Si yo fuese otra… recién, cuando él me llamó idiota con todas las letras bien puestas, le habría dado una respuesta digna de ...
Si yo fuese otra… recién, cuando él me llamó idiota con todas las letras bien puestas, le habría dado una respuesta digna de ofensa. «Idiota», ¡pues sí! Siempre me pregunté dónde habría de encontrar otra mujer como yo, paciente, bonita y trabajadora… Es así mismo, piensa que yo vine al mundo solo para servirle, y abusa… ¡Ah! Si, cada vez que viene con sus disparates y sus impertinencias, yo le diese dos gritos bien fuertes, bien sacados de acá dentro, y además le pusiese mala cara, él quedaría suave como la seda y nunca más me trataría como a una criada tonta, con aquellos berridos y aquellos términos indignos de un hombre bien educado… ¡Siento tanta rabia hacia él que me dan ganas de huir, no sé para dónde, pero para siempre, disolverme en el espacio! ¡Siempre me pregunté de qué le sirve ser doctor y jactarse de maneras de alta sociedad y buena compañía, censurando a unos y ridiculizando a otros, por esto y por aquello! Al menos Geraldo, que es un jardinero rústico, dice amén a todo lo que la tonta de la mujer afirma, aunque no siempre esté de acuerdo… como se percibe muy bien… Así debe ser. Mi marido entonces llega a la perfección de desmentirme delante de la gente ajena si, inconscientemente, exagero en un puntito oscuro de cualquier historia insignificante… Pero, ¡virgen María! ¿Quién habrá que no confunda a veces una u otra peripecia?
Se eu fosse outra… quando ainda agora ele me chamou idiota com todas as letras bem escarrapachadas, ter-lhe-ia dado uma resposta digna da ofensa. “Idiota”, pois sim! Sempre queria ver onde havia de encontrar outra mulher como eu, paciente, bonita e trabalhadeira… É assim mesmo, pensa que eu só vim ao mundo para servi-lo, e abusa… Ah! Se, cada vez que vem com os seus disparates e as suas impertinências, eu lhe desse dois gritos bem fortes, bem puxados cá de dentro, e ainda lhe fizesse cara feia, ele ficaria macio que nem cetim e nunca mais me trataria como a uma criada tonta, com aqueles berros e aqueles termos indignos de um homem bem-educado… Fico-lhe com uma raiva que a minha vontade é fugir, não sei para onde, mas fugir para sempre, diluir-me no espaço! Sempre gostaria que me dissessem de que lhe serve a ele ser doutor e roncar maneiras de sociedade e boa companhia, censurando estes e ridiculizando aqueles, por isto e por aquilo! Ao menos o Geraldo, que é um jardineiro rústico, diz amém a tudo que a pateta da mulher afirma, embora nem sempre ele esteja de acordo… como se percebe muito bem… Assim é que deve ser. Meu marido então chega à perfeição de me desmentir diante de gente de fora se inconscientemente exagero um pontinho obscuro de qualquer história insignificante… Mas, virgem Maria! Quem haverá que não confunda às vezes uma ou outra peripécia?
Sin embargo, yo me quedo bien calladita en mi lugar, cuando él impone sus opiniones y altera los hechos observados a mi lado, en el calor, en el entusiasmo de sus exposiciones científicas… filosóficas… sociales… financieras, ¡y ni sé qué más! ¿Por qué? Porque soy delicada y, sobre todo, ¡porque soy discreta! Si yo fuese otra, no reprendería con una mirada a su amigo íntimo, cuando su «amigo íntimo» me lanza miradas de cordero manso y me marca dolorosamente los anillos en los dedos con sus significativos apretones de manos… Estoy al cuidado de su honra como un perro guardián y… ahí está el pago que me da: llamarme «idiota», ¡a mí! Pero, Dios mío, ¡¿entonces qué será él?!… ¡Ah! ¡Si los maridos tan irritables supiesen cuánto esas palabras lanzadas al azar en el ardor irreprimible de la cólera lastiman el corazón de las mujeres y comprometen la felicidad de la pareja! Pero es así… quieren su desahogo sin pensar en nada más…
Y así como lo dicen, también lo olvidan… salen a la calle, que es una especie de Leteo de las rencillas domésticas… hablan con uno… cortejan a otra… tienen un temperamento violento y lleno de vivacidades… Yo soy la que no olvido… Cada palabra, cada cicatriz. Los días van pasando… Van pasando y la amargura de mi alma no se altera, aun cuando el juicio obligue a mi rostro a disimularla… «¡Idiota!»… ¡Mire si esto es algo que se le diga a una esposa de mi calidad, y en el momento exacto en que se está poniendo guantes de cuero fino para una fiesta!
Entretanto, eu conservo-me bem caladinha no meu canto, quando ele impõe as suas opiniões e altera os fatos observados a meu lado, no calor, no entusiasmo das suas exposições científicas… filosóficas… sociais… financeiras, e não sei mais o quê! Por quê? Porque sou delicada e, sobretudo, porque sou discreta! Se eu fosse outra, não repreenderia com um olhar o seu amigo íntimo, quando o seu “amigo íntimo” me faz olhares de carneiro manso e me marca dolorosamente os anéis dos dedos com os seus apertos de mão insignificativos… Estou de guarda à sua honra como um cão de fila e… aí está o pago que ele me dá: chamar-me “idiota”, a mim! Mas, meu Deus, então que será ele?!… Ah! Se os maridos tão irritadiços soubessem quanto essas palavras lançadas a esmo no ardor irreprimível da cólera magoam o coração das mulheres e comprometem a felicidade do casal! Mas qual… querem o seu desabafo sem pensar em mais nada…
E assim como dizem também esquecem… vão para a rua, que é uma espécie de Letes das quizilas domésticas… falam com um… cortejam outra… têm um temperamento violento e cheio de vivacidades… Eu é que não esqueço… Cada palavra, cada cicatriz. Os dias vão andando… Vão andando, e a amargura da minha alma não se altera, embora o juízo me obrigue o rosto a disfarçá-la… “Idiota!”… Ora se isto é coisa que se dissesse a uma esposa da minha qualidade, e no momento justo em que se está calçando luvas de pelica para uma festa!
¿Qué diría si fuese un carretero… eh? Y yo, tan bobita, que dejé de ir al baile para no hacerle gastar mucho dinero con mi toilette… es el pago que ellos dan al sacrificio de las mujeres… Bien dice mi cuñada que hombre es sinónimo de ingrato… ¡Las que más hacen, menos merecen! Si yo fuese otra… cuando él volviese, no me encontraría en casa… no me falta a dónde ir, ¡gracias a Dios! Lo que me falta es coraje de exponerlo al ridículo y a la reprobación de los demás… ¡Es una estupidez esta debilidad mía de colocarlo siempre en el séptimo cielo, como el mejor de los maridos, cuando él no pierde oportunidad de arrojarme al último infierno!… Puedo ir hasta allá para S. Clemente… pero si entro a la casa de tía Laurinda a estas horas, ¿qué dirá?… Me vendrá con sus amonestaciones… y a decir verdad, mal por mal, antes que suframos por el marido… ¡Ella, incluso, sería muy capaz de no darme la razón!… ¡Pues vean que aquella también sufrió buenas y bonitas del tío Raúl! ¡Justo a mí! Si yo misma, con mi orgullo, tolerase aquellos disparates e impertinencias del tío… ¡hasta parecería falta de dignidad!… ¡Pero qué me importan ahora a mí las otras! Nadie fue tan ofendida como yo… ¡Quién me diría, cuando estaba en casa de mi papá, que todavía habría de ser maltratada un día por motivos banales de orden doméstico! Nadie podría imaginarlo… ¿eh? Un muchachito todo bien vestido, todo perfumado… que toca el piano… todo delicadezas y derretimientos… y, ahora, ahí está la realización final: «¡Idiota!». ¡Oh, idiota! Y con qué exaltación me tiró esa palabra cruel…
Que diria se fosse um carroceiro… hein? E eu, tão bobinha, que deixei de ir ao baile para não o fazer despender muito dinheiro com a minha toilette… é o pago que eles dão aos sacrifícios das mulheres… Bem diz minha cunhada que homem é sinônimo de ingrato… As que mais fazem, menos merecem! Se eu fosse outra… quando ele voltasse, não me acharia em casa… não me falta para onde ir, graças a Deus! O que me falta é coragem de expô-lo ao ridículo e à reprovação dos outros… É uma estupidez esta minha fraqueza de colocá-lo sempre no sétimo céu, como o melhor dos maridos, quando ele não cochila em atirar-me para o último inferno!… Posso ir até já para S. Clemente… mas se eu entrar na casa de tia Laurinda a estas horas, que dirá ela?… Virá logo com as suas admoestações… e a dizer verdade, mal por mal, antes a gente sofra do marido… Ela ainda seria muito bem capaz de não me dar razão!… Pois olhem que aquela também sofreu boas e bonitas do tio Raul! Havia de ser comigo! Se eu mesma, com o meu orgulho, toleraria aqueles disparates e rabugices do titio… até parecia falta de dignidade!… Mas que me importam agora a mim as outras! Ninguém foi tão ofendida como eu… Quem me diria, quando estava em casa de papai, que ainda haveria de ser um dia maltratada por motivos banais de ordem doméstica! Ninguém podia imaginar… hein? Um mocinho todo bem vestido, todo perfumado… que toca piano… todo denguices e derretimentos… e, ora, aí está a perfeição: “Idiota!”. Ora, idiota! E com que exaltação ele me atirou com essa palavra cruel…
Si yo fuese otra… mandaba inmediatamente a Carolina a armar mi cama en el ático, me trancaba por dentro, y cuando él viniese, ¡que me buscase por toda la casa, que me habría de encontrar!…
Lo peor es lo embarazoso de obligar ahora a la pobre muchacha, que ya trabajó tanto durante el día, a cargar el colchón escalera arriba… y… encima aquel ático, apenas pintado a la cal, me da una impresión de cuarto de hospital… Al final, la criada ni me agradece estas consideraciones… no tiene conciencia…
¡Ya en el carnaval del año pasado fue la misma cantinela! Me mandó, con «sus» palabras, a que me fuera al diablo… ¡Ojalá al diablo! Una hora después ya estaba todo meloso, diciendo delicadezas y llamándome: «¡Amorcito!». Él es todo impulsos. Se le pasa la furia, se le aclara la razón… Yo soy la que no olvido: la cicatriz está aquí y estará hasta la muerte… ¡Qué desgraciada soy! También, la culpa es mía… si yo fuese otra… haría como las otras… que yo no censuro, porque están moldeadas por las circunstancias…
Se eu fosse outra… mandava já e já a Carolina fazer a minha cama no sótão, fechava-me por dentro, e quando ele viesse, que me procurasse por toda a casa, que me haveria mesmo de encontrar!…
O pior é a atrapalhação de obrigar agora a pobre rapariga, que já trabalhou tanto durante o dia, a carregar o colchão pela escada acima… e… mesmo aquele sótão, só caiado, dá-me uma impressão de quarto de hospital… Afinal, a criada nem me agradece estas contemplações… não tem consciência…
Já pelo carnaval do ano passado foi a mesma cantiga! Mandou-me, lá pelas palavras “dele”, ao diabo que me carregasse… Tomara o diabo! Uma hora depois já estava todo melífluo, dizendo denguices e chamando-me: — Benzinho! Todo ele é ímpetos. Passa-lhe a fúria, aclara-se-lhe a razão… Eu é que não esqueço: a cicatriz cá está e estará até a morte… Como eu sou desgraçada! Também, a culpa é minha… se eu fosse outra… fazia como as outras… que eu não censuro, porque são feitas pelas circunstâncias…
¿Cuándo llegará el día en que el hombre y la mujer puedan amarse sin desconfianza y sin traición? Ay de nosotras, ese día no llegará a existir sino en cortas horas intermedias… La mía ya pasó, se extinguió en el momento en que él, arrebatadamente, me tiró en la cara el feo epíteto de «idiota». Si yo fuese otra, habría salido en aquel mismo instante a la calle. Ahora, que tenga cuidado, porque, si me repite el insulto, sé perfectamente lo que he de hacer… Voy a la sala, me coloco bien en frente al retrato de mi señora suegra y me atravieso el pecho con una bala de revólver… Entonces él habrá de correr, erguirme amorosamente en sus brazos trémulos, inundarse con mi pobre sangre y sus lágrimas de arrepentimiento… Necesitaré no morir inmediatamente para observar bien su conmoción… Comprendiendo toda la verdad, rápidamente, clamará por un médico… ofrecerá todo por mi vida… ¡todo! Pronto para redimir su exceso de mal genio con exceso de cariño… Yo… ¡desgraciada de mí!… Amparada en almohadas… jadearé… muy blanca… muy blanca… tendida sobre el sofá… Deberé vestir en esa ocasión un peignoir color crema, de mangas largas… No tengo ninguno… ¡Ando tan desprevenida! En eso es que soy realmente una idiota… ¡en economizar conmigo misma!… Él, de rodillas a mis pies… —¿y qué zapatos?… zapatos blancos— suplicará perdón… diciéndoles a los médicos que tiene la culpa, ¡que me trató violentamente como si yo fuese una lavandera!… Toda… la casa llorará…
Quando chegará o dia em que homem e mulher se possam amar sem desconfiança e sem traição? Ai de nós, esse dia não chegará a existir senão em certas horas intermediárias… A minha passou, extinguiu-se no momento em que ele arrebatadamente me atirou às faces o feio epíteto de “idiota”. Se eu fosse outra, teria saído naquele mesmo instante para a rua. Agora que se acautele, porque, se torna a repetir-me o insulto, sei perfeitamente o que hei de fazer… Vou à sala, coloco-me bem em frente ao retrato da senhora minha sogra e varo o peito com uma bala de revólver… Então ele há de correr, erguer-me amorosamente nos seus braços trêmulos, inundar-se com o meu pobre sangue e as suas lágrimas de arrependimento… Precisarei não morrer imediatamente, para observar bem a sua comoção… Compreendendo a verdade toda, de relance, ele clamará por um médico… oferecerá tudo por minha vida… tudo! Pronto a redimir pelo excesso de carinho o seu excesso de mau gênio… Eu… desgraçada de mim!… Amparada em almofadas… arquejarei… muito branca… muito branca… derreada no sofá… Deverei vestir na ocasião um peignoir creme, de mangas largas… Não tenho nenhum… Ando tão desprevenida! Nisso é que eu sou mesmo uma idiota… em fazer economias com a minha pessoa!… Ele de joelhos a meus pés… — e que sapatos?… sapatos brancos — suplicará perdão… dizendo aos médicos que a culpa é dele, que me brutalizou como se eu fora uma lavadeira!… Toda… a casa soluçará…
Tía Laurinda entrará sollozando, con sus manos gordas levantadas hacia el cielo… Yo, con una última mirada, le diré a mi marido que muero porque la vida en común con él me es insoportable, abominable, deprimente; muero para liberarlo… Él caerá de rodillas, lívido, clamando perdón… yo me resbalaré silenciosamente por las almohadas… ¡y daré el último suspiro!
¿Dónde estará mi pañuelo?… Estoy llorando mi muerte y no encuentro el pañuelo… Tía Laurinda esparcirá flores sobre mi cuerpo… las rosas amarillas de la terraza… y los jazmines de la cerca… Al día siguiente vendrán los invitados a buscarme… —acá está el pañuelo…— Los diarios hablarán del gran misterio de mi muerte… de mi belleza… de mi juventud… tal vez hasta muestren mi retrato… y «él», como Caín, ¡cargará consigo el remordimiento eterno de ser el causante de mi desventura!…
El pañuelo ya está empapado… ¡Señor, cómo trabaja la imaginación!… Estoy por quedarme ciega de tanto llanto… y, al final, esa solución sería estúpida… ¡sería ridícula!… Antes, el divorcio… sí… Si él comienza nuevamente algún día a llamarme idiota… lo más sensato que puedo hacer no es matarme, ¡es divorciarme! Me voy a Europa, él que se quede por acá. Vivir en la misma ciudad es lo que no quiero, porque se pondrá a rondar mi puerta… Yo soy débil… tal vez no resistiría… porque… pobre, él me ama… después de hacer el mal, se arrepiente, y entonces queda unos días manso ¡como un perrito de peluche! Son formas de ser…
Tia Laurinda entrará chorando, com as mãos papudas erguidas para o céu… Eu, num último olhar, direi a meu marido que morro porque a vida em comum com ele me é insuportável, abominável, deprimente; morro para libertá-lo… Ele cairá de joelhos, lívido… clamando perdão… eu escorregarei silenciosamente nas almofadas… e darei o último suspiro!
Onde estará o meu lenço?… Estou chorando a minha morte e não acho o lenço… Tia Laurinda espalhará flores sobre o meu corpo… as rosas amarelas do terraço…e os jasmins da cerca… No dia seguinte virão os convidados buscar-me… —cá está o lenço…— Os jornais falarão do grande mistério da minha morte… da minha beleza… da minha mocidade… talvez deem mesmo o meu retrato… e “ele”, como Caim, carregará consigo o remorso eterno de ser o causador da minha desventura!…
O lenço já está encharcado… Senhor, como a imaginação trabalha!… Estou a cegar os olhos com tanto choro… e afinal essa solução seria estúpida… seria ridícula!… Antes o divórcio… sim… Se ele recomeçar algum dia a chamar-me idiota… o que tenho de mais sensato não é matar-me, é divorciar-me! Vou para a Europa; ele que fique por cá. Morar na mesma cidade é que eu não quero, que se porá a rondar-me a porta… Eu sou fraca… talvez não resistisse… porque… coitado, ele ama-me… depois de fazer o mal, arrepende-se, e fica então uns dias manso como um cãozinho artificial! São gênios…
El mío es muy altivo; no puedo, no debo ni quiero ser la cabeza de turco de sus brutalidades; ¡se terminó! ¡Idiota! ¡Qué término tan exagerado! Está como mi hermanito, que el otro día ¡llamó a su mujer «desaliñada»! Realmente, ella es un poquito desaliñada… ¡pero la boba se calló! Si me lo dijera a mí, él tendría en seguida la respuesta debida… Al final, ¿qué ganan los hombres con esos desahogos malcriados? Ir perdiendo de a poco la consideración y la amistad de las esposas… El primer día que el mío me lanzó una palabra dura en la cara, yo no lo estrangulé porque cuando volví en mí de la sorpresa, él ya estaba lejos… Cuando volvió, de tarde, me trajo uvas y dulces finos… yo los comí… ¡Y él pensó, tal vez por eso, que olvidé la ofensa! ¡No, ella está marcada en mi alma como una mancha negra, imperecedera!
Es la tercera vez, en cinco años, que mi lindo doctorcito de cabello crespo me golpea desde lo alto de su autoridad y prestigio con una bofetada moral… dos veces por cuestiones domésticas, ¡una por celos! La de los celos la perdono… ¡las otras no! Si yo fuese otra, me ponía a abrir cuentas en las modistas, en las sombrereras… haciéndolo pagar cara cada insolencia… Él se confía en que yo no reacciono, que soy una cenicienta, que lo amo y que soy demasiado altiva para confesarle a otra persona mis disgustos, y abusa… Los hombres fuertes abusan de los entes débiles… Es algo distintivo de su carácter… apuesto que en seguida trae un marrón glacé en el fondo del bolsillo, solo para mostrar que pensó en mí… es su manera de hacerse perdonar… Hay otros que ni eso hacen, ¡valga la verdad! Viéndome comer el marrón, él pensará para sí: «Está todo resuelto… sé cómo manejarla; las mujeres y los niños son todos iguales…». ¡Y cómo estará equivocado, el señor mi marido!
Traducido por María Noel Melgar.
O meu é muito altivo; não posso, não devo nem quero ser a cabeça de turco das suas brutalidades; acabou-se! Ora… idiota! Que termo mais descabido! Está como maninho, que chamou outro dia a mulher “desmazelada”! Realmente, ela é um bocadinho… mas a boba calou-se! Se fosse comigo, ele teria logo a resposta devida… Afinal, que lucram os homens com esses desabafos malcriados? Irem perdendo aos poucos a consideração e a amizade das esposas… No primeiro dia em que o meu me lançou uma palavra dura à cara, eu não esganei porque quando voltei a mim da surpresa ele já estava longe… Quando voltou, à tarde, trouxe-me uvas e doces finos… eu comi-os… E ele pensou, talvez por isso, que esqueci a ofensa! Não, ela está marcada na minha alma como uma nódoa negra, imperecível!
É a terceira vez, no espaço de cinco anos, que o meu lindo doutorzinho do cabelo crespo me assopra do alto da sua autoridade e do seu prestígio com uma bofetada moral… duas vezes por questões domésticas, uma por ciúme! A do ciúme perdoo… as outras não! Se eu fosse outra, punha-me a abrir contas nas modistas, nas chapeleiras… fazendo-o pagar caro cada desaforo… Ele fia-se em que eu não reajo, que sou uma gata borralheira… que o amo e que sou demasiadamente altiva para confessar a outrem os meus desgostos, e abusa… Os homens fortes abusam dos entes fracos… É um distintivo do seu caráter… aposto em como logo ele traz um marron-glacé no fundo da algibeira, só para mostrar que pensou em mim… é o seu modo de se fazer perdoado… Outros há que nem isso fazem, valha a verdade! Vendo-me comer o marron, ele pensará lá consigo: “Está tudo acabado… sei levá-la com jeito; mulheres e crianças são todas iguais…”. E como estará enganado, o senhor meu marido!