No es novedad que muchas personas interesadas en análisis de textos y traducción ni siquiera llegan a tener contacto con la teoría semiótica por creer que la incursión en sus discusiones teóricas es una tarea demasiado ardua. Así, una teoría que presenta herramientas de trabajo muy consistentes y operativas para el análisis textual muchas veces deja de ser explorada por aquellos que podrían sacar gran provecho de nociones ya sólidamente establecidas. El propósito de este artículo es mostrar, de forma breve, algunos conceptos de la semiótica francesa y cómo estos pueden servir de ayuda en una reflexión más profunda sobre los textos.
Comencemos por presentar qué entendemos por texto. No podemos olvidarnos de que esta es una noción que abarca no solo los textos verbales (textos literarios, artículos de diarios y revistas, etc.), sino también los visuales (pinturas, esculturas, fotos, etc.), los musicales (canciones, jingles, etc.), entre otros. Por ejemplo, en la revista Pontis, nos encontramos con textos verbales y no verbales en correlación. También están aquellos que son construidos a partir de la mezcla de esos diferentes tipos textuales, como es el caso del cine, de los videoclips y de los textos publicitarios, por ejemplo. Es decir que la noción de texto presentada aquí es bastante abarcadora.
La semiótica francesa parte del presupuesto de que los textos poseen una lógica subyacente general. Esto quiere decir que, independientemente de las características que individualizan un texto, hay esquemas de organización comunes a todos ellos y es precisamente de estos esquemas generales que nace la metodología propuesta por la semiótica greimasiana, cuyo nombre homenajea a su fundador Algirdas Julien Greimas. Fue él, a fines de 1960, el responsable de establecer los cimientos de la teoría que siempre se caracterizó como una metodología de análisis que busca entender y explicitar los mecanismos de construcción de sentido en el texto. El simulacro metodológico propuesto por la semiótica francesa o greimasiana parte de grandes líneas generales, que destacamos brevemente a continuación.
Todo enunciado tiene como presupuesto necesario un sujeto de la enunciación (un alguien que dice). Este sujeto de la enunciación se desdobla en un enunciador (quien habla) y un enunciatario (a quien se habla). Esto implica decir que todo enunciado tiene como presupuesto una interlocución entre ambos. Precisamente, esta interlocución construye las especificidades de cada texto, dado que el sujeto de la enunciación, al proyectarse en el enunciado, deja sus marcas en él. Vale destacar que cuando hablamos de sujeto de la enunciación en semiótica ―sea por la perspectiva del destinador o por la del destinatario— nos estamos refiriendo a una voz que emana del texto y no a personas reales. Una ilustración rápida de este argumento es el hecho de que todo texto infantil, por ejemplo, carga en sí mismo las marcas que nos indican que su enunciatario es un niño, independientemente de que sepamos o no los datos biográficos o anécdotas circunstanciales que rodean la obra.
Es decir, el análisis inmanente (que no rebasa los límites del texto) garantiza no solo una rica fuente de información sobre las relaciones internas del texto y sus mecanismos de construcción de significación, sino que también señala ―respetando la voz del texto, por así decirlo ― su anclaje ideológico.
Con respecto al enunciado propiamente dicho, la semiótica propone una división del análisis en diferentes grados de abstracción, que establece tres niveles de análisis que componen el recorrido generador del sentido. Ellos son:
(i) Nivel discursivo: el nivel más superficial y más concreto, en el que se sitúan las estrategias de proyección del sujeto de la enunciación, más específicamente respecto a la proyección de las categorías deícticas de persona, espacio y tiempo (sintaxis discursiva). En este mismo nivel, deben ser enmarcadas las relaciones entre temas y figuras (semántica discursiva) determinadas por la misma enunciación.
(ii) Nivel narrativo: este es un nivel más abstracto con relación al primero, en el que se ubica la sintaxis narrativa (base común del enunciado narrativo). Esta sintaxis prevé una estructuración mínima que, en principio, serviría de base para cualquier enunciado y que se basa en las relaciones juntivas establecidas entre un sujeto y un objeto de valor (que se explicarán más adelante).
(iii) Nivel fundamental: nivel en el que se establece el eje semántico sobre el cual se construye el texto y en el que, por medio del cuadrado semiótico, se representa gráficamente la sintaxis sumaria de las transformaciones que ocurren entre los términos de una categoría semántica.
Dicha sintaxis se basa en relaciones de contrariedad, contradicción e implicación, que son las responsables de las articulaciones mínimas de una narración.
Si realizamos un análisis histórico, en sus inicios, las discusiones semióticas se concentraron en el nivel narrativo, más precisamente en la formación de una sintaxis narrativa, o sea, en la caracterización de elementos comunes presentes en las relaciones establecidas entre sus actantes. Esta sintaxis reinterpretaba, en términos más rigurosos, un extenso conjunto de funciones utilizadas por Vladímir Propp para la descripción del cuento popular ruso. Su idea central o elemento nuclear era el enunciado narrativo, la unidad mínima de la descripción semiótica del texto. Por medio del enunciado narrativo, formulado abstractamente en términos de relaciones juntivas entre sujeto y objeto, Greimas logró una descripción estructural aplicable, en principio, a cualquier texto. Hagamos una breve pausa para ilustrar lo que acabamos de decir.
Para la semiótica, una narración siempre se construye basada en las nociones de sujeto, antisujeto y objeto-valor. Estos conceptos de la semiótica pueden ser entendidos de la siguiente forma: siempre hay un sujeto que se dispone a buscar un objeto que representa un valor para él. Cuando hablamos de objeto no estamos necesariamente refiriéndonos a algo palpable, sino a la meta del sujeto, a aquello que quiere alcanzar. No importa si estamos contando la historia de un príncipe en busca del casamiento con la princesa, de un universitario en busca de su diploma, de un empresario en busca de mejorar las ganancias de su empresa, etc. Todas estas narrativas tienen en común un sujeto que busca un objeto-valor.
El camino demarcado por esas acciones constituirá la narración de ese sujeto. Esta, por lo tanto, partirá siempre de una necesidad de búsqueda del objeto-valor por parte del sujeto, o sea, de una situación de disjunción. Y no importa si está siendo contada en un libro, en una canción, en un videoclip, en una película, puesto que este esquema general vale para cualquier tipo de texto. El antisujeto, que todavía no hemos mencionado, representa los obstáculos que cada uno de los sujetos mencionados encontrará en su camino de búsqueda. Así, el antisujeto puede ser un dragón terrible que intenta impedir que el príncipe rescate a la princesa, puede ser un profesor muy incompetente o injusto en el caso del universitario, puede ser una crisis financiera en el caso del empresario.
En suma, a pesar de que las diferentes narraciones cuentan historias específicas, poseen esquemas de organización comunes —una lógica general de los textos— que organizan el nivel narrativo. El nivel discursivo, por su parte, será el responsable de la materialización de dicho esquema general en sus especificidades. Sin embargo, a pesar de su materialidad, detalle e individualidad, también contará con estrategias generales de producción de determinados «efectos de sentido».
El nivel fundamental no es más que la circunscripción de la categoría semántica principal responsable de la organización del texto. Así, podemos decir que tanto un artículo que critica el tratamiento de los prisioneros en Guantánamo por parte del gobierno estadounidense como un reportaje sobre las diferentes posibilidades que se abren para los deficientes físicos con las herramientas de Internet se paran sobre la categoría libertad versus opresión.
Es decir, esos son los polos alrededor de los cuales se organizan los elementos del texto. Incluso en el nivel fundamental, ya hay una valoración de los polos, una orientación axiológica, según la jerga semiótica, que indicará, aunque de manera incipiente en este nivel, la inclinación ideológica que se materializará en el nivel discursivo. En los ejemplos citados, el polo libertad es valorado positivamente y el polo opresión, negativamente. Sin embargo, no es difícil imaginar que un texto que trate, en el nivel discursivo, de los horrores cometidos en los campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial desde la perspectiva nazista tenga como orientación primordial, en el nivel fundamental, el polo opresión valorado positivamente (por ejemplo, que se materializará en lo discursivo como sinónimo de orden). En definitiva, lo importante es que veamos que en ese simulacro metodológico hay una interconexión entre los niveles que garantiza la coherencia textual.
Retomando la perspectiva histórica del desarrollo de la semiótica francesa como consecuencia natural de la propia metodología de construcción del modelo semiótico, en ese primer momento de la semiótica en que el énfasis recae en el nivel narrativo, Greimas descubre que en todo hacer del sujeto hay un elemento presupuesto. De la investigación de los presupuestos del hacer, infiere la modalización de la sintaxis narrativa, o sea, constata que tanto el ser como el hacer del sujeto podrían estar sobredeterminados. De inmediato, se reveló la capacidad de expansión del modelo para la descripción de las etapas que precedían y seguían a la acción del sujeto propiamente dicha y que, hasta entonces, no tenían una explicación adecuada.
Las investigaciones de Greimas sobre la modalización del ser terminaron por conducirlo directamente al universo pasional. Ahora, sin riesgo de caer en un puro psicologismo, el semiótico considera las pasiones como arreglos de configuraciones modales pasibles de análisis científico. En otras palabras, el hacer del sujeto tiene como presupuesto arreglos modales que lo impulsan a la acción o le impiden hacer algo, y dichos elementos pasionales se reflejan directamente en el recorrido del sujeto. De este modo, por ejemplo, si un sujeto es movilizado por el querer, pero no por el poder, hay consecuencias inmediatas en su recorrido de acción. El universitario, puesto antes como ejemplo, puede comenzar la búsqueda de su meta, el diploma, siendo modalizado exclusivamente por el deber. No obstante, si más allá del deber el querer también lo moviliza, seguramente sus acciones ganarán un nuevo aliento. Si, por su parte, el arreglo modal presupuesto a esa misma búsqueda es el querer, pero también el no poder, otros elementos entran en juego en este recorrido.
Con esto queremos decir que el concepto de modalización trajo ventajas innegables al modelo, a pesar de haber dejado de lado una serie de cuestiones pendientes que ni siquiera habían llegado a una buena formulación. Tal vez sea ese el principal mérito de Semiótica de las pasiones (Greimas y Fontanille, 1993): en esta obra, Greimas, junto con Jacques Fontanille, le dan el debido énfasis al problema de la continuidad, trayendo a un primer plano el universo sensible y sus configuraciones pasionales. No obstante, a pesar de la innegable pertinencia de los conceptos y de la propiedad en el modo de presentarlos, el tratamiento de los temas aún fue bastante intuitivo, ya que, en aquel momento, no se habían desarrollado las herramientas conceptuales necesarias para su formalización.
Los estudios sobre la tensión, propuestos por Jacques Fontanille y Claude Zilberberg (2001), representaron, de hecho, una apertura hacia las cuestiones relacionadas con la participación de los elementos continuos en la construcción del sentido. Dieron prosecución a las discusiones recogidas en Semiótica de las pasiones, practicando un refinamiento del instrumental teórico relacionado con el nivel de las condiciones previas a la formación del sentido. Podemos decir, entonces, que la preocupación sobre el universo sensible se inicia con el mismo Greimas, en las obras Semiótica de las pasiones y De la imperfección (Greimas, 2001), y se desdobla, más recientemente, en los estudios tensivos que dan continuidad a las preocupaciones del creador de la semiótica francesa con el universo afectivo.
Esto nos lleva a afirmar que, en su etapa actual, la teoría semiótica ya parece contar con una base conceptual suficientemente sólida para que se pueda volver al texto entendido como proceso. Este nuevo abordaje, a saber, el abordaje tensivo, se deriva, por lo tanto, de una evolución natural de la teoría que, después de atenerse por algún tiempo a los contenidos inteligibles, pasó a considerar la posibilidad de tratar también los contenidos sensibles. El problema que está en el origen de la semiótica tensiva es construir un modelo descriptivo de los fenómenos continuos, directamente asociados al universo sensible. Fundados sobre los conceptos de valencia y valor, percepción, ritmo, entre otros, los estudios tensivos proponen una sintaxis que pretende explicar los movimientos e inflexiones que sirven de base para la construcción discursiva. De ahí que la noción de ritmo sea central en el abordaje tensivo.
Un buen ejemplo concreto de la aplicación de algunos de los conceptos desarrollados por los estudios tensivos en textos mediáticos es el análisis de estrategias enunciativas de manipulación del enunciatario de algunas publicidades difundidas en los medios. A partir de estos conceptos tensivos, podemos, por ejemplo, mostrar que algunos textos publicitarios manipulan al enunciatario por medio de lo esperado, de lo conocido. Son aquellas publicidades que nos remiten a contenidos previsibles y triviales (un buen ejemplo serían las clásicas publicidades de margarina). Es decir, cuantas más veces una situación entra en contacto con el campo perceptivo del enunciatario, más previsible es su relación con dicha situación cuando esta es explorada en un enunciado. Podemos decir que, en este caso, el texto sigue una lógica implicativa (si…, entonces…), lógica que privilegia un cierto «confort de lo ya conocido», por así decirlo, en la interacción del enunciatario con el enunciado. Por el enfoque rítmico, podemos decir que lo que es fácilmente asimilable se construye sobre el ritmo lento, o sea, sobre una velocidad compatible con la percepción total del objeto por parte del sujeto. Por otro lado, algunos textos nos manipulan por la sorpresa, por el extrañamiento causado por lo desconocido o por lo imprevisto. Son los textos que nos llaman la atención por las relaciones inusitadas entre los elementos que los componen. En este caso, siguen una lógica llamada concesiva (a pesar de…).
Aquí, el ritmo acelerado explora el límite de la percepción, esto es, el límite de la inteligibilidad del sentido general del texto. Generalmente este fenómeno puede ser observado en cuentos y, especialmente, en microcuentos.
En suma, la acentuada incursión en el universo sensible hecha recientemente por la semiótica francesa concede, por lo tanto, un papel de destaque al dominio de la enunciación, de la aprehensión cognitiva y de la sensorialidad. A partir de esta matriz teórica es posible, por ejemplo, un abordaje dinámico de las estrategias de las cuales el enunciador echa mano para manipular a su enunciatario. Tales resultados nos convencen de que, partiendo de esa perspectiva dinámica, la semiótica aumenta su radio de acción en la tarea de entender y explicitar los mecanismos de formación de sentido de los textos que, cada vez más, le imponen nuevos desafíos a la teoría.
Referencias bibliográficas
FONTANILLE, J. y ZILBERBERG, C. (2001) Tensão e significação. São Paulo: Discurso Editorial; Humanitas/FFLCH.
GREIMAS, A. J. (2002). Da imperfeição. São Paulo: Hacker.
GREIMAS, A. J. y FONTANILLE, J. (1993) Semiótica das paixões. São Paulo: Ática.
LANDOWSKI, E. (2002). Presenças do outro. São Paulo: Perspectiva.
TATIT, L. (2001). Análise semiótica através das letras. São Paulo: Ateliê.
TEIXEIRA, L. (1996). «A semiótica no espelho», en Cadernos de Letras da UFF, n.o 12, 2.do semestre, pp. 33-49.
ZILBERBERG, C. (2006). Razão e poética do sentido. São Paulo: EDUSP.
Renata Mancini es doctora en Lingüística por la Universidade de São Paulo, Brasil. Es docente del Departamento de ciencias del lenguaje de la Universidade Federal Fluminense, Rio de JAneiro, Brasil. Integra el cuerpo de investigadores del Programa de posgrado en estudios del lenguaje, investiga en las áreas de traducciones intersemióticas y lenguajes híbridos, abordando los diálogos e interfaces entre literatura, cine, cómic y videojuegos.
Regina Gomes es doctora en Letras por la Universidade Federal Fluminense (UFF). Es docente de grado y posgrado en el Departamento de letras vernáculas de la UFF. Tiene experiencia en Lingüística, con énfasis en Semiótica, ha trabajado especialmente en los siguientes temas: discurso, fotografía, texto periodístico, enseñanza de portugués y lectura.