho, no me gusta escribir: me gusta haber escrito.
Varios de tus cuentos tratan temas vinculados con la cultura judía. ¿También hay elementos autobiográficos?
Realmente hay una fuerte presencia de la temática judía en mis escritos, pero no siempre fue así. Hasta mis veinticinco años de edad, evitaba escribir cualquier cosa sobre el tema, pues consideraba casi un lugar común que el autor judío escribiese sobre judaísmo. En verdad, es lo que las personas esperan: si el escritor es judío, tiene que haber algo de judío en sus textos, es como si hubiese una obligación. Por eso, siempre huí del asunto; no obstante, todo cambió cuando surgió la idea para mi novela Uma leve simetria, que trata del amor entre dos niños judíos. Acepté hacer una concesión y resolví que ese sería mi único trabajo de temática judía. Lo que yo no esperaba era que esa «concesión» le abriera las compuertas a un incontrolable torrente de narrativas sobre el mismo tema. Ya que no tenía cómo contenerme, decidí asumir el judaísmo como uno de los motivos fundamentales de mi literatura. Por otro lado, no hay elementos autobiográficos en mis textos. Siempre noté que, en sus primeros trabajos, muchos escritores tienden a aferrarse a la propia biografía, y siempre vi en esa tendencia un síntoma de amateurismo. Puede ser un prejuicio mío, incluso porque hay varias obras primas de la literatura que tienen abiertamente ese cuño autobiográfico, pero esa impresión me mantuvo alejado de la tentación de hacer ficción calcada de mi propia vida. Claro que mis textos son autobiográficos, pero solo en la medida en que todo texto es autobiográfico, pues un escritor no puede escribir sobre otras cosas sino sobre la propia experiencia. Aun hablando de realidades distantes y de eventos que nunca presencié, estoy, en el fondo, hablando de mí, aunque, la mayoría de las veces, ni siquiera yo sea capaz de relacionar directamente determinada escena o cierto personaje con los elementos de la realidad que los generaron.
¿Qué lugar ocupa la literatura en tu vida?
Yo trabajo como físico en la universidad, ocupo cargos en diversas asociaciones culturales, desempeño actividades en varios frentes de la comunidad judía y además soy del tipo de persona que cocina su propia comida, limpia su propia casa y cuida su propia ropa; así, puede parecer extraño que diga que la literatura ocupa el lugar de mayor importancia en mi vida. De hecho, entre tantos quehaceres, el tiempo que dedico exclusivamente a la literatura es escaso; sin embargo, ella está siempre presente. Aun cuando estoy ocupándome de otras cosas, sigo escribiendo íntimamente, elaborando todo aquello que será materia de ficción. Hay una crucial diferencia entre escribir libros y ser escritor. Escribir y publicar libros es un acontecimiento; ser escritor es mucho más una forma de relacionarse con los propios sentimientos, con las palabras, con los símbolos. Siempre estoy a la caza de símbolos a desvendar y creando mis propios símbolos internos, y hago eso anhelando la palabra escrita. En ese sentido, la literatura está siempre en mí. Y lo único que importa es esto: el símbolo.
¿Qué significa ser escritor en el mundo globalizado actual, dominado por la tecnología y las redes sociales?
Se espera hoy que un autor domine las más diversas plataformas de comunicación y esté presente en las redes sociales, dialogando continuamente con sus lectores, buscando «fidelizarlos», y con toda la sociedad, actuando como un verdadero «formador de opinión». Además, se espera que el autor analice los pequeños eventos del día a día de su comunidad y también los grandes acontecimientos de su tiempo. Finalmente, se afirma la tendencia de que, en las redes sociales, el autor sea un personaje más de sí mismo.
Francamente, yo no tengo paciencia ni ganas de hacer ninguna de esas cosas. Me parece que, en el fondo, todo eso se resume a una creciente necesidad de invertir en marketing personal, en un escenario abarrotado de personas que escriben libros y vacío de personas dispuestas a leerlos. En medio de todo eso, muchas veces, infelizmente, lo que menos importa es la literatura.
¿Cuál es tu punto de vista sobre la traducción literaria?
La traducción, antes que nada, es la captura y la cristalización de una lectura en particular: la lectura del traductor, hecha en un cierto lugar, en un determinado momento, y bajo circunstancias específicas. Heráclito ya nos decía que nadie es capaz de bañarse dos veces en el mismo río. Si utilizamos esa imagen para pensar en el proceso de traducción y consideramos, en esa metáfora, el río como un texto, la traducción es nada más que el registro de una zambullida en ese río. Nunca será el río en sí, está claro, y, en el fondo, es solo una posibilidad de registro entre tantas otras que el propio traductor podría concebir en momentos diferentes. Es por todo esto que ser traducido, en el fondo, es ser traicionado, pero deliciosamente traicionado. Porque siempre es mágico para un escritor encarar su propio texto reconstruido en una nueva lengua, por medio de las palabras de otra persona. Y esto es porque mirando de nuevo el texto bajo otra lente, el escritor, ahora en la traducción, puede vislumbrar muestras de las múltiples, de las varias interpretaciones que su texto puede tener, de las varias interpretaciones que puede despertar.
¿Qué implica para un escritor que su obra sea traducida a otros idiomas?
Para un escritor como yo, que se preocupa, sobre todo, con la plasticidad del lenguaje, y no tanto con la construcción de tramas y personajes, la traducción de algo que escribí es siempre la oportunidad de poner a prueba la fuerza del léxico, de las imágenes, de las frases construidas. En caso de que mucho de eso termine perdiéndose en la transposición de una lengua a otra, probablemente significa que fallé en la construcción del vigor que siempre me propuse darle a mi prosa. De lo contrario, si aún logro reconocerme en ese texto reconstruido, si aún logro observar allí lo esencial de aquello que deseé transmitir, probablemente, tendré motivos para celebrar.
¿Por qué aceptaste ser uno de los autores seleccionados para ser traducido por Pontis?
Acepté la propuesta de la revista Pontis justamente para tener una nueva oportunidad de esa naturaleza, de enfrentar mi propio texto revisto por los filtros de otra persona y de verificar si el texto sobrevive a ese proceso de filtrado que es la traducción. Acepté la propuesta de la revista Pontis, también, para tener la oportunidad de ser más leído en Uruguay, ese país tan hermanado a mi estado de origen aquí en Brasil, Rio Grande do Sul. Además, Uruguay es cuna de algunos de los escritores que desde hace mucho frecuentan mis estantes, como Horacio Quiroga, Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti y Mario Arregui.
Obras
Tempos & costumes. Porto Alegre, Editora Alcance, 1997. Prêmio Açorianos de Literatura en la categoría narrativa.
Solenar. Porto Alegre, Editora Movimento, 2005. Prêmio Açorianos de Literatura en la categoría narrativa.
Uma leve simetria. Porto Alegre, Não Editora, 2009. Finalista en el Premio Açorianos de Literatura 2009 en la categoría narrativa y en el Prêmio Livro do Ano, de la Associação Gaúcha de Escritores.
«Caligrafia do espanto». Porto Alegre, Não Editora, 2012. Cuento publicado como parte de la serie Contém 1 Drama.
Por que ler os contemporâneos? Autores que escrevem o século 21. Porto Alegre, Dublinense, 2014. Organización y publicación, junto con Léa Masina, Rodrigo Rosp y Daniela Langer, de una guía de lectura que contempla la obra de 101 autores de actualidad. Finalista en la categoría Ensaio de Literatura e Humanidades del Prêmio Açorianos de Literatura 2015.