Walter Carlos Costa1
Todos los textos parecen ser, de una forma o de otra, dependientes de otros textos, pero un texto traducido depende de un otro texto específico, de un modo bastante peculiar. Al escribir un texto normal, un escritor es, en principio, libre de organizar un conjunto de palabras, oraciones y párrafos de acuerdo a sus intenciones y habilidades. Sin embargo, todos nosotros sabemos que dicha libertad es más aparente que real, ya que nuestra memoria de textos anteriores, así como las normas culturales que internalizamos, restringen, por lo general, varios de nuestros movimientos textuales. El traductor, sin embargo, trabaja bajo condiciones diferentes. El texto que escribe va a estar basado en un mensaje que ya existe en forma de texto en otra lengua. El texto original limita el nuevo texto de innumerables
maneras, y la más visible de ellas es el hecho de que el texto del traductor debe tener un alto grado de semejanza con su original correspondiente para que sea reconocido como una traducción. En los estudios de traducción, dicha semejanza es actualmente denominada equivalencia.
Se han presentado muchas definiciones de equivalencia. Una de las más completas es la de Toury, teórico de la traducción conocido por su insistencia en considerar el TD (texto destino), en lugar del TF (texto fuente), como el foco de las investigaciones en traducción.
La equivalencia en la traducción sucede cuando un texto (o ítem) en la LF (lengua fuente) y un texto (o ítem) en la LD (lengua destino) son relacionables con las mismas características relevantes (o por lo menos con algunas de esas características).2 (TOURY, 1980, p. 37)
La definición mencionada tiene, sobre sus antecesoras, la ventaja de considerar la traducción como un fenómeno que involucra no solamente ítems aislados, sino también textos. Sin embargo, el énfasis dado por Toury al TD lo lleva a un concepto de equivalencia extremadamente abarcador, que no nos permite aprehender la útil e importante distinción entre traducción y adaptación (un texto inspirado en un texto fuente, pero que no es, sin embargo, controlado por dicho texto). Mason restablece
Notas
1 Traducción del inglés elaborada a partir del texto publicado en 1992 en la revista Ilha do Desterro, 28, págs. 133-155, por Helen Conceição, Silvia Corti y Pedro M. Garcez. Este artículo es una versión levemente modificada del capítulo 2 de la tesis de doctorado de Costa intitulada A linguistic approach to the analysis and evaluation of translated texts with special reference to selected texts by J. L. Borges [Un abordaje lingüístico para el análisis y evaluación de textos traducidos, con referencia especial a una selección de textos de J. L. Borges], defendida en 1992 en la Universidad de Birmingham, Inglaterra. La investigación recibió el apoyo financiero de la CAPES (Coordenação de
el equilibrio, ofreciendo una ligera, pero esencial, corrección al enunciado de Toury:
Propongo la siguiente enmienda a la definición de equivalencia traductora de Toury: La equivalencia en la traducción sucede cuando un texto (o ítem) en la LF (lengua fuente) y un texto (o ítem) en la LD (lengua destino) son relacionables con (la mayor parte de) las mismas características relevantes. Soy consciente de que «la mayor parte» es una expresión vaga, pero pienso que esta es una vaguedad con la que tendremos que convivir. (MASON, 1984, p. 209)
Bajo este punto de vista, el cual comparto, el TD es visto como una entidad autónoma que está, al mismo tiempo, íntimamente relacionada con su fuente. El plano que depende del texto traducido tiene que ver con su aspecto en tanto traducción, e investigarlo significa examinar la relación de un determinado par de lenguas a nivel sistémico. Tal investigación inevitablemente involucra un examen minucioso de las idiosincrasias gramaticales y lexicales, así como de las incongruencias e incompatibilidades entre los dos sistemas. Por su parte, el plano autónomo del texto traducido tiene que ver con su aspecto en tanto texto, o sea, con el modo como están agrupadas las unidades (palabras, oraciones, párrafos, capítulos, etc.).
Cuando lidiamos con la equivalencia, es necesario distinguir dos momentos o facetas: uno de ellos es la equivalencia de los ítems a nivel de la oración, o la equivalencia propiamente dicha; el otro es la equivalencia a nivel supraoracional, o la equivalencia (macro)textual. Las elecciones abiertas al traductor están sustancialmente restringidas en el primer caso y son casi infinitas en el segundo.
El problema de la equivalencia propiamente dicha es, sin duda, central en cualquier traducción. Sin embargo, un aspecto no menos crucial en el proceso de traducción es la construcción de un nuevo texto. Siguiendo a Coulthard (1987, p. 181), llamaré a ese proceso y a su producto textualización.
En primer lugar, vamos a recordar rápidamente cómo funciona la textualización cuando el escritor se pone a producir un texto original en una determinada lengua. Comienza con alguna(s) idea(s) y usa su acervo de palabras, expresiones idiomáticas, reglas gramaticales, modelos retóricos y sus experiencias pasadas como lector y escritor. Cómo partir desde el plano de las ideas y experiencias hacia un texto en sí continúa siendo, en gran medida, un proceso que los individuos controlan apenas muy parcialmente. Siempre tenemos la tendencia a decir más y menos de lo que conscientemente desearíamos, o, por lo menos, esa es la percepción de los otros.
Notas
Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior [Coordinación de Perfeccionamiento de Personal de Nivel Superior]). Texto publicado, con mínimas alteraciones, en Cadernos de Tradução, Universidade Federal de Santa Catarina, v. 2, n.º 16, 2005.
2 Nota de los traductores del inglés al portugués: “esse e outros trechos citados de obras em inglês foram traduzidos para os propósitos deste artigo e não se referem a traduções publicadas das respectivas obras”. [Traducción al español de Pontis: «este y otros pasajes citados de obras en inglés fueron traducidos a los efectos del presente artículo y no se refieren a traducciones publicadas de las respectivas obras».]
La mayoría de las veces, lo que somos capaces de decir depende de nuestro entrenamiento previo, de nuestra práctica y de nuestra real capacidad (factores estos que no son fácilmente identificables). Así, naturalmente evaluamos el habla de las demás personas, juzgándola interesante, pedante, culta, vulgar, ingeniosa, molesta, etc., e identificamos a aquellos que demuestran una mayor habilidad al dar explicaciones, contar un chiste o una historia, hacer un discurso, etc. Si eso es verdad para la lengua hablada, que, en principio, es un código dominado por todos los miembros de una comunidad de hablantes, tal vez sea aun más verdadero en el caso de la lengua escrita, una actividad desempeñada regularmente solo por un grupo relativamente pequeño de personas.
El escritor va desde lo (macro) ideacional hacia lo (macro) textual. Ese ideacional, sin embargo, no es el mismo que aquel definido por Halliday (1978, p. 128) a nivel oracional, que abarca representaciones experienciales y lógicas. Como observa Coulthard:
Estamos acostumbrados hace mucho a concebir el «ideacional» en el plano de la oración, pero no tenemos ninguna forma posible de lidiar con el contenido ideacional de un texto entero a no ser como un conjunto de contenidos ideacionales de las oraciones que lo constituyen. Sin embargo, esto no es útil ni aún posible para mis propósitos, porque lo que quiero explorar es la posible textualización de lo ideacional, siendo que lo que
tenemos aquí es meramente una realización de muestra. Observando el proceso comunicativo desde el punto de vista del compositor/escritor, podemos ver lo ideacional como pretextual. Sin embargo, a menos que alguien se enfoque en sí mismo, lo que sería una redefinición lisonjera del concepto de «hablante/oyente ideal», el único acceso que tenemos al ideacional del escritor es a través de su texto (textualización). (COULTHARD, 1987, p. 183)
Las dudas de Coulthard con respecto al «conjunto de contenidos ideacionales de las oraciones constituyentes» parecen estar bien fundamentadas. Parece que, en cada texto, hay bloques ideacionales, algunos de ellos más importantes que otros para el sentido global. Por esto, Hoey argumenta que:
La primera frase de un informe factual suele tener un estatus especial de frase-resumen. Por eso, sería posible argumentar que la capacidad de la frase 1 de tener sentido junto con las otras frases del texto es resultado de ese estatus especial. (HOEY, 1991, p. 47)
Identificar el bloque ideacional que resume el sentido general del texto sería muy útil, ya que de acuerdo a la observación de Coulthard:
Lo que necesitamos inicialmente es un resumen del contenido ideacional […] (COULTHARD, 1987, p. 183)
Es interesante notar, por ejemplo, que, en el cuento de Borges «La muerte y la brújula», dado que el primer párrafo funciona como un resumen de todo el texto, por comparación y contraste de las elecciones de los traductores en las tres versiones en inglés, podemos prever las principales decisiones textuales de cada uno de ellos.
A diferencia del escritor del texto original, el traductor es aquel tipo especial de escritor que crea el texto no a partir de su propio ideacional, sino a partir de otro texto. Consecuentemente, él se comporta casi como un editor, o como un escritor de un texto original que resuelve reescribirlo. La diferencia está en el hecho de que el traductor no está limitado solamente por la gramática, por los modelos lexicales de su lengua y por su habilidad como textualizador, sino que también sufre restricciones impuestas por el texto preexistente, por su tono y contenido, con los cuales puede no estar de acuerdo, así como las impuestas por la organización textual, aunque sea en otro código.
El proceso de traducción es mejor comprendido cuando reconocemos esos dos momentos y sus problemas inherentes. Por un lado, están sobre todo los problemas de la equivalencia en sí y, por otro, los problemas de equivalencia textual o retextualización. Como ambos aparecen necesariamente interconectados, no es de extrañar que el más visible —el de la equivalencia propiamente dicha— haya recibido el grueso de la atención crítica hasta ahora. La mayor parte de la literatura especializada sobre traducción está dedicada a los problemas de equivalencia. Excepto por una reducida minoría —cuyo representante más conocido es Toury—, la mayoría de los teóricos y críticos tiende a sugerir o dictar los modos en que los ítems y las frases deben ser traducidos en vez de explicar cómo y por qué esos ítems y frases fueron traducidos de hecho.
Todo texto puede ser, en principio, desdoblado en una serie de nuevos textos. De cierto modo, todo texto ya es varios textos, ya que su interpretación varía de acuerdo con el lector. Según muestra Mason:
La noción de que es posible crear efectos semejantes en lectores diferentes debe ser tratada con la mayor cautela. Es raro el caso en que dos lectores de la LF, ya sea de un poema, una novela o una pieza «difícil», vayan a interpretarlo de la misma manera. (MASON, 1982, p. 145)
Hasta el mismo lector va a interpretar un texto de forma diferente cada vez que lo lea, especialmente si la relectura sucede en intervalos distantes.
Algunos textos alcanzan una gran longevidad, sea en la lengua en la que fueron escritos o en otra(s) lengua(s). La extraordinaria longevidad de algunos textos se debe a innumerables factores, pero se puede afirmar con seguridad que esto tiene que ver con el valor asociado a lo ideacional o a las propiedades formales de dichos textos.
Algunas veces, como argumenta Borges, un texto o un fragmento de texto puede ser mejorado por el pasar del tiempo y por el consecuente cambio de la lengua:
BORGES: Está claro que la poesía es muy misteriosa. Vea estos versos de Shakespeare, en los cuales, hablando sobre Jesús en Israel, dice:
Over whose acres walk’d those blessed feet, Which, fourteen hundred years ago, were nail’d, For our advantage, on the bitter cross
Ahora, yo me pregunto si el uso de la palabra advantage con el sentido de ‘salvación’ era común en aquel tiempo, o si fue consecuencia del talento personal de Shakespeare. Fue la palabra correcta, aunque muy poco común (una palabra que, traducida, sería «a la ventaja nuestra»). Sin embargo, es la palabra correcta, si se la defiende adecuada y lógicamente.
MAC SHANE: ¿Pero no es el contexto el que la recupera?
BORGES: Ciertamente, pero también sucede algo inexplicable y misterioso. Usted siente que «advantage» es la palabra correcta aquí, una palabra que, de cierto modo, no es muy bonita, pero suena como la palabra correcta. Y, en el siglo XVII, «advantage» puede haber sido usada de esa forma.
MAC SHANE: ¿Significando ‘salvación’?
BORGES: Sí, por los teólogos. De modo que, en aquel tiempo, tal vez, el verso no fuera tan bonito como lo es hoy. Hoy en día, la palabra «advantage» surge como una sorpresa perspicaz. Estoy agradecido a Shakespeare por lo que escribió, pero, por lo que sabemos, tal vez el tiempo haya mejorado el texto. (DI GIOVANNI, 1974, p. 160)
Por medio de la traducción, un texto adquiere su expansión máxima, ya que trasciende los estrechos límites lingüísticos en los que fue concebido. Sin embargo, dicha expansión significa, al mismo tiempo, un momento de crisis, ya que en esa etapa surge inevitablemente la pregunta: ¿lo que leemos en la traducción es el mismo libro o pasaje y, si lo fuera, hasta qué punto?
En verdad, la traducción solo revela de forma más marcada un aspecto intrigante que, por lo visto, caracteriza a todos los textos: una vez creados, comienzan una vida independiente, de tal modo que su interpretación y, consecuentemente, su valor dependen solo parcialmente de las intenciones originales del autor. Así, por ejemplo, un libro religioso puede ser leído por muchos como literatura, y una obra literaria escrita inicialmente para un público adulto puede volverse un libro infantil, como sucedió con Los viajes de Gulliver y La isla del tesoro. La traducción complica aún más las cosas, y no es extraño que un autor se vuelva más conocido y valorizado en el exterior que en su país de origen. De esta forma, como ya sucedía en el siglo XIX, Poe parece ser mejor considerado en Francia que en su país natal, Estados Unidos.
Las distintas interpretaciones que todo texto puede provocar hasta cierto punto están comprendidas en la lengua nativa, porque, en general, una vez publicado,
el texto permanece intacto, a menos que el propio autor lo revise, o que un gran período de tiempo cause grandes cambios en el uso de la lengua, y una edición crítica se vuelva necesaria. En la traducción, la indeterminación de un texto es más visible, y cualquier debate sobre su interpretación conduce casi automáticamente a nuevas versiones. La historia de la traducción de la Biblia es de las más expresivas a este respecto, pero lo mismo sucede con otras obras literarias, de ciencias sociales, y también con textos normales y básicamente informativos. De esta forma, de acuerdo con Borges (1974, p. 240), existen tantas traducciones de la Odisea en Inglaterra que estas serían suficientes para ilustrar la evolución de la lengua inglesa a lo largo de los siglos.
La revisión de un texto por parte del propio autor no es totalmente diferente del proceso de traducción, en el sentido de que el autor se pone a producir un texto nuevo a partir de un ideacional ya textualizado. Obviamente, la principal diferencia es que, en el primer caso, la operación ocurre en la misma lengua y es realizada por el mismo autor. Como los críticos no dejan de señalar, el resultado puede ser mejor (como en el caso del Borges maduro que corrige al Borges joven), pero también puede ser peor (como, de acuerdo a Bertrand Russel [1974, p. 634], fue el caso de la revisión que Hume hizo de la primera edición de su Tratado sobre la naturaleza humana).
En el caso de la traducción, la mayoría de las personas cree que el traductor es siempre inferior al autor traducido, creencia retratada en el proverbio «traduttore traditore». Naturalmente, este prejuicio tiene una fuerte base pragmática, ya que la tendencia es escoger buenos textos para ser traducidos, pero no siempre es posible encontrar o pagarle a un buen traductor, mucho menos a un traductor con la misma capacidad e incluso con el mismo tiempo disponible que el autor original. De nuevo, esto es más visible en las áreas de la literatura y de las ciencias sociales, pero también sucede con textos técnicos y especializados. Si comparamos las traducciones que aparecen en los embalajes de productos industrializados en algunos países, no será difícil notar que el problema relativo a la calidad de las traducciones está ampliamente diseminado. Por otro lado, un traductor puede ser mejor textualizador que el escritor original, como ya fue demostrado por Baudelaire al traducir a Poe. Solo un examen minucioso, usando herramientas analíticas apropiadas, puede localizar las buenas soluciones que el traductor encontró para los problemas presentados en el texto original (y también aquellas que no son tan buenas). Algunas consideraciones iniciales pueden aclarar el asunto para una mejor comprensión del proceso de traducción y de sus productos. Las relaciones más importantes se dan entre lo ideacional, lo intertextual y lo textual, que permean todos los tipos de texto en cualquier lengua.
Parece no haber otra manera de que se produzca un texto que no sea partiendo de lo ideacional para llegar a lo textual, lo que, en otras palabras, significa comenzar con un conjunto de significados para que sea posible producir un texto, que, a su vez, constituye un nuevo conjunto de significados. De esta dificultad surge la mayoría de los problemas enfrentados por la traducción electrónica, e incluso por toda traducción. La traducción electrónica funcionaría maravillosamente si fuese viable un pasaje armonioso de una forma a otra, evitándose la incomodidad del significado. Del mismo modo, la traducción en general sería mucho más fácil si fuese posible crear un sistema de correspondencias biunívocas, que nos permitiese partir del texto hacia el significado y desde el significado hacia el nuevo texto sin ninguna complicación.
Un buen ejemplo de cómo ir del texto a lo ideacional y de lo ideacional a un nuevo texto en la misma lengua aparece en Coulthard (1987), en donde se critica una textualización visiblemente insatisfactoria de una serie de recomendaciones para diabéticos que estén de viaje y se propone una nueva textualización, que sería más eficiente para el propósito en cuestión.
En primer lugar, Coulthard presenta un resumen del texto, que por sí solo no podría ser entendido fácilmente por los supuestos lectores objetivo, los diabéticos:
(1) La comida en el exterior no necesita ser un problema para el diabético que se controla bien. (COULTHARD, 1987, p. 184)
El próximo paso es expandir el resumen, lo cual se hace al «desdoblar la ideación-resumen en alguno de sus componentes principales»:
(1a) En un nivel de análisis, la comida en el exterior se constituye, así como la comida en casa, por la combinación de grasas, proteínas y carbohidratos.
(1b) Un diabético que se controla bien ya resolvió su problema de analizar la comida y balancear su dieta en casa.
(1c) Por lo tanto, el problema es hacer valer las capacidades ya adquiridas respecto a comidas desconocidas. (Ibidem)
Aunque argumente que expansiones de este tipo podrían continuar infinitamente, Coulthard observa que el elemento interpersonal debe ser puesto en práctica si se desea que las expansiones tengan sentido:
[…] las únicas expansiones útiles son las orientadas al público. (Ibidem)
Esta visión es totalmente confirmada por el estudio de diferentes traducciones y especialmente por el estudio de adaptaciones, en las que partes de lo ideacional pueden ser expandidas o contraídas de acuerdo al público pretendido.
El aspecto interpersonal de los textos surge como el más importante en cualquier traducción, y uno de los motivos es la diferencia entre el público original y el nuevo. De acuerdo a Coulthard:
Es lo «interpersonal», o el sentido de público, lo que nos permite, como escritores, mantener lo ideacional dentro de límites administrables, siendo la interfaz ideacional/interpersonal lo que causa las mayores dificultades a los escritores de todas las edades y grados de maestría. Sin
un claro sentido de público, es imposible hacer las elecciones correctas a partir de lo ideacional. (COULTHARD, 1987, págs. 184-185)
Tal vez sea el aspecto interpersonal el que mejor explique la existencia de tantas versiones de algunos textos altamente valorizados, como la Biblia y la Odisea. La historia de las traducciones de Borges al inglés —tan reciente y, sin embargo, tan intrincada— confirma tal hecho: son precisamente sus cuentos más famosos, como «La muerte y la brújula» y «Tema del traidor y del héroe», los más traducidos. Podríamos postular que, en la medida en que una sociedad se desarrolla y crea una serie de públicos diferenciados, es probable que ellos se vuelvan blanco de editoras que publicarán traducciones de importantes textos extranjeros especialmente moldeadas para cada uno de esos públicos. Así, las diferentes versiones de la Biblia (King James, católica, ecuménica, moderna, etc.) son consumidas por diferentes públicos. En el caso de Borges en inglés, sucede lo mismo con la antología Labyrinths (ver Borges, 1970), siendo señalada como la más autorizada por los especialistas en Borges, a pesar de que el volumen haya sido publicado en una antología popular.
Así, podemos concluir que el número posible de variables en la textualización de la interfaz ideacional/interpersonal es enorme y, en algunos textos largos y complejos, probablemente infinito.
Textualizar implica diferentes dificultades en diferentes aspectos. En el ideacional (de acuerdo a lo mostrado por Coulthard, 1987, p. 187), las principales dificultades tienen que ver con la secuenciación y la señalización. En el interpersonal, tenemos que lidiar especialmente con el registro y la modalidad.
La secuenciación parece tener una importancia primordial en la traducción, ya que representa lingüísticamente tres elementos básicos de cualquier experiencia humana: tiempo, espacio y causalidad. No sorprende, por lo tanto, el hecho de que la secuenciación de un TF sobreviva parcialmente incluso en adaptaciones. Así, la traducción de una obra de ficción, con toda la libertad que pueda tener, necesariamente mantendrá algunas características básicas de tiempo y lugar de los eventos narrados, así como algunas conexiones entre ellos. Esto fue bien descrito por Mason en su comentario sobre la retrotraducción al inglés de la adaptación de una historia de Lewis Carroll hecha especialmente para aborígenes australianos.
Una comparación cuidadosa del original (Alice in Wonderland [Alicia en el país de las maravillas]) y de la adaptación (Alitji in the Dreamtime [Alitji en la hora del sueño3]) mostrará que los pasajes que involucran temporalidad y espacialidad sufrieron apenas un mínimo de adaptación a la cultura y al ambiente. (MASON, 1982, p. 147)
Esa característica (nociones de tiempo y espacio) fue mantenida, y eso fue posible en un texto ambiental y culturalmente adaptado porque tiempo y espacio son, en la expresión kantiana, la forma de la intuición pura, condiciones que subyacen a la posibilidad de toda y cualquier experiencia. (Ibidem, p. 148)
Otra complicación es que dichos movimientos textuales ocurren en diferentes niveles: la secuenciación tiene que ver con el orden cronológico; la señalización, con la gramática; el registro, con la elección léxica; y la modalidad, con la gramática. Aparentemente, existen ciertos patrones secuenciales que son universales, o por lo menos diseminados (como los que se encuentran en Propp, 1968), mientras que otros son más específicos de una cierta cultura. De la misma manera, también existen patrones secuenciales específicos de ciertos géneros, como en la novela y el cuento modernos, por
ejemplo. Se debe destacar que no hay necesidad de reglas explícitas para que estos existan en los textos.
Los textos poéticos se desvían nítidamente en este punto, y ello parece confirmarse en textos traducidos. El hecho de que, en la moderna poesía europea no narrativa, lo ideacional no aparezca tan claramente como antes surge a partir de los numerosos cambios que sufre en su secuenciación cuando es traducido. Tal vez esto sea tan responsable por la mala fama de la poesía traducida como la no reproducción de los efectos idiosincráticos de sonido y sentido de los autores. De hecho, parece que, una vez que la secuenciación ha sido profundamente alterada en una traducción, no vamos a reconocerla más como «el mismo texto» que el original. Generalmente es la secuenciación de bloques ideacionales seleccionados lo que permanece cuando se adapta una obra escrita para teatro, radio o cine.
Como el traductor necesariamente trabaja en una secuencia, él naturalmente traduce oración por oración, grupo por grupo y, a veces, hasta palabra por palabra. ¿Pero será que, antes de comenzar a escribir, hace un esfuerzo por retener el ideacional del texto entero, o se preocupa solo por la frase o la oración? Parece que la mayoría de los traductores realmente trabaja directamente con las menores unidades del discurso y, como veremos oportunamente, esta estrategia tendrá sus consecuencias,
Notas
3 Nota de los traductores del inglés al portugués: «en la mitología aborigen australiana, “hora del sueño” es la denominación de la época anterior a la creación del mundo terrestre».
especialmente relacionadas con fenómenos macrotextuales, como la cohesión y las relaciones de correspondencia.
Al contrario de la secuenciación, que es un trazo omnipresente en cualquier textualización, la señalización varía mucho según los hábitos y la habilidad del textualizador; tal como fue señalado por Coulthard:
[…] como Winter y Hoey demostraron hace mucho tiempo, la reunión de oraciones en un texto en sí crea relaciones entre las oraciones; pero una decisión secundaria del escritor es señalizar o no estas relaciones por realización léxica. Si él elige no hacerlo, permitirá la posibilidad de ambigüedad o malentendido. (Ibidem, p. 187)
En el lenguaje oral, el contexto situacional normalmente proporciona la información necesaria para que los hablantes realicen sus cambios sin recurrir a marcadores textuales de secuenciación. Además, la interacción natural transcurre en el tiempo, pero carece de la representación espacial específica del lenguaje escrito. Debido a la reducida capacidad de almacenamiento de la memoria a corto plazo, lidiar con elementos secuenciales es un acto extremadamente restringido en el habla informal. Poco sorprende, por lo tanto, que los textualizadores inexpertos tengan dificultades con el uso de la señalización:
No es insignificante que uno de los grandes problemas en los ensayos de los estudiantes sea la falta de señalización. (Ibidem, p. 188)
De hecho, ¿cómo podrían transferir marcas de puntuación al lenguaje escrito cuando la mayoría de esas marcas, por lo general, simplemente no existe en el lenguaje de habla normal?
La otra cara de la moneda es, naturalmente, la superseñalización. Ocurre en la mayoría de los textos, especialmente cuando el escritor desea presentar su mensaje lo más claro posible, siguiendo normas culturales prestigiosas. El resultado, en general, es una relación más explícita entre las oraciones, como podemos ver en el siguiente ejemplo (el término en itálicas indica el agregado de señalización):
Subió por escaleras polvorientas a antecámaras circulares; infinitamente se multiplicó en espejos opuestos […] (BORGES, 1974, p. 505)
He climbed dusty stairways to circular anterooms, where he was multiplied to infinity in facing mirrors. (DI GIOVANNI, 1971, p. 74)
La paradoja en los textos señalados es que Di Giovanni prefirió explicitar la señalización, pero el resultado es menos literario que el del texto de Borges, que utiliza la simple yuxtaposición de las oraciones. Este hecho parece indicar que el valor de la señalización puede cambiar de acuerdo con el género.
Textualizar implica, inevitablemente, hacer elecciones en el nivel interpersonal. Las más obvias e inmediatamente perceptibles son las elecciones relativas al registro. Típicamente, un texto va a mostrar, en su transcurso, en comparación con el registro dominante, otro u otros registros utilizados además de aquel. A veces, una simple elección gramatical, un pronombre, por ejemplo, puede denotar el nivel de relación entre escritor y lector. Así, en «La muerte y la brújula», Borges hace que todos sus personajes se dirijan unos hacia otros usando el pronombre «usted» (un pronombre formal de segunda persona del singular que, en el español argentino, contrasta con el pronombre informal «vos»). En otras ocasiones, los ítems lexicales expresan la distancia relativa entre el escritor y el lector. En general, podríamos decir que existen ciertos elementos lexicales y gramaticales que son más neutros, mientras que otros son fuertemente marcados. Como ambos conjuntos difieren de lengua a lengua, la falta de correspondencia es un fenómeno bastante previsible en la traducción. La solución exitosa para tal desafío va a depender, básicamente, de la habilidad personal del traductor de reproducir una configuración semejante en su texto.
En comparación con el registro, una marca que abarca al texto como un todo, la modalidad aparenta ser más fácilmente identificable y administrable. Sin embargo, las normas culturales y preferencias personales ejercen un papel importante, haciendo que muchos traductores dejen de reproducir la modalidad adecuadamente. A continuación tenemos un buen ejemplo de cambio de modalidad en la traducción, en el cual ninguna restricción sistemática es evidente:
Publica un libro dedicado a la gloria del héroe; también eso, tal vez, estaba previsto. (BORGES, 1974, p. 498)
He publishes a book dedicated to the glory of the hero; this, too, no doubt was foreseen. (KERRIGAN, 1965, p. 127)
La opción de Kerrigan de un cambio audaz de «tal vez» por «no doubt» (‘sin duda’) parece haber sido motivada por su interpretación particular del texto, ya que la elección obvia sería «perhaps» (‘tal vez’), que incluso fue la decisión tomada por Irby, el otro traductor de la misma historia:
He publishes a book dedicated to the hero’s glory; this too, perhaps, was foreseen. (IRBY, 1970, p. 105)
De naturaleza inestable, ya que siempre existe la posibilidad de una nueva versión, el texto traducido ilustra particularmente bien los principios que gobiernan el trabajo del escritor. No sabremos con exactitud precisamente cuánto de la información, emoción y belleza suscitadas por el texto en sí fue intención del autor. Incluso en el caso de los escritores más habilidosos, el proceso parece escapar del control consciente. En otras palabras, el texto final de hecho trae las intenciones del autor, pero puede traer más o menos de lo que fue originalmente intencionado.
En toda escritura parece haber una ardua lucha entre las opciones modelo y las opciones creativas. Según Sinclair:
Una nueva perspectiva, que va al encuentro de las especulaciones actuales, es la siguiente: las decisiones referentes al significado se toman, en principio, en un nivel muy abstracto, y también en términos muy amplios y generales. A esa altura, no hay distinción entre significado y estrategia. Un intento comunicativo recién concebido pasa por varias etapas de realización, durante las cuales se empiezan a tomar las decisiones referentes a la expresión. Esas decisiones tienen ramificaciones lexicales y gramaticales, y llegan a su forma final luego de pasar por una serie de opciones modelo, a no ser que un efecto muy particular haya sido especificado en la planificación. Las opciones modelo involucran las reglas gramaticales (así como las reglas de colocación, menos explícitas, pero bastante obvias). (SINCLAIR, 1991, p. 8)
Probablemente, entre las opciones modelo también se encuentren el tipo de texto y los patrones retóricos. Esto es más visible en ciertos géneros, como la correspondencia comercial, pero también es aparente en el área creativa de la escritura literaria. Según señalan los críticos e historiadores literarios en general, la mayoría de los escritores de una determinada época en un mismo país tiende a producir obras con muchas características en común.
El desajuste entre intención, realización textual y percepción por parte de diferentes lectores caracteriza cada textualización. Una buena explicación es dada por Sinclair:
Está claro que la naturaleza del texto no es seguir reglas bien delineadas, sino experimentar gran flexibilidad e innovación. (SINCLAIR, 1991, p. 6)
En realidad, la flexibilidad textual parece desafiar no solo las reglas generales de la gramática y de la colocación, sino también las reglas (auto)impuestas por el escritor a sí mismo. Encontré un bello ejemplo de esto en el cuento de Borges «Hombre de la esquina rosada» (Borges, 1974, págs. 329-334), que, a pesar de la intención declarada del autor, y muy contra su gusto, ha sido insistentemente interpretado por los lectores como un cuento típicamente argentino.
Si miramos la superficie del texto, especialmente dos o más traducciones hechas a partir de un mismo TF, podremos distinguir una verdadera competencia entre dos principios, llamados por Sinclair, respectivamente, principio de la libre elección y principio idiomático. Sinclair explica:
Se defiende aquí la idea de que, para explicar el modo en que el significado surge a partir del texto lingüístico, tenemos que desarrollar dos principios de interpretación diferentes. Uno no es suficiente. Jamás fue propuesto ningún principio que por sí solo lograse dar cuenta de las evidencias de manera satisfactoria. Los dos principios son:
El principio de la libre elección
Se trata de un modo de ver el texto lingüístico como resultado de un número muy grande de elecciones complejas. En cada punto en que una unidad está completa (una palabra, un sintagma o una oración), se abre una amplia variedad de elecciones y la única restricción es la gramaticalidad.
El principio idiomático
Está claro que las palabras no aparecen aleatoriamente en un texto, así como está claro que el principio de la libre elección no presenta restricciones sustanciales suficientes. No produciríamos un texto normal usando solamente el principio de la libre elección.
El principio idiomático dice que el usuario de la lengua dispone de un gran
número de sintagmas semipreconstruidos que constituyen opciones unitarias, aunque puedan parecer analizables en partes. (Ibidem, págs. 109-110)
Es importante notar que Sinclair habla aquí de texto lingüístico. Parece haber una diferencia esencial entre que veamos la lengua, por un lado, como un sistema abstracto, cuando hay lugar para una especie ideal de gramática y léxico vistos separadamente, y, por otro lado, que la veamos efectivizada en un texto, donde parece haber lugar solamente para la lexicogramática.
Entonces, de acuerdo con el principio de la libre elección, la famosa frase de Chomsky:
Ideas verdes incoloras duermen furiosamente. (CHOMSKY, 1965, p. 149)
sería posible, pues obedece a las reglas de la gramaticalidad y lexicalidad, es decir, las palabras existen en la lengua y se unieron siguiendo las reglas de la lengua. Sin embargo, no pasaría la prueba del principio idiomático, porque las dos condiciones «ideas verdes incoloras» y «duermen furiosamente» no serían lexicogramaticales (ver Halliday, 1966, p. 161). Existe, claro, la posibilidad de que esos agrupamientos sucedan en textos reales, pero tan solo en textos de tipos específicos, tal como en la poesía (por ejemplo, en Gerard Manley Hopkins). De hecho, algunos poetas «difíciles», como Mallarmé o Browning, hacen uso considerable de la no léxicogramaticalidad como recurso estilístico.
De acuerdo a Sinclair (1991, p. 112) el principio idiomático es «al menos tan importante como la gramática en la explicación de cómo el significado surge a partir del texto». Esto es crucial en el estudio de la traducción, ya que una de las características principales del supuesto traduccionés4 parece ser exactamente su falta de idiomaticidad. En realidad, si tenemos en mente el principio idiomático contrapuesto al principio de la libre elección, podremos llegar a una clasificación lingüística más clara de los diferentes tipos de traducción.
En una traducción literal, el principio idiomático tiende a estar ausente o a desempeñar un papel menor, con expresiones idiomáticas y colocaciones naturales que aparecen solamente cuando hay correspondencia biunívoca entre las palabras de las lenguas involucradas. El principio de la libre elección que opera en el TF, por lo general, se sobrepondrá al TD. Un ejemplo típico puede encontrarse en la traducción de «La muerte y la brújula» hecha por Kerrigan:
The afternoon dailies did not neglect this series of disappearances. (Kerrigan 1965, p. 122)
Los diarios de la tarde no descuidaron esas desapariciones periódicas. (BORGES, 1974, p. 503)
«Diarios de la tarde» es una colocación común en español, pero «afternoon dailies» (‘diarios de la tarde’) no es nada común en inglés. Lo contrario de una traducción literal es la llamada traducción dinámica. En ella se impone el principio idiomático de la lengua de destino, las expresiones idiomáticas y las colocaciones son adaptadas a las normas de la lengua de destino, y son redimensionadas las instancias en las cuales el principio de la libre elección operaba en el TF. Di Giovanni aprovechó ampliamente esta opción, habiendo abundancia de ejemplos en cada página de Borges traducida por él. Un ejemplo ilustrativo es el siguiente:
His ninth attribute, Eternity, may be found – that is to say, the immediate knowledge of everything under the sun that will be, that is, and that was. (DI GIOVANNI, 1971, p. 68)
Su noveno atributo, la Eternidad —es decir, el conocimiento inmediato— de todas las cosas que serán, que son y que han sido en el universo. (BORGES, 1974, p. 501)
Notas
4 Nota de los traductores de Pontis: ‘idioma o jerga de la traducción’, por analogía con «japonés», «portugués», «inglés», etc. De «traducionês» en la versión en portugués, por analogía con «economês», «juridiquês», «mediquês», etc.
La secuencia «under the sun» (‘bajo el sol’), que sin dudas vuelve el texto de Di Giovanni muy idiomático, simplemente no existe en el TF. Por lo contrario, Borges usó el verbo finito «serán» sin atributo, una elección no común en español que evoca el lenguaje bíblico.
En una traducción adecuada, el equilibrio entre el principio de la libre elección y el principio idiomático del TF se preserva en buena medida. Las traducciones de Borges hechas por Yates pueden ser descritas, la mayoría de las veces, como adecuadas, tal como podemos notar en el siguiente fragmento:
Lönnrot abstained from smiling. Suddenly become a bibliophile or Hebraist, he ordered a package made of the dead man’s books and carried them off to his apartment. (YATES, 1970, p. 108)
Lönnrot se abstuvo de sonreír. Bruscamente bibliófilo o hebraísta, ordenó que le hicieran un paquete con los libros del muerto y los llevó a su departamento. (BORGES, 1974, p. 500)
Las colocaciones remarcadas, que son peculiares en español, fueron cuidadosamente reproducidas en inglés.
Finalmente, la traducción más que adecuada puede ser caracterizada como aquella en la cual el principio de la libre elección está presente en una proporción mucho mayor a la del TF. Esta es más frecuente de lo que se imagina y, cuando sucede, generalmente oímos el siguiente comentario de los lectores más atentos: «Es mejor que el original». Los poemas de Borges en inglés suenan, a veces, como traducciones más que adecuadas, como en este caso:
My life in the same way weaves and unweaves its weary history. (REID in BORGES, 1969, p. 202)
y es así como mi vida teje y desteje su cansada historia. (BORGES, 1969, p. 233)
La expresión «weary history» (‘fatigada historia’) parece ser una elección poética más eficiente que «cansada historia», ya que el TD reproduce el ideacional del TF y además presenta un patrón sonoro coadyuvante.
Una cuestión central es identificar los fragmentos del texto en los que prevalece uno u otro principio, una operación que el lector realiza automáticamente de acuerdo con su habilidad de decodificar un tipo específico de texto, pero que es decisiva para cualquier traductor que tiene que reproducirla en otra lengua. Como veremos en el cuerpo de este estudio, la interpretación del traductor y las elecciones resultantes irán dando color a su texto, identificándolo, desde el comienzo, con una de las categorías arriba mencionadas. En otras palabras, las elecciones futuras estarán fuertemente condicionadas por la postura inicial (sobre esto, ver Toury, 1980). Sinclair (1991, p. 114) cree que «las fronteras entre los fragmentos construidos a partir de diferentes principios, normalmente, no estarán bien definidas», aunque «se deba reconocer que los dos modelos que están siendo usados son incompatibles» y que «no hay transformación gradual de uno al otro» porque «los modelos son directamente opuestos». Una forma de superar esta dificultad es introducir otra subdivisión a los dos principios generales.
Para revelar los dos principios que operan en un fragmento dado, parece necesario considerar el principio de la libre elección formado por dos tipos de elección: a) lexical; b) gramatical; y el principio idiomático constituido por tres conjuntos diferentes de elecciones más amplias: a) expresiones idiomáticas; b) colocaciones); c) secuencias lexicogramaticales fijas. Los dos principios son, de hecho, opuestos, aunque refieran a las mismas categorías lingüísticas, a saber, léxico y gramática. La diferencia esencial reside en el hecho de que, en el principio de la libre elección, la elección, como el nombre ya lo dice, es múltiple, y en el
principio idiomático la elección es unitaria. En los párrafos a continuación, daré ejemplos de cada categoría en los textos de Borges y mostraré cómo sus traductores optaron por diferentes soluciones.
Los diarios de la tarde no descuidaron esas desapariciones periódicas. (BORGES, 1974, p. 503)
The afternoon dailies did not neglect this series of disappearances. (KERRIGAN, 1965, p. 122)
The afternoon papers did not overlook the periodic disappearances. (YATES, 1970, p. 111)
The evening papers made a great deal of these recurrent disappearances. (DI GIOVANNI, 1971, p. 71)
La elección léxica de Borges fue reproducida en inglés por todos los traductores, excepto Di Giovanni, que prefirió utilizar una expresión idiomática.
Un invencible ejército de guerreros parte de un castillo infinito, sojuzga reinos y ve monstruos y fatiga los desiertos y las montañas, pero nunca llegan a Carcasona, aunque alguna vez la divisan. (BORGES, 1974, p. 711)
An invincible army of warriors departs from an enormous castle, subjugates kingdoms, sees monsters, conquers deserts and mountains, but never arrives at Carcassonne, although the men catch sight of the city once from afar. (SIMMS, 1973, p. 108)
An invincible army of warriors leaves an infinite castle, conquers kingdoms and sees monsters and exhausts the deserts and mountains, but never reach Carcassonne, though once they glimpse it from afar. (IRBY, 1970, p. 236)
En este pasaje, Borges cambia la transitividad usual del verbo «fatigar», normalmente intransitivo, haciéndolo transitivo con un complemento para nada común. Irby reproduce la elección gramatical marcada hecha por Borges, mientras que Simms evita la dificultad, escogiendo otro equivalente más previsible («conquers»).
No hay que buscarle tres pies al gato — decía Treviranus, blandiendo un imperioso cigarro. (BORGES, 1974, p. 500)
There is no need to look for a Chimera, or a cat with three legs, Treviranus was saying as he brandished an imperious cigar. (KERRIGAN, 1965, p. 118)
‘No need to look for a three-legged cat here,’ Treviranus was saying as he brandished an imperious cigar. (YATES, 1970, p. 107)
“We needn’t lose any time here looking for three-legged cats,” Treviranus said, brandishing an imperious cigar. (DI GIOVANNI, 1971, p. 66)
Las tres traducciones intentaron, con éxito variable, reproducir la expresión idiomática del TF. Esa unanimidad parece indicar un alto grado de conciencia de los traductores con relación a las expresiones idiomáticas, así como una concientización en cuanto a reproducirlas en el TD. Sin embargo, la expresión idiomática referida no presenta el grado de dificultad sobre el que Baker & McCarthy correctamente nos llaman la atención:
Algo que debe llamar la atención de cualquier hablante nativo que tenga curiosidad lingüística en el momento en que abre un diario o revista británicos, o al escuchar las emisiones de los medios, o simplemente al participar en una conversación informal, es cuán frecuentemente se presume el conocimiento de las UML (unidades multilexicales), recurso usado como base para el humor, la ironía o la creatividad, o para atraer el ojo o el oído del receptor a efectos de informarlo, persuadirlo o inducirlo. […] La manipulación de las UML puede ocurrir en algunas o en muchas de las escalas de fijeza sintáctica, fonológica, léxica, semántica y ortográfica […]. (Baker & McCarthy 1988, p. 23)
La acción transcurre en un país oprimido y tenaz: Polonia, Irlanda, la república de Venecia, algún estado sudamericano o balcánico… (BORGES, 1974, p. 496)
The action transpires in some oppressed and stubborn country: Poland, Ireland, the Republic of Venice, some state in South America or the Balkans… (KERRIGAN, 1965, p. 123)
The action takes place in an oppressed and tenacious country: Poland, Ireland, the Venitian Republic, some South American or Balkan state… (IRBY, 1970, p. 102)
«Transcurre» es normalmente utilizado en colocación con «acción», así como en la traducción de Irby «takes place» (‘tener lugar’) es usado con «action» (‘acción’). Kerrigan, sin embargo, hace una elección marcada al emplear «transpire» (‘transpirar’) que normalmente no se usa junto a «action» (‘acción’).
Lönnrot se creía un puro razonador, un Auguste Dupin, pero algo había en él de aventurero y hasta de tahúr. (BORGES, 1974, p. 499)
Lönnrot thought of himself as a pure thinker, an Auguste Dupin, but there was something of the adventurer in him; even of the gamester. (KERRIGAN, 1965, p. 117)
Lönnrot believed himself a pure reasoner, an Auguste Dupin, but there was something of the adventurer in him, and even of the gambler. (YATES, 1970, p. 106)
Lönnrot thought or himself as a pure logician, a kind of Auguste Dupin, but there was also a streak of the adventurer and even of the gambler in him. (DI GIOVANNI, 1971, p. 65)
La secuencia fija en el TF es sorprendentemente reproducida por todos los traductores, aunque con una pequeña variación en el caso de Di Giovanni.
Como podemos ver por los ejemplos anteriores, las traducciones muchas veces presentan configuraciones divergentes del principio de la libre elección o del principio idiomático. Una descripción y un análisis cuidadoso de los dos principios en acción pueden ser útiles para refinar la evaluación de las traducciones y tal vez incluso para desarrollar una pedagogía de la traducción más eficiente. Un subproducto potencial de esta investigación es un punto de vista renovado de las propiedades que hacen que algunos textos sean percibidos como más valiosos que otros.
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Walter Carlos Costa estudió Filología Románica en la Katholieke Universiteit Leuven, Bélgica, posee un doctorado sobre las traducciones de Borges al inglés en la University of Birmingham, Reino Unido, y un posdoctorado en la Universidade Federal de Minas Gerais. Es profesor del Departamento de Lengua y Literatura Extranjeras de la Universidade Federal de Santa Catarina. Actualmente realiza una colaboración técnica en el Departamento de Letras Extranjeras de la Universidade Federal do Ceará.